La mayoría de los medios ha ido en busca de las declaraciones de M. Rajoy al 21D. Grave error por distracción.
En realidad, la declaración que importa sobre el 21D la ha hecho la cancillera Merkel
poniendo nuevos deberes al presidente de la Gürtel. Mientras se los
traducían, el hombre ha declarado las habituales sinsorgadas del tenor
de reunirse con Arrimadas, que ha ganado las elecciones y que el
gobierno entrante habrá de cumplir la ley. No como lo hace él, sino de
verdad. Advertencia dirigida a los indepes, los únicos en situación de
componer gobierno, no a Arrimadas, quien no tendrá ocasión de cumplir ni
incumplir nada.
Los deberes son: a) que se constituya el govern
salido de las elecciones, lo que significa, retirada del 155, vuelta
libre de los exiliados y liberación de los presos; b) que España y
Cataluña lleguen a un acuerdo dentro del marco de la Constitución de
1978. Me atrevo a decir que la a) es obligada y condición indispensable
para la b). En cuanto a la b), dependerá de la voluntad y los actos de
las partes.
Este
desgobierno caótico (judicialización inquisitorial, euro-órdenes de
quita y pon, indicios de formación de una causa general contra el
independentismo) ha superado el nebuloso orden de las declaraciones para
entrar en el de las decisiones de envergadura. Quien de verdad ha dado
respuesta al 21D ha sido el Tribunal Supremo. Parece dispuesto a
imputar, de momento, a cincuenta personas por el delito de rebelión.
Ayer, a Mas (por otro lado, embargado), a Rovira y a Gabriel.
Da la
impresión de que la dinámica también escapa al control de este gobierno
de ineptos. Empezaron controlando a los jueces y ahora los jueces los
controlan a ellos. El sistema se comporta autónomamente, se independiza,
es autopoyético, según la teoría de Maturana y Varela, pasada luego a
lo sociopolítico por Luhmann. Y la dirección de la autopoiesis es de
creciente fascistización o, si se prefiere un término menos agresivo, desdemocratización
o lo que antes se llamaba involución o reacción. Cómo encaje eso en la
posibilidad de llegar a acuerdo alguno es un misterio que ni Sant Ramon
de Penyafort puede desvelar.
El
delito de rebelión está clarameente tipificado en el CP : "Son reos del
delito de rebelión los que se alzaren violenta y públicamente para
cualquiera de los fines siguientes:" y los enumera también
taxativamente. Si olvidamos las dos condiciones de violencia y
publicidad, algunos de los fines son los de los posibles imputados.
Otros, en cambio, podrían atribuirse al gobierno a quien también cabría
imputar por rebelión si se cumplieran las dos condiciones previas,
violencia y publicidad.
Porque
aquí está el meollo o quid de la cuestión. La publicidad es evidente.
¿Y la violencia? Es evidente que no. El movimiento indepe es
radicalmente no-violento y lo ha demostrado y hay carretadas de pruebas
de todo tipo. Fue necesario tergiversar el contenido de unos vídeos para
justificar el encarcelamiento de los dos Jordis. Para los demás, ya
bastó con una cuestión de convicciones políticas, como en los buenos
tiempos de los autos de fe.
Entonces,
si no hay violencia, no puede haber rebelión. Bueno, contestan los
jueces, todo dependerá de lo que se entienda por violencia. Y ya la
hemos liado. La lógica jurídica abandona su objetivo pedestal y se
mezcla con la turba sociológica, esa según la cual la realidad social no
existe sino que es el producto de la construcción colectiva; un
constructo, vamos. Y, por ahí, los de la "construcción social de la
realidad" abrieron el camino a la iconoclasia de la postmodernidad que
se autodevoró con la teoría de la postverdad. ¿Qué es violencia? Lo que
los jueces digan que es violencia. Y punto.
¿Por qué se imagina el
personal que el gobierno vive más atento a las promociones, remociones,
sustituciones, turnos de jueces que a las preguntas de la oposición?
Para que los jueces digan que hubo violencia donde tenía que haberla habido pero no la hubo.
De nada importa que en el desarrollo del artículo se hable de estragos,
de armas, de combates. Es igual, los límites de la violencia los
fijarán los jueces, si es necesario mediante tropos retóricos como los
que usaba el finado fiscal Maza cuando hablaba de las turbas, con prosa digna de Joaquín Arrarás.
Por
cierto, en la actuación policial del 1/10 hubo violencia, estragos,
heridos, armas, fue pública y se hizo por dos de los fines previstos en
el artículo 472 CP: "disolver (...) cualquier Asamblea Legislativa de
una Comunidad Autónoma; sustituir por otro el Gobierno (...) de una
Comunidad Autónoma". Decir que el gobierno está facultado para ello por
el 155 no es válido a fuer de falso pues no autoriza a hacer lo que se
ha hecho. Está claro que el concepto de violencia responde a la
postverdad: donde no hay violencia, la hay y donde no la hay, la hay.
Orwell era un ingenuo. Creía que la inversión de los opuestos era
consecutiva; puede ser simultánea. También se llama ley del embudo en
lenguaje de zapatilla.
Aquí
debiera concluir este comentario pero la ampliación, flexibilización y
manoseo de la violencia puede conseguir algo insólito, como convertir
una democracia en una dictadura. Prueba, dicen los escépticos, de que no
era una democracia. Por supuesto, pero eso es ocioso. Lo interesante es
que extendiendo postverdaderamente el concepto de violencia y
administrándolo con la teoría aristotélica de las causas, tenemos
razones suficientes para prohibir los partidos independentistas.
Todo el
que postule la independencia de Catalunya está fuera de la ley. Así,
las elecciones son más fáciles. Hasta se prescindiría de ellas. Los
partidos dinásticos podían repartirse los escaños a la bono-loto, más o
menos como lo hacía el ilustre prócer, entre las familias del régimen
que tanto se parecía a este. El problema: definir como democracia un
lugar en que se prohíben partidos por razones ideológicas es complicado.
Creo que imposible.
Aquí
no hay rebelión alguna, como no hay unilateralidad alguna, salvo las
del bloque del 155. Lo que hay es un problema político-constitucional en
el que los tribunales y la represión están de más, pues se trata de
algo que debe resolverse en una mesa de negociaciones. Y al nivel más
alto y más representativo posible.
Lo ha formulado con toda crudeza el
presidente Puigdemont al decir que el 21D ha sido la victoria de la
República Catalana sobre la Monarquía del 155. Ahora debe implementarse.
Si este gobierno es incapaz de encontrar una solución civilizada a este
conflicto, que dimita y dé paso a otro. Si esto no sucede, la oposición
debe plantear una moción de censura, echar al PP y tantear un gobierno
capaz de negociar con los independentistas o convocar nuevas elecciones
en España.
La constitución del govern ,
o primer deber de Rajoy, implica la vuelta de los exiliados y la salida
de los presos. Sin actuaciones de ningún tipo. Ese es el camino
preparatorio de un encuentro: descriminalización de todas las
actividades relacionadas con el procés y restitución a todo el
mundo en sus derechos, títulos y propiedades. Aquí es donde se ha de ver
si el sistema entra en una dinámica enloquecida y se suicida o retorna a
un estado de equilibrio.
Por
una curiosa hipocresía de la historia, nuestra cultura reserva un lugar
venerando a los rebeldes, los que rompieron moldes y, con su ímpetu
(aunque lo pagaran muy caro a veces), nos han traído hasta aquí, cúspide
del desarrollo humano. Rebeldes fueron Espartaco, Cristo, Prisciliano,
Bruno, Lutero, etc. La rebeldía de la juventud es un icono romántico de
las vanguardias. Hasta que nos toca a nosotros. Hasta que hemos de
habérnoslas con un rebelde, uno que no atiende a nuestras razones ni
comparte nuestros principios. Ahí nos sale la raza. La de siempre. La
que nos ha traído a las susodichas altas cúspides en que nos
encontramos.
Lo
del delito de rebelión con violencia conceptualmente contrahecha debe
meditarse más. No es que la rebelión y la violencia sean distintos sino
que se repelen como los polos del mismo signo. Solo puede haber rebelión
si hay violencia como causa de fuerza mayor, no construida.
Entrevista en la radio de Gara
Tiene gracia. He visto docenas de
políticos, periodistas, publicistas, expertas, politólogas, sociólogos
soltando doctrina desde todos los púlpitos mediáticos, generalmente con
la misma cantinela. En la SER (en donde hay de cada mendrugo lleno de
ínfulas que da risa), en la 4, la 6ª, etc. Y todos más o menos lo mismo:
análisis complaciente con el poder corrupto de la banda de ladrones,
tratando de minimizar el desastre de ese niñote majadero de Albiol, de
maximizar la pírrica victoria de Arrimadas, de poner en duda la victoria
del independentismo y vaticinarle un futuro aciago, de salvar la cara
de los oportunistas de los Comuns-Podem y de olvidar las ridiculeces de
Iceta.
Así
que, dicho sea sin ambages: si quieren ustedes escuchar un análisis
como no lo harán en los medios tradicionales (ni en los digitales, en
donde reina el sectarismo y cierre clientelar que en los otros) prueben con esta entrevista en la radio vasca.
Todavía tiene más gracia porque esta radio emite desde el otro lado de
la muga. O sea, como siempre, en España, para hablar con libertad y sin
sumisiones tienes que irte al extranjero.
En fin, espero que sea del agrado general.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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