Decían enfrentarse a una conjura de
iluminados que saldrían corriendo en cuanto el Estado se pusiera serio.
Hablaban de unas masas tumultuarias que fue preciso aplacar con
contundencia mediante la fuerza pública y el uso legítimo de la
violencia. Reaccionaron frente a un esperpento parlamentario con
declaración ilegal y disparatada de independencia.
Encarcelados o
exiliados los líderes, los tildaron de cobardes, fugados, arrepentidos.
Vieron el desplazamiento de 45.000 a Bruselas el siete de diciembre como
una peregrinación de lazos amarillos, similar a las de Lourdes.
Descontaron un resultado electoral el 21D con un triunfo de las fuerzas
independentistas.
Ni
una. Nada de conjura de iluminados, ni de tumultos (salvo los que
organizan los constitucionalistas), ni de cobardía o arrepentimiento de
los líderes, ni de peregrinación, ni de derrota en las urnas.
Un
movimiento social muy fuerte, muy extendido, concienciado y con fuerte
voluntad, y unos líderes sólidos, coordinados y con el apoyo del
movimiento en su conjunto. Estos genios del bloque del 155 (B155 de
ahora en adelante) han dibujado el escenario de una ciudadela sitiada
por una mezcla de bárbaros, mercenarios y asaltacaminos, más o menos
encuadrados en algún orden regular.
Han dibujado la Resistencia frente
al imperio. Nunca han tenido la iniciativa política; han perdido la
batalla del relato; y ahora solo les queda la fuerza bruta disfrazada
con toga judicial.
El País, abanderado de la batalla contra el independentismo, acude a la táctica de minar la moral de los adversarios,
pues no puede levantar la propia. El punto más antiguo de esa táctica
es dividirlos, difundir rumores y bulos para enfrentarlos entre sí. ¡El
secesionismo desestabilizado! Ahí es nada. Ante esta buena nueva, hasta Arrimadas se anima a pujar por la presidencia.
Ya solo con esta posibilidad se garantiza la unidad monolítica del
bloque independentista y hasta la CUP, horrorizada, corre a integrarse
en el govern.
En el propio vídeo que El País acompaña a su
noticia (véanlo, es breve), se dice lo contrario de lo que esta afirma.
De desestabilizar, nada. La noticia se engancha al final en la frase de
Rufian: si Puigdemont no puede ser presidente, ellos proponen a
Junqueras. Lógico: ¿quién va a sustituir a un Presidente que causa baja
por el motivo que sea? ¿El ganador de la vuelta ciclista?
Estas
y otras majaderías (como la habitual cospedaliana de manosear otra vez
al ejército) no consiguen ocultar el miedo del B155 a los líderes
independentistas. Son honrados, íntegros, tienen carisma, luchan con
sacrificio personal por una causa, la gente los apoya y los sigue y
todos están movidos por un mismo objetivo. Nada de eso hay en España.
Nada. Un gobierno de mafiosos, una oposición claudicante, unos medios
comprados, una justicia desprestigiada, unas masas que solo se movilizan
contra Cataluña, un país saqueado y extraordinariamente débil en el
concierto internacional.
Miedo
cerval. El B155 está dispuesto a hacer lo que sea para que esos líderes
no tomen posesión de los cargos. Se entiende, aunque no sea
justificable. Les va la carrera en ello. A los de triunvirato nacional
Rajoy/Sánchez/Rivera y quizá también al afuereño Iglesias. Que se salgan
con la suya de impedirlo o no dependerá de las respuestas que puedan
dar a estas dos preguntas: 1ª) ¿a qué coste; 2ª) después, ¿qué?
De
momento, el resultado de las elecciones del 21D exige que todos los
diputados electos puedan tomar posesión de sus actas, constituir el Parlament y, a continuación, constituir el govern, cuya primera declaración, su duda, será considerarse restituido antes que constituido.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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