Que se cuide Albert Rivera del entusiasmo españolista y catalanista
del ex primer ministro de Francia Manuel Valls no vaya a ser que un día
de estos el gabacho se quiera postular a la presidencia del gobierno
español subido en una plataforma de partidos constitucionales, similar a
la que Valls pone ahora como condición para ser el candidato a la
alcaldía de Barcelona, como se lo han propuesto desde C's.
Como iniciativa llamativa, original y europeísta la candidatura de
Valls en Barcelona nos pareció algo extraño pero innovador. Ahora bien,
si Manuel Valls empieza a mostrar su personal ambición y a actuar como
un nuevo flautista de Hamelin para que le sigan todos los votantes
españolistas de Barcelona eso no parece apropiado ni razonable.
Por dos motivos: porque con esa plataforma de partidos
constitucionales lo que intenta Valls es garantizarse el triunfo sin
correr el riesgo de pasar de ser primer ministro de Francia a quedarse
como un concejal español; y porque si alguien debe unir a las fuerzas
constitucionales españolas para un desafío electoral al soberanismo
catalán ese candidato (que sería Inés Arrimadas) debe ser español de
pura cepa y no un destacado político galo por más que haya nacido en
España.
Nos dirán que Valls siendo español de origen llegó a primer ministro
francés y que Anne Hidalgo la alcaldesa de París también es de origen
español. Pero en ambos casos Valls e Hidalgo vivían en Francia desde
hace mucho tiempo, tenían la nacionalidad de ese país y habían forjado
su carrera política en el lado norte de los Pirineos. Mientras que Valls
acaba de aterrizar en Barcelona como un paracaidista llegado del cielo y
ya quiere ser el alcalde de la ciudad condal.
Y puede que lo consiga de la mano de C's e incluso, si llegara a
serlo, que posiblemente tendría éxito en su gestión municipal porque
está claro que Valls tiene talento. Pero como le dijo una vez Eugenio
D’Ors a un joven camarero que no lograba abrir una botella de champaña:
‘Los experimentos con gaseosa’.
Además, habría que ver qué opina de todo esto el presidente de
Francia Emmanuel Macron (que conoce muy bien a Valls) porque se trata de
la presencia de un ex primer ministro francés en la tensa y compleja
batalla del soberanismo catalán en España. Como convendría saber hasta
qué punto esa aventura no acabaría dañando las relaciones entre Madrid y
París.
Allá Albert Rivera con iniciativas que pueden quedarse en ocurrencias
que no conducen a ninguna parte. Pero nos parece que su apuesta por
Valls (a quien le iría mejor la política europea en el Parlamento o la
Comisión de la UE) no es una buena idea y la prueba la tiene en que
Valls empieza a volar por su cuenta en Barcelona y quiere una plataforma
de partidos para que él la pueda controlar.
Lo que podría acabar en una esperpéntica campaña electoral en
Barcelona donde un prófugo o un preso podría ser el candidato
soberanista, Colau sería la candidata española y Valls el candidato
francés.
(*) Periodista
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