En todo conflicto, controversia,
batalla, hay momentos altos y bajos y los segundos son aprovechados por
el adversario para imponerse. Las portadas de la prensa con motivo de
los arrepentimientos de los dos Jordis y Forn son como peanes de
victoria mostrando en cadenas a los vencidos.
Los líderes del "procés" presos se retractan y aceptan la ley trompetea El País en primera. El editorial ya va más a fondo y tira exclusivamente contra el presidente Puigdemont (Esperpento catalán).
Acierta. Él y Junqueras son los objetivos por derribar. Son los dos
líderes políticos de este movimiento social. El uno está en la cárcel;
el otro, en libertad en el extranjero con mucho margen de acción. Y los
dos, como de común acuerdo, piensan que hay que aguantar.
Es el espíritu
del artículo de Puigdemont que hoy publica Politico.Eu, un semanario muy leído en Europa y América, titulado Cataluña no será acallada
Gracias, Serri). El pie del artículo aclara que Puigdemont es
expresidente del gobierno catalán, que está acusado de sedición y
rebelión en España y actualmente reside en Bélgica. Uno en la cárcel y
otro en el exilio y así parece que van a seguir durante un tiempo.
Porque si los seres humanos somos en el tiempo, según el filósofo,
arrebatárselo a alguien es el peor de los castigos, es privarle de una
parte de su vida. Ante la eventualidad, los ánimos difieren. Hay quien
prefiere evitar el castigo y quien, como Mandela, lo arrostra más de
veinte años. Ese ser en el tiempo vive muchos estados de ánimo.
¿Qué
decir de las bajas? Que somos humanos, somos en el tiempo, tenemos
derecho a vivir y cada cual afronta estos momentos a su modo. Lo cual es
absolutamente comprensible y en modo alguno vituperable. No lo es si
esas supuestas retractaciones y reniegos son sinceras y no lo serían si
fuesen insinceras. Es el tribunal el que carga aquí con la
responsabilidad de juzgar a la gente por sus convicciones cuando exige
retractación pública. E pur...
La
experiencia de ver a los líderes humillados en las horcas caudinas
solivianta los ánimos de mucha gente que los ha seguido. He visto alguna
pieza enfurecida. Es comprensible. Y muy de tener en cuenta la
advertencia de que abandonar la hoja de ruta sería una canallada y un
fraude épico para millones de personas que se pusieron en marcha con un
objetivo compartido, aguantaron la violencia represiva del Estado y
reiteraron su voluntad pacíficamente el 21D, tras haber aplaudido la
declaración de independencia que trajo el 155 y la situación, esa sí,
esperpéntica de un Estado de derecho en perpetuo estado de excepción.
Solo
dos observaciones encadenadas: a) no es posible juicio moral alguno
sobre los actos de los procesados. Cada cual aguanta hasta donde puede.
Obligarlos además a mantener una doble actividad política y judicial
quizá no sea lo más adecuado, ni siquiera desde el punto de vista
operativo. Los tres procesados por una parte y Forcadell por la otra
tienen derecho a pedir el relevo para hacer frente a sus asuntos
judiciales.
Y
es lógico que lo tengan por la segunda obervación: b) cierto, la acción
colectiva popular tiene el efecto de un proceso constituyente de raíz
popular, revolucionaria. Necesita una dirección. La tiene y muy
simbólica en las personas de los dos líderes, uno en prisión y el otro
en el exilio. Y en este orden simbólico debe mencionarse una tercera
figura, Artur Mas, cuya autoridad no ha dejado de crecer en el seno del
movimiento independentista, en proporción a la furia vengativa del
Estado contra él quien, no contento con procesarlo por la vía penal, ha
movido al Tribunal de Cuentas a que le embargue su vivienda. Una medida
ruin que convierte en víctima no solo a Mas sino a sus descendientes.
El Estado a veces acierta. Así como El País señala
a Puigdemont como el enemigo público nº 1 de la democracia, el gobierno
lo hace con Mas. Y no sin razón: Mas fue el responsable del primer
referéndum, el del 9N, con el que se daba continuidad y se resumía la
serie de referendums que habían ido celebrándose en distintos municipios
catalanes desde 2009, generalmente impulsados por la CUP. Por eso
quieren buscarle la ruina. Y él continúa.
Cuando
un movimiento social tiene un apoyo político transversal, desde la
burguesía neoliberal hasta los antisistema, pasando por varias muestras
de la izquierda más socialdemócrata; cuando integra una acción colectiva
social muy extendida y coordinada; cuando tiene un relato nítido,
pacífico y democrático, cuenta con líderes firmes y una atención
internacional creciente, entonces, lo que suceda entre estos puntales de
espacio y tiempo, es secundario. Las personas son reemplazables y, si
hubo miles de voluntarios para organizar el referéndum del 1º de
octubre, también los habrá para cubrir los cargos o plazas que queden
vacantes por la razón que sea.
Todas
las personas son reemplazables, hasta los líderes. Cosa que estos
entenderán si llegan a la conclusión de que su presencia (incluso a
distancia o entre rejas) es perjudicial al movimiento. Pero será una
conclusión que alcancen ellos, no la que diga El País con su habitual agresividad. Y, de momento, no se vislumbra razón alguna para que lo hagan.
Con
lo que sigue rigiendo el apotegma reciente de Mas: "primero, la patria
(Catalunya); después, el partido; y luego, la persona". Un hombre que
hace lo que dice.
Va a ser difícil elegir un presidente de la República Catalana cuando toque.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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