Se han cumplido este sábado cien días en prisión del vicepresident
Oriol Junqueras y del conseller Joaquim Forn. También cien días del
ingreso en las prisiones de Estremera y de Alcalá Meco de todos los
miembros del Govern que no emprendieron el camino del exilio a Bruselas.
Como es sabido, seis de ellos la eludieron cuando llevaban algo más de
un mes encarcelados. También Jordi Sànchez y Jordi Cuixart llevan
incluso algunas semanas más privados de libertad en Soto del Real
que Junqueras y Forn. Hay hasta un millar de investigados —la gran
mayoría alcaldes— en una lista que no deja de crecer por el referéndum
del 1 de octubre y la declaración de independencia en el Parlament.
Se han filtrado esta semana los audios de las declaraciones de todos
los detenidos —consellers y presidentes de la ANC y Òmnium— ante el
Tribunal Supremo, en un acto que solo busca la humillación y el escarnio
público de los declarantes. Nada se conoce de una flagrante violación
de derechos que los abogados han denunciado. Junts per Catalunya y
Esquerra Republicana andan a la greña en una legítima confrontación
partidista en tiempos normales, pero incomprensible en la situación
política actual. El derrotismo gana terreno jornada a jornada en el
bloque independentista de a pie; entre aquellos del Jo ja ho deia.
Y, sin embargo, el Gobierno español y Mariano Rajoy están tan lejos
de ganar la batalla catalana que es imposible que ello, hoy por hoy,
acabe sucediendo. El unionismo ha cometido siempre el mismo error:
interpretar las discrepancias de sus adversarios como una oportunidad
para atacar sin pudor elementos centrales del catalanismo: de la lengua a
los funcionarios, de los maestros a los Mossos d'Esquadra, de las
instituciones de autogobierno a TV3 y Catalunya Ràdio, de la democracia a
la libertad de expresión.
Por eso el 21 de diciembre el resultado
electoral no fue el que se esperaba en Madrid. Y por eso también la
victoria del independentismo no ha sido aceptada en la práctica, la
represión de los encausados ha aumentado y cada vez más personas han
pasado a formar parte de las listas de investigados por la Guardia Civil
o el Juzgado de Instrucción número 13 de Barcelona.
Mientras el discurso político desde Madrid esté en manos de ministros
torpes e ignorantes, de personajes como los populares Martínez-Maillo
y Pablo Casado; de los socialistas Óscar Puente y José Luis Ábalos, y de
Ciudadanos en sus diferentes versiones, los improperios e insultos
son el único guion posible. Y la represión en sus diferentes facetas, el
único discurso.
Por eso necesitan a Junqueras, Sànchez, Cuixart y Forn
en prisión, aunque sea injusto, excesivo y desproporcionado. Y por eso
también su cautiverio —duro e inhumano— no está siendo en balde. La
fuerza siempre es la imagen de la derrota, nunca de la victoria.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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