Resulta inevitable y muy tentador trazar la analogía entre Juego de
Tronos y el intercambio de traiciones, disputas y reyertas entre la
Vicepresidenta Maravilla, Soraya Sáenz de Santamaría, y la ministra de
los veinte mil millones de euros, María Dolores de Cospedal; una saga
épica de enemistad personal y disputas por el poder desvelada estos días
con todo lujo de detalles por los grandes medios de la capital, como
casi siempre, 48 horas por detrás de la noticia.
Lástima que la imagen icónica de semejante duelo de
titanas sea una fotografía donde el elemento central lo aporta una silla
barata, de esas que se compran al peso en una gran superficie
comercial, de esas que se usan para las mesas de los niños en los
restaurantes en las primeras comuniones o donde sientas a tu cuñado con
la esperanza de que se marche con una buena rozadura en el culo. Cuando
TVE haga la serie, explicándonos quién ha ganado y por qué, tendrán que
titularla “ Juego de sillas del Merkamueble”, que suena poco épico pero
muy español, hay que reconocerlo.
Para evitar que tanta épica acabe degenerando en una
versión casposa del juego de la silla, proponemos remontarnos al mundo
antes de HBO y buscar un referente más clásico pero incluso más potente.
Lo que pasa en el PP se parece bastante al shakesperiano drama del Rey
Lear y sus hijas.
Un viejo rey al que todos dan por amortizado y tratan
como si estuviera demente o chochease, nuestro Mariano Rajoy, es
lisonjeado y adulado por sus hijas mayores, Gonerilda y Reganía, quienes
solo esperan a su abdicación para librase de él como de un trato viejo,
mientras la devota Cordelia se ve expulsada del reino por limitarse a
decir que le quiere como toda hija quiere a su padre.
En el reino del PP de Rajoy, Soraya y María Dolores serían las hijas
que se disputaban el amor del rey para chuparle la herencia. Si ahora no
les importa que sus enemistad se visualice, dejando una triste silla de
oficina en medio como devastador símbolo de la liquidación por derribo
que todos vaticinan al marianismo, se debe seguramente a que ambas dan
al rey por amortizado y creen que el trono será para quien ande más
cerca. Si se preguntan quién puede ser la humilde y leal Cornelia en la
PP, no se esfuercen, no hay; y esa es buena parte del problema de Rajoy.
La vicepresidenta y la ministra llevan enredadas una década en
rencillas discretas, permitidas por un Rajoy que las ha utilizado como
contrapeso entre le gobierno y el partido. Este minuto de gloria para
exhibir públicamente sus desavenencias y demostrar cuánto mandan puede
haber sido su mayor error. Si algo valora Rajoy es “que te dediques a lo
que te encomiende y que no te enredes”, lo dice Ana Pastor, su más leal
y fiel colaboradora desde hace décadas. Ella sí que sabe cómo funciona
el Marianismo.
(*) Profesor y periodista
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