Escuchar, escuchar, escuchar. Desde que ganó las primarias frente a
la diputada María González Veracruz, el secretario general del PSOE ha
conjugado el verbo escuchar por encima de cualquier otro, y esta
inclinación inmanente a prestar atención es con certeza el santo y seña
de su mandato en los cien días de luces y alguna sombra transcurridos
desde aquel 30 de septiembre de 2017 en que Diego Conesa se llevó el
gato al agua por 2.485 votos frente a los 2.265 de su adversaria, que
parecía tener ventaja pero se quedó con el regusto amargo de una derrota
inesperada y la sospecha de que la Comisión Ejecutiva Federal (CEF) se
había entremetido en favor del alcalde de Alhama.
No es Diego
Conesa un líder carismático al que no quepa discutir sus decisiones,
pero la carencia de ‘sex appeal’ político se ve suplida en su caso por
altas dosis de sentido común. El hálito que su trayectoria desprende al
cabo de tres meses dibuja una estela de coherencia y de mucho trabajo,
más que una personalidad fulgurante, de la que tampoco pueden presumir
los otros mandatarios de la Región, todos los cuales adolecen por igual
de lo mismo -la falta de unanimidad entre los suyos-, quizá porque
acaban de salir del nido y no terminan de cuajar, o porque los
caudillajes se acabaron con Valcárcel y esto es lo que hay.
La
bisoñez hizo que Conesa se dejara ningunear por el palacio de San
Esteban cuando el nuevo presidente de la Comunidad Autónoma lo puso a la
cola, por detrás de Ciudadanos y Podemos, en su primera ronda de
audiencias a los dirigentes de los partidos con representación
parlamentaria. Y una imprudencia -error inhabitual en él- le llevó a
hablar de ‘socialistos’ para referirse a sus antecesores en el PSOE, en
lugar de decir, simplemente, lo que quería decir: que se acabó el tiempo
en el que un grupo reducido de la Ejecutiva regional decidía por los
afiliados.
La adjetivación, más propia de contrincantes que de
compañeros, era innecesaria y estuvo a punto de incendiar el ánimo de
muchos de los militantes que habían perdido su apuesta por María
González y se mantenían, leales, en el letargo orgánico. Ahí siguen, por
cierto, a la expectativa de lo que haga el secretario general. La
primera prueba de fuego está cerca ya. Las elecciones que las trece
agrupaciones locales de Murcia celebrarán en abril para elegir una
ejecutiva municipal permitirán saber si la mitad del partido que en
septiembre arropó a la diputada (50,64% de los votos) decide ajustar
cuentas, o no, con la otra mitad que prefirió a Diego Conesa (48,8%).
Todo dependerá de cómo el secretario general aborde el proceso, cuyo
diseño ha encargado al veterano José Ignacio Gras y al que María
González no piensa -hoy por hoy- concurrir personalmente, pero para el
que exige una solución de consenso que respete su mayor influencia en el
municipio, la misma demanda que planteará cuando las primarias para
confeccionar las candidaturas municipales de 2019 lleguen a Cartagena y
Lorca, feudos también de la diputada y donde Conesa se ha anticipado ya a
garantizar la continuidad de los actuales responsables socialistas, en
una señal inequívoca de su deseo de contribuir a la paz interna.
El
caso es que el PSRM está tranquilo, en parte por el agotamiento
derivado de contiendas aún recientes que le entumecieron las ganas de
pelea, pero también y en gran medida porque el secretario general se ha
ganado su respeto, más allá de algunas consideraciones críticas, como
que le falta genio político, que el partido socialista no termina de
imponerse como líder que es de la oposición, acogotado por un
protagonismo superior de Podemos y Ciudadanos en la Asamblea Regional, y
que quien está llamado a disputarle la presidencia autonómica al PP
todavía no le ha puesto a Fernando López Miras los pavos a la sombra con
mensajes de calado que entusiasmen al electorado.
Pero estas sombras no
alcanzan a oscurecer los primeros cien días de Diego Conesa, en los que
el PSOE ha hablado de agua más que en veinte años, sabedor de que el
agua da y quita votos en Murcia y de que está en condiciones, ayudado
por los estragos de la sequía, de cogerle la delantera al PP.
Diego
Conesa se ha reunido con antiguos responsables socialistas de
agricultura como Fuentes Zorita y José Luis Albacete, ha estudiado el
legado que dejó el malogrado exconsejero Antonio León, ha debatido la
situación al detalle con los sindicatos de agricultores, los regantes
del Trasvase y los exportadores de frutas y hortalizas, ha montado una
conferencia abierta del agua, y del agua debatirá el Comité Regional en
su próxima reunión del 10 de febrero, a la que Conesa ha invitado a
todos los ex secretarios generales del partido para que también ellos
colaboren en la reconstrucción de un programa socialista plausible en
materia de recursos hídricos.
Escuchar, escuchar y escuchar. Más
de ochenta reuniones ha mantenido en este tiempo el mandatario del PSOE
con grupos de la sociedad civil, entre los que ha encontrado un fuerte
desencanto con las políticas del PP en la Región (donde gobierna desde
hace 23 años), y a los que ha dejado, por lo general, la impresión de un
político abierto, congruente y capaz. La Ejecutiva federal ha situado a
Murcia entre sus objetivos prioritarios de cara a la triple
convocatoria electoral de 2019 (municipales, autonómicas y europeas),
convencida de que esta es una de las regiones con más posibilidades de
reconquista, y en las que Pedro Sánchez más se volcará también
personalmente para empujar a su gente hacia el poder.
Los
socialistas de su pueblo conocen bien la tenacidad de Diego Conesa y la
exigencia que imprime a sus proyectos. La candidatura a las municipales
de Alhama que ganó en 2015 se formó después de seis meses en los que
todos los afiliados que aspiraban inicialmente a integrarla tuvieron que
asistir cada sábado a clases básicas de formación y comprometerse a
patear la calle para buzonear puerta a puerta la propaganda socialista;
un cordón sanitario que alumbró, en opinión de Conesa, la mejor lista
posible.
A eso se refería el secretario general del PSRM cuando
torpemente habló de ‘socialistos’: «¿Cómo va a ser lo mismo que todos
los afiliados participen, trabajen y dispongan de idénticas opciones
para salir elegidos que una decisión tomada desde arriba por unos pocos
dirigentes?».
De ahí también su empeño en restituir mediante primarias
la agrupación municipal de Murcia, que la Ejecutiva anterior troceó para
evitar reinos de taifas que resultaran ingobernables. Diego Conesa
tiene una máxima para explicar su acusada devoción por hacer primarias
para todo: «Mil doscientos compañeros tienen más posibilidades de
acertar que media docena de dirigentes».
Lo de escuchar es casi
una obsesión para Diego Conesa, que se apunta una sorprendente
frustración personal cuando se le pregunta por lo peor de su gestión al
cabo de estos primeros cien días: «Quizá no he escuchado lo suficiente».
(*) Columnista
http://www.laverdad.es/murcia/cien-dias-diego-20180204163928-nt.html
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