Primero, la agencia Efe publica que los Mossos habrían espiado al líder del PP y candidato a la Generalitat, Xavier Garcia Albiol, y al delegado del Gobierno español, Enric Millo. Segundo, la noticia es rápidamente amplificada por los medios de comunicación afines al ejecutivo de Mariano Rajoy con el consiguiente escándalo político. Tercero, Albiol, rápidamente al quite, ve el caso más propio de la Gestapo y de regímenes totalitarios. 

Siempre el nazismo como frame del independentismo para el gran público. Cuarto, los Mossos lo niegan oficialmente a través de la Conselleria de l'Interior hoy intervenida en base al artículo 155 de la Constitución. Y, cinco y último, por ahora, el Ministerio del Interior dice que no le consta nada de todo ello y que el informe de la Policía Nacional aún no está acabado.

Ocho horas hay entre la primera y la última noticia, toda una eternidad en un mundo en que la inmediatez de la información unida a la campaña electoral catalana acaba propagando las noticias a una enorme velocidad y los bulos a una velocidad supersónica. 

Una parte del daño a la policía catalana ya está hecho y desde el atentado terrorista del pasado mes de agosto, que solventaron con una pericia y una enorme profesionalidad fuera de cualquier discusión, parece que los Mossos han entrado en una especie de caza de brujas desde Madrid de sus responsables, sus actuaciones y su eficacia. 

No ayuda a todo ello la dependencia del Ministerio del Interior, que tras la supresión de la autonomía ha acabado tomando el control del cuerpo y relevando a su máximo responsable, el Major Trapero, investigado (antes imputado) por la Audiencia Nacional por el 1 de octubre y al que se le han encomendado tareas administrativas.

Aunque ya se sabe por campañas electorales anteriores que todo acaba pasando como una escandalosa noticia aunque sus efectos especiales la presenten como absolutamente veraz, alguien debería pensar en la necesidad de dejar a la policía catalana al margen de la contienda política. Ya sé que no va a ser así, porque una parte de la vergonzosa campaña que se está llevando a cabo consiste precisamente en desprestigiarla al máximo para que no forme parte de la élite de las policías europeas. 

Aquella imagen de los Mossos elogiados en todo el mundo por la resolución de los atentados de La Rambla y Cambrils y lo que quería decir de reconocimiento internacional, era de muy difícil digestión. Sobre todo, cuando se ha hecho siempre lo posible para que siempre estuvieran un escalón por debajo de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Aquella vieja retahíla de los años 80 de que Catalunya tuviera una policía folklórica y poca cosa más, porque los catalanes de esos temas ni sabían nada, ni les gustaban.

Lo cierto es que, más de treinta después, la policía quizás sigue sin gustarles a los catalanes. Pero saber, ya es otra cosa.


(*) Periodista y ex director de La Vanguardia