El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, está en un mal momento,
pero claro, lleva así muchísimos meses, y por eso quizá no se le nota.
El cante en la Audiencia nacional de Correa, Crespo, Pérez y Costa que
ha dejado al PP a la altura del betún, le tiene tocado, y prepara ya con
sus abogados su nueva comparecencia en la Audiencia nacional, donde
casi seguro tendrá que comparecer como testigo de nuevo, aunque con las
nuevas acusaciones en posición más débil.
Y ahora llega el Consejo de
Estado, ye le dice al Gobierno que, en contra de lo que pensaba el
Ejecutivo, no hay fundamento para presentar recurso contra la decisión
del presidente del Parlamento catalán, Roger Torrent, de proponer la
candidatura de Carles Puigdemont para presidir la Generalitat. Lo había
anunciado, pomposa, Soraya Sáenz de Santamaría, que, no lo olvidemos, es
quien ejerce la presidencia de la Generalitat desde la aplicación del
artículo 155.
El Gobierno y los hombres y mujeres de Rajoy insisten en que
Puigdemont no será investido de ningún modo, y en que la sesión no se
llevará siquiera a cabo. Pero al estas alturas ya tenemos muchas dudas,
pese a lo serios que se ponen cuando lo proclaman. Y ojo que, tras la
aparente tranquilidad y rotundidad de los portavoces gubernamentales,
hay nervios, preocupación e inquietud en las filas rajoyanas, y tienen
al ministro Zoido en un ¡ay!, pendiente hasta de las alcantarillas para
evitar una aparición sorpresa del fugado Puigdemont, a la que temen como
a un nublado.
Y los antecedentes apuntan a que Puigdemont y los suyos,
hasta la fecha, le han ganado ya algunas partidas al Gobierno de Rajoy, o
sea que ojito, que en cualquier momento aparece de sorpresa...
Y la opinión pública sigue estupefacta, cansada, hastiada del
“problema catalán”, y sobre todo de que no se solucione, Y la decisión
del Consejo de Estado deja en mal lugar al Gobierno, y a Santamaría,
que, no lo olvidemos, es la gran responsable del fracaso del Ejecutivo
en relación con Cataluña, desde la “Operación diálogo” que acabó con la
farsa del 1 de octubre. Había dudas en el Gobierno respecto a la
fundamentación jurídica del recurso que ha anunciado hoy la
vicepresidenta.
Pero tras el pronunciamiento del Consejo de Estado han
quedado disipadas. A ver qué hace ahora Soraya Sáenz de Santamaría, que
como responsable también de los servicios de inteligencia, está quedando
como la chata, aunque ella esté contenta porque uno de los suyos,
Ayllón, vaya a sustituir al embajador Moragas en la jefatura de Gabinete
del presidente.
Cataluña sigue siendo el gran quebradero de cabeza, y lo que te
rondaré morena. Aunque desde Moncloa se insiste en que en Cataluña hay
“normalidad institucional”, nada es normal desde hace mucho tiempo.
Puigdemont sigue teniendo en jaque a la política española, está
partiéndose de risa dese Bruselas, está ganando buena parte de la
batalla mediática e incluso en ocasiones llega a percibirse como un
vacile en toda regla a Rajoy y el Gobierno de España. Lo poco que hay de
normal en Cataluña es, ciertamente, que los independentistas, desde la
aplicación del 155, no ocupan las instituciones y las utilizan su
antojo.
La fuga de Puigdemont resulta ya un esperpento, pero algunos siguen
tomándoselo en serio. Y conviene tener en cuenta de que, aunque estemos
ya casi en carnavales, el secesionismo catalán no es una chirigota, va
muy en serio, y ojo que en torno a 2 millones de catalanes siguen
apoyándoles, lo cual es un problema que no se resuelve con el 155.
Aunque tras la aplicación del 155 pudo parecer que el sentido común
se podía imponer entre los líderes independentistas y que se podían
encontrar otros caminos, su empecinamiento en investir al fugitivo
Puigdemont evidencia que aún están atrapados como rehenes por un
político que ha acreditado su escaso fuste y su irresponsabilidad. No se
sabe si, además del enfrentamiento abierto con España, pretenden algo
más a estas alturas. La investidura es un imposible.
El Gobierno no sabe
como salir del atolladero. El PP no tiene ninguna propuesta política
que no sea la estricta aplicación de la legislación vigente y Puigdemont
y los suyos se sienten como peces en el agua en esta situación kafkiana
que les permite seguir ocupando escaparate en los medios, portadas,
tertulias y telediarios y telediarios.
(*) Periodista
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