La cuestión catalana ya no es un "asunto
interno" español. En realidad no lo ha sido nunca. Ha sido una asunto
español, sí, pero no "interno". Aunque Rajoy aspiraba a que así lo
declararan los jueces belgas.
La
decisión de Puigdemont ha puesto patas arriba la estrategia del
gobierno, la material, pues aquel no está en la cárcel en España, y la
comunicativa, pues en cambio está en todas las televisiones europeas.
Con el daño que ello hace, sobre todo porque las informaciones suelen ir
acompañadas de las tremendas imágenes de la policía y la guardia civil
apaleando a mansalva a la gente.
El
triunvirato nacional y sus animadores arremete contra Puigdemont a
campo abierto: es un cobarde, un traidor a sus seguidores; lo suyo es un
vodevil, un esperpento. Todo producto de la rabia incontenida, no ya
por la cuestión en sí, sino por la necedad de la decisión en un primer
momento. Nada de esto se hubiera producido si el triunvirato no hubiera
decidido restablecer la legalidad Gürtel en Cataluña judicializando el
proceso. Una vez dado el paso (propio de unas gentes que no ven más allá
de sus autoritarias narices) nada tiene de extraño que los afectados
por la judicialización tomen las medidas que estimen más convenientes
procesalmente.
Y una de estas medidas es obligar a las instancias
europeas y a una justicia europea a intervenir. Puigdemont es un
ciudadano español y, como tal, aunque Rajoy lo ignore, ciudadano europeo
y ha ido a Europa a hacer valer sus derechos. Si el gobierno no quiere
que eso se dé, que trate de privar a Puigdemont de la nacionalidad
española cosa que irónicamente este agradecería. No puede. En los países
de "nuestro entorno" hay justicia.
Ese
es el problema del bloque nacional español, al darse cuenta de que, por
su mala cabeza, ha puesto la justicia española en comparación con la
belga. Y salen las vergüenzas. Tantas que hasta el fiel aliado de Rajoy,
Sánchez, ya empieza a murmurar por los rincones que esto de la
judicialización no resuelve nada. Claro que no; es un dislate mayúsculo.
Exactamente el que por falta de raciocinio han apoyado unos socialistas
tan enajenados en su fiebre nacional que se manifiestan con fascistas y
nazis.
Pero no importa. El núcleo ideológico del triunvirato, El País,
sigue fabricando la ideología para justificar un golpe de Estado
antidemocrático y el empleo de una forma de dictadura constitucional
(art. 155), hablando de una democracia y un Estado de derecho que solo
éxisten en los sueños de sus rotativas. Están tan idos que lo reconocen
explícitamente.
Dicen: Puigdemont
y los cuatro exconsejeros que se hallan todavía en Bélgica son para la
justicia española prófugos y no un grupo de políticos en medio de una
gira internacional. Muy bien. Para la justicia española. Pero solo
para la justicia española. Para el resto del mundo es un grupo de
políticos si en gira o no aún está por ver. Y que se van a presentar a
las elecciones del 21D y tienen muchas probabilidades de ganarlas a la
cabeza de una candidatura independentista que planteará al gobierno la
angustia del eterno retorno.
Pero
lo que el mundo está viendo es el comportamiento de una justicia
española que, en punto a independencia judicial está a la cola de Europa
y ocupa el lugar 72 de 148 casos en el planeta. Es poco probable que
nadie dé un ardite por lo que esta justicia considere o deje de
considerar. Lo que esta justicia y sus amigos del poder político (esos
ministros que condecoran a jueces) y sus aliados mediáticos consideren
carece de toda relevancia. En Europa comienzan a levantarse voces
preguntándose si España está en condiciones de gestionar este
conflicto.
Fácil
de responder: no sin destruir el sistema democrático, que es lo que
está haciendo. Y no va a más porque, como era de prever, Europa está ya
sobre aviso. Así que ese es el quid de la cuestión: habéis ido tomando
decisiones erróneas una tras otra (no negociar, el referéndum, la
represión, la DI) y la última, todos a la cárcel, es mortal.
Un país, amigos, no es un cuartel.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
No hay comentarios:
Publicar un comentario