Cae Mariano Rajoy, el gran incombustible de la política española. El Euskadi Buru Batzar decidió apoyar la moción de censura socialista poco después del mediodía, y el lehendakari Iñigo Urkullu cumplió con su palabra: el presidente del Gobierno español fue el primero en tener noticia del esperado veredicto vasco.
Rajoy recibió la llamada en un restaurante próximo al Congreso,
al que había acudido a almorzar. Encajó la noticia, la comunicó a sus
colaboradores y les advirtió que no pensaba dimitir. Rajoy ya no regresó
por la tarde al hemiciclo. Pasó toda la tarde en el restaurante. Siete
horas. Su escaño estuvo ocupado por el bolso de Soraya Sáenz de Santamaría.
De no mediar sorpresas de última hora, Pedro Sánchez será
investido hoy presidente del gobierno con los votos de PSOE, Podemos,
PNV, Compromís, ERC , PDECat y Bildu y Nueva Canaria. Ciento ochenta
votos, si no hay cambios imprevistos. Será la primera vez que triunfe
una moción de censura en la moderna democracia española. Será la primera
vez que se invista un presidente con apoyos parlamentarios tan
heterogéneos. Será la primera vez que un presidente sólo disponga de 84
diputados incondicionales (es un decir).
En España se va a formar lo más parecido a un gobierno
provisional. El binomio España-Italia se halla hoy bajo observación
internacional. El centro de gravedad de la crisis italiana es una
hostilidad difusa hacia el directorio europeo, por la imposibilidad de
recurrir a la devaluación de la moneda y por la falta de solidaridad de
la Unión ante el alud de refugiados.
La crisis española gira en torno al
desgaste de los viejos partidos, el desgarro generacional y la
tentación catalana por la separación. Mientras se discutía la moción de
censura, los valores del Ibex 35 subieron. El comisario europeo de
Economía, Pierre Moscovici, dijo no sentir ninguna intranquilidad por el funcionamiento de los mecanismos democráticos en España.
El Euskadi Buru Batzar tomó la decisión de censurar a Rajoy
una vez constatado que los soberanistas catalanes se inclinaban por
Pedro Sánchez. El PNV no quería aparecer como “el salvador” de Rajoy,
junto a Ciudadanos. Muchos de sus electores no se lo iban a perdonar, en
un momento en el que vuelve a haber significativas movilizaciones
sociales en Euskadi.
Por ejemplo: las multitudinarias manifestaciones de
pensionistas en Bilbao. Además de asegurarse las inversiones pactadas
en el presupuesto del 2018, los jeltzales han querido estar atentos al
humor de la calle. Dentro de un año se deberán renovar los ayuntamientos
y las juntas generales vascas. El portavoz del PNV en el Congreso,
Aitor Esteban, tuvo una intervención impecable.
Dos personajes han desempeñado un papel importante en los
engranajes de la moción de censura. Dos jóvenes políticos, muy
distintos: Marta Pascal y Pablo Iglesias. La coordinadora
general del PDECat ha mantenido una interlocución constante con el PNV y
ha bloqueado los primeros impulsos abstencionistas de Carles Puigdemont y Elsa Artadi.
Iglesias ideó la hipótesis de una segunda moción de censura
instrumental para forzar la convocatoria de elecciones inmediatas. Una
iniciativa disuasoria para la gente de Sabin Etxea.
El candidato socialista hizo los deberes. Prometió al PNV
que el presupuesto del 2018 será respetado y envió un claro ofrecimiento
de diálogo a los soberanistas catalanes, incluyendo el establecimiento
de relaciones con el presidente Joaquim Torra, al que hace poco calificó de “racista”. El PDECat quiere regresar a la política española. Carles Campuzano lo dejó muy claro.
Esquerra Republicana, también, con el vivaz lenguaje de Joan Tardà. Lo que viene ahora será muy complejo. Hoy cae Rajoy. Mañana decae el artículo 155 en Catalunya. El guion parece escrito por Jaume Vicens Vives.
Gobernar contra Catalunya tiene un precio. Embestir el Estado español
desde Catalunya, también. Empieza algo nuevo. No sé sabe muy bien qué.
Los rumores y las maniobras para que Rajoy dimitiese fueron
muy intensos a lo largo de la jornada, alimentados desde diversos
ámbitos, Albert Rivera le imploró que dimitiese para colapsar la
legislatura e ir a elecciones, el mayor deseo de Ciudadanos.
Rajoy no
quiere dimitir. No quiere aparecer como el culpable último de la quiebra
moral del aznarismo. Malestar en el PP. División de opiniones entre los
ministros. Por una vez, Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal estuvieron de acuerdo y defendieron a capa y espada que Rajoy no debe dimitir. Ambas salieron a atajar rumores.
Muy prudente, aparentemente asustado –“¡sea usted
más presidenciable!”, le espetó Iglesias–, el candidato abogó por un
mandato de programa limitado. Un gobierno provisional.
(*) Periodista y director adjunto de La Vanguardia
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