Los nueve presos políticos catalanes que están desde hace meses en cárceles de la Comunidad de Madrid va a ser trasladados a centros penitenciarios catalanes en las próximas fechas. El juez Pablo Llarena
lo ha autorizado ya que no cuenta con realizar nuevas diligencias antes
del juicio y ahora, como sucede con el resto de presos, se trata de que
el Ministerio del Interior realice los trámites
oportunos para que se efectúe a la mayor brevedad posible.
Es una buena
noticia para ellos, para sus familiares y para sus amigos, que los hemos
encontrado a faltar en el Govern, en el Parlament, en la ANC y en
Òmnium, en noches electorales como la del 21 de diciembre o,
simplemente, en una conversación sobre las esperanzas e ilusiones de una
Catalunya que no se dobla ante las adversidades; que resiste y
demuestra una capacidad de resiliencia siempre sorprendente.
Después de tantos meses en prisión, tan lejos de casa, parece pues
que está próximo su acercamiento a Catalunya. Y, en medio de la gran
injusticia que padecen, es la única buena noticia desde que ingresaron
en la cárcel personas honorables, demócratas, íntegras y servidores
públicos leales que custodiaban más de dos millones de votos del
independentismo catalán.
Dicho eso, digamos también que ni por un momento se hace sin embargo
justicia con la gran injusticia cometida y que el acercamiento es
simplemente un acto administrativo. Que el acto político, su puesta en
libertad a la espera de juicio, queda pendiente y es perentorio que el
gobierno de Pedro Sánchez lo defienda y la fiscalía
general del Estado lo sostenga ante el magistrado Llarena.
Como también
que los partidos independentistas catalanes no mantengan con sus votos
en el Congreso de los Diputados al gobierno español si no da pasos en
esta dirección.
Nada devolverá el tiempo perdido a los líderes
independentistas que están en la prisión o en el exilio y la ignominia
del gobierno español no se hará más pequeña pero la política es un juego
de pactos y alianzas, son acuerdos y negociaciones y la legislatura
española no debe ser sostenida artificialmente si no hay un horizonte de
solución al conflicto catalán.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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