Tengo la República muy cercana. Hoy entrego un artículo sobre ella para el nuevo y flamante semanario La República
que sale, ¡en kioscos! los findes. Vamos allá, compas, a pulsar un
mercado donde lo retro es progre. "Hay gente pa tó", decía Belmonte. Y
así es.
Hay un bucle de distinción y elegancia en el hecho de dejarse
ver en lugares públicos leyendo una revista a la antigua usanza. Quizá
sea lo único que haga levantar la cabeza a los de los móviles que
tendrán un breve atisbo del mundo a través de algo que ya no está en el
mundo: el papel impreso. ¡Larga vida a esta interesante República de
papel! Porque la otra se mueve en otro territorio, incluso en otro orden
de realidad.
Sí,
claro, la iniciativa es catalana porque, como todo el mundo sabe, los
catalanes son los únicos que se toman en serio la República. Tanto que
han proclamado una y en estas peripecias nos encontramos. Los
republicanos van del brazo de los independentistas. La República aparece los sábados en compañía de El Punt Avui,
un diario digital independentista. Por eso el primer número en kiosco
mostraba al presidente KRLS diciendo que si alguna cosa està guanyant a
Catalunya és la República.
Esa
coincidencia permite hablar de la llamada "cuestión catalana" (hoy ya
"vasco-catalana y medio navarra) tratando modestamente de clarificar la
situación con la mejor voluntad.
La
"cuestión catalana", como el dios Jano, tiene dos caras. La de la
independencia y la de la República. Pero, a diferencia de Jano, no miran
en direcciones opuestas, sino en la misma: hacia delante. Sería más
apropiada una representación de tres rostros, uno de frente, otro de
perfil y otro en escorzo, como los que hacían los pintores a los
poderosos. Pero sobraría uno de ellos. Los rostros son dos, el
independentista y el republicano. Son el mismo y se han reconocido, lo
cual tiene sus consecuencias.
El
Estado nacional está hoy transitoriamente gestionado por el PSOE pero
en él se engloba casi el 80% de la representación parlamentaria española
(PSOE, PP, C's y medio Podemos). Llamémosle Bloque Nacional. El BN no
puede ver ninguno de los dos rostros catalanes. Para él no son los de
Jano o los de Richelieu, sino el rostro de la Medusa, que petrifica a
quien lo contempla.
Para no ser petrificado, el gobierno cierra los ojos
y arremete contra la opción independentista (vale decir: referéndum,
no), con los alaridos de Borrell y las vagarosas promesas de reforma
constitucional medio farfulladas por el sector dialogante de los que
creen mandar. "Las palomas", como dirían comentaristas gringos.
El
gobierno niega la petición, pero ofrece alternativas o tal cosa dice.
Una es la fablilla federal alumbrada tras una reforma de la Constitución
inimaginable. Otra la genialidad zapateril de retornar al Estatuto de 2006,
también llamada "pelillos a la mar". Desde el punto de vista indepe,
nada de esto lo forzaría a abandonar lo que estipula su legítimo derecho
a un referéndum de autodeterminación.
La gente no ha arrostrado lo que
ha arrostrado para volver al punto de partida y ponerse de nuevo en
manos del hatajo de incompetentes que en diez años convirtieron un apoyo
de menos del 20% a la independencia en otro de casi un 48% y
creciendo.
Pero,
oye, como dicen los de la televisión, menos da un piedra. Además,
mientras te colocan la interminable saga federal, como si fueras Harún
Al Rachid, no te muelen a palos, en manifestación de una atávica
tendencia del macizo del raza hispánica. Así que, en tanto haya
propuestas, serán escuchadas con suma afabilidad, como señala el
presidente Torra que, luego, como en los apartes del teatro clásico, se
vuelve hacia el público y añade: pero nosaltres seguim amb el mandat de
l'1-0. O sea, la segunda cara, la República.
Tampoco
este rostro es visible para el BN (antiguo B155), pero no porque lo
petrifique sino porque no lo ve. Es el rostro invisible. El BN está
constitutivamente incapacitado para ver el republicanismo porque vive
inmerso en un caldo monárquico. Por eso, a diferencia de la
independencia, no tiene propuesta alguna que hacer; ni se le ocurre. El
grito independentista se oye; el republicano, no, como si estuviera en
una longitud de onda que el BN no capta. ¡Vamos, hombre, cuestionar la
Monarquía!
Pero
la República Catalana existe y actúa a buena velocidad. Recupera su
servicio exterior, promulga leyes de la memoria histórica, se querella
contra el gobierno central e insiste en su intención de investir
presidente a Puigdemont, el legítimo presidente que mientras tanto
preside el Consejo de la República en el extranjero.
El
BN no tiene propuestas ante la reconstrucción republicana de Catalunya.
No investiga, no se informa, no estudia anternativas. Se encastilla en
una posición que el oleaje revolucionario catalán superó hace mucho.
Y
la izquierda anda con la aguja de marear loca. El PSOE llevará su
lealtad al BN a alinearse en defensa del trono (y ya se verá de cuánto
altar) y Podemos se encontrará en una encrucijada entre quedarse sin
ideología autodeterminista pero con los votos o sin los votos pero con
mucha ideología.
En
ese marasmo se levantan voces desesperadas abogando por un partido o
movimiento republicano con voz y presencia fuera de cenáculos de
veteranos de mil batallas. Se juega a la ambigüedad de que apoyar una
República en Catalunya es apoyarla en toda España. Y es una falacia.
Solo sería cierta si el movimiento/partido republicano español fuera ya
robusto y sellara alguna alianza de hermano mayor con hermano menor en
la ilusión de que la República española posibilitaría la catalana pero
con la sólida convicción de que tal cosa no sucedería nunca.
Pero todo
eso tan complicado no es posible de raíz desde el momento en que el
republicanismo español, hoy, solo se entenderá como sucursal del catalán
y eso ya es razón suficiente para que le nieguen los votos.
No
hay más salida civilizada que el referéndum pactado de
autodeterminación vinculante y con mediación internacional. Se dirá que
eso no es un punto de acuerdo entre dos, sino más bien una imposición de
parte. Pero se olvidan dos contraargumentos: primero, si el referéndum
es pactado, se trata de un obvio punto de acuerdo; segundo, llegar a él
ya implica una concesión importante de la parte independe y con la que
no todo el mundo está de acuerdo pues, en realidad, el referéndum ya se
celebró el 1º-O y se concretó después en las elecciones del 21 de
diciembre.
A
ello se añade la ventaja para ambas partes de que la mediación
internacional dará fe de la decisión adoptada, sea la que sea y esa fe
será el punto de partida para una negociación acerca de cómo
institucionalizar la decisión adoptada.
Claro que es un punto de acuerdo.
Pues claro, naturalmente, hay que hablar. Es uso en todos los países civilizados.
Porque
se puede armar un lío descomunal, judicializar un problema político,
reprimir a la población pacífica con inusitada crueldad, intervenir un
gobierno, cesarlo, cerrar su parlamento, envíar gente a la cárcel y
forzar a otra al exilio, negarse a reconocer el resultado de unas
elecciones, aplicar el 155, obstaculizar cuanto se pueda la formación de
gobierno pero, al final, hay que sentarse a dialogar. A dialogar con
los supremacistas, nazis, xenófobos, racistas, le pens, etc. No hay más
remedio que tragarse la propaganda insultante y tratarse con la buena fe
que las circunstancias exigen.
No
es ni será fácil. A la escasa predisposición que se advierte en Sánchez
se unen las amenazas de los barones en sus filas y los gritos
furibundos de la derecha para quien Sánchez seguramente habría pactado
la desmembración de España a cambio de sus votos separatistas. Claro que
no es fácil dar un giro radical a una política agresiva de
confrontación a otra de entendimiento y búsqueda de soluciones. Sobre
todo si se tiene en cuenta que las bases de negociación de las dos
partes son diametralmente opuestas.
El
gobierno está en Babia. Dice la ministra portavoz que Sánchez tiene
previsto reunirse con Torra como lo hará bilateralmente con los demás
presidentes de las CCAA. 24 horas después es titular de todos los
periódicos que Sánchez y Torra han hablado por teléfono y acordado
reunirse cuanto antes. Con esa mentalidad de "café para todos" el
gobierno no va a ir muy lejos y menos vendiendo como una concesión
graciosa el parcial levantamiento de la intervención de las cuentas que
es obligado por la retirada del 155.
La
negociación es asunto de supervivencia del gobierno y del Estado.
Suficientemente claro está ya que la judicialización y la represión
ciega, la manipulación de los medios y la justicia, los discursos del
rey, solo han servido para que el movimiento independentista se amplíe,
afiance, se estructure y avance. El 1º O los catalanes se habían ganado el derecho a un Estado propio,
según decía Puigdemont y, desde entonces, no han hecho más que
ejercerlo en unas condiciones de hostilidad y agresividad muy visibles.
Ese
derecho sigue ahí personificado en la cuestión que necesariamente
presidirá cualquier negociación entre la Generalitat y el Estado, la de
los presos y exiliados políticos. La excusa según la cual el destino de
presos y exiliados no depende del gobierno sino de los jueces y la
división de poderes etc., es una patraña. El fiscal puede retirar las
acusaciones. El proceso político montado (el de "descabezar" al
independentismo) puede desmontarse con igual celeridad, visto además,
que ya ha dejado la justicia española a la altura del betún en Europa.
El
independentismo catalán no ha renunciado a la llamada "vía unilateral".
Al contrario. Otra cosa es que esté dispuesto a dialogar sobre
propuestas concretas. Hace falta que las haya. Y aquí es donde el PSOE
no trae las alforjas bien provistas: admitido que no cabe retornar al
sano autonomismo, se medio murmuran oscuros propósitos federales, el
retorno a una revisión del Estatuto de 2006, convenientemente cepillado y
masacrado. Cualquier cosa de ese o parecido jaez pero ni hablar de
derecho a decidir ni referéndum.
Que
es justamente donde tiene plantados sus reales el movimiento
independentista. De no llegarse a este punto, seguirá habiendo vía
unilateral amparada en la resistencia y la desobediencia civil
pacíficas.
Palinuro se suma a la legión de comentaristas del nuevo gobierno.
Desde
la perspectiva de género, acierto total. El camino se hace andando.
Pronunciada mayoría de mujeres. Hay quien lo encuentra exagerado y un
farol. En realidad, es una composición normal porque debiera ser normal, ya
que siendo normal la mayoría de mujeres, y no excepcional, volverá a
ser normal un gobierno con mayoría de hombres y no el acostumbrado
abuso.
El
punto de los ministros y sus peculiaridades ha sido el más comentado.
Los nombramientos más cuestionados, al menos en la izquierda, son
Borrell, Marlaska, Robles, Delgado, Ribera y Huerta. Un aspecto merece
reseña (el resto quede para los cien días) y es el de los jueces en
ministerios directamente relacionados con su quehacer profesional:
Justicia (Delgado), CNI (Robles), Interor (Marlaska). No tengo claro que
esa coincidencia sea beneficiosa. El reciente desastre de Zoido, juez,
en Interior, que hizo bueno a Fernández Díaz, es un precedente muy
alarmante.
Pero
lo bueno son las políticas concretas y las posibilidades reales de
llevarlas a cabo en media legislatura y con 85 diputados. Se consolida
la idea de los dos frentes y la "geometría variable". Hasta El País, (que, por cierto, está en trance de purificación o cambio de piel) informa de que el gobierno pretende dar unos golpes de efecto, más que nada para frenar a Podemos.
Es de suponer se trate de medidas sociales, de consolidación y
ampliación de derechos y restitución de las más flagrantes injusticias
sociales heredadas del PP. En esto tienen los socialistas pillados a los
de Podemos que verán con tristeza cómo se marchitan sus ilusiones de sorpasso, sometido al yugo de la vil socialdemocracia.
Volverán
en este caso a ser imprescindibles los votos de los indepes catalanes y
esos quizá no sean tan seguros cuenta habida de la coz con que Sánchez
ha agradecido los que le dieron para la moción de censura por obligación moral con los nombramientos de Borrell y Marlaska. No
conviene olvidar la sabia lección de Maquiavelo cuando avisa al
príncipe de que, si actúa honradamente pudiendo no hacerlo, pone en
peligro su principado. Si faltan los votos independentistas,
ninguna medida saldrá adelante, por mucho que sea su efecto.
La
beligerancia extrema del PP está garantizada como se prueba por el hecho
de que Hernando, su portavoz, exija ya, con su habitual perentoriedad, un debate sobre el Estado de la nación...
a un gobierno que aun no ha echado a andar y habiéndolo omitido su
propio partido los tres años anteriores. Supongo que el hombre querrá
debatir sobre el Estado de la nación que los suyos han dejado.
En el frente "nacional", según se ve, intención del gobierno de ponerse al habla con el Le Pen catalán antes del verano.
Pues corre prisa porque faltan menos de dos semanas. Para ser eficaz,
se me ocurre un plan por el que Sánchez podría conjugar sus dos empeños,
los golpes de efecto y el diálogo con Catalunya: preséntese en
Barcelona a entablar el diálogo habiendo excarcelado a los presos y
permitido el retorno de los exiliados.
Como
quiera que algo así es muy improbable está claro que las conversaciones
girarán sobre los presos y exiliados políticos y la restauración de las
instituciones legítimas de la Generalitat. Y esto dará para mucho. Pero
tanto si se llega a algún acuerdo como si no en el horizonte se
mantiene siempre la cuestión que ha dado origen al último tramo del
procés, con una hoja de ruta que encendió el proceso revolucionario: la
de un referéndum pactado de autodeterminación. Como en Escocia o en el
Canadá. Eso era lo que debió haberse decidido hace diez años. De no
hacerse ahora, Catalunya seguirá siendo ingobernable y, por extensión,
España entera.
Porque
no es posible gobernar democráticamente un territorio como Catalunya en
contra de la voluntad de la mayoría de sus habitantes.
Dictatorialmente, quizá, pero no es el caso. La única posibilidad es
llegar a un punto de equilibrio, uno en el que coincidan los intereses
de ambas partes porque ninguna de ellas puede, de momento, imponerse
sobre la otra. El Estado no puede aceptar el derecho de revolución de
Catalunya y Catalunya no puede aceptar el derecho de conquista del
Estado.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
No hay comentarios:
Publicar un comentario