A medida que pasan las horas, las opciones de que la moción de censura de Pedro Sánchez
a Mariano Rajoy acabe saliendo adelante parecen irse evaporando a una
velocidad de vértigo. El líder socialista tiene ya demasiadas fugas de
votos para tener una mínima chance de llegar a la Moncloa si no remueve a
fondo el tablero en el que tiene marcados los votos a favor, los votos
en contra y las abstenciones.
Por si no fuera suficiente, la presidenta
del Congreso, Ana Pastor, ha precipitado la presentación y votación de
la moción de censura, que se producirá en un tiempo récord este mismo
jueves y viernes. En las actuales circunstancias, Sánchez llegará como
un cadáver político a la sesión parlamentaria del jueves y saldrá
exactamente igual el viernes.
¿Qué es lo que ha pasado en las últimas horas? Fundamentalmente que los trece diputados que tienen el PDeCAT (ocho) y el PNV
(cinco) y que parecía al menos posible que estuvieran en condiciones de
apoyar a Sánchez se han alejado —¿irreversiblemente?— de la iniciativa
socialista.
En el caso de los nacionalistas vascos tienen a su favor los
presupuestos del Estado recientemente aprobados que han supuesto unos
ingresos muy importantes para Euskadi y que el gobierno vasco está en
condiciones de capitalizar. Hay un enorme consenso en que el PNV no va a
encontrar alicientes para poner en riesgo esta ayuda económica para dar
su apoyo a un candidato en el que, al final, cree tan poco como en
Rajoy. En estas circunstancias, entienden los nacionalistas vascos que
lo mejor es dejar las cosas como están.
La situación del PDeCAT no se parece en nada a la de los vascos. Y en
su posición juegan dos vectores diferentes pero que se han de
complementar: los intereses de la antigua Convergència y los de Junts
per Catalunya, con consellers en la prisión, como en el caso también de
Esquerra, y con el president Carles Puigdemont exiliado
en Alemania y pendiente de una orden de extradición de la justicia
española.
Una extradición que tiene nulas posibilidades de prosperar
como fue presentada —rebelión y malversación— pero que aún tiene
pendiente el pronunciamiento del tribunal de Schleswig-Holstein sobre el
segundo de los delitos. Incluso, aunque se ha descartado siempre, en el
caso podría acabar interviniendo el Tribunal Supremo alemán si la
fiscalía o el tribunal del land acabara pidiendo un dictamen.
¿En qué medida Berlín tiene también algo a decir en la moción de
censura? Es muy difícil de saber, pero si miramos el valor que da la canciller Angela Merkel
a la estabilidad, no parece que un cambio de gobierno en España en las
circunstancias presentes sea, ni por asomo, uno de los objetivos.
Resumiendo: ¿si el PNV no está dispuesto a votar la moción de censura y
los números no salen, por qué tiene que hacer el PDeCAT un salto al
vacío dando los votos a quien no ofrece nada y que no servirán para
nada? Claro que, por el contrario, la opción de sacar a Rajoy de la
Moncloa es muy atractiva. Extraordinariamente atractiva.
El problema, sin embargo, vuelve a ser el mismo del principio del artículo. Los números no le salen a Sánchez.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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