Tremendo lo declarado por el inspector
jefe de la UDEF, Manuel Morocho, ante la comisión del Congreso sobre la
financiación oculta del PP. La corrupción en estado puro,
dice. Se recordará con qué denuedo se opuso el PP a la constitución de
esta comisión. Incluso amenazó con abrir otra en el Senado -en donde
cuenta con mayoría absoluta- para fisgar en la financiación de los demás
partidos. El llamado truco del ventilador. La forma peculiar del PP de
luchar contra la corrupción.
El
país lleva más de seis años gobernado por un ciudadano que cobraba
sobresueldos en B. Incluso es posible que siendo no solo secretario
general sino también ministro o archipámpano de las Indias, porque el
registrador de la propiedad ha sido de todo en esta vida excepto
registrador de la propiedad. Seis años gobernado por alguien que no
hubiera podido hacerlo ni seis minutos en cualquiera de esas democracias
a la que, según los ideólogos de la española, tanto se parece esta.
Y
lo bueno es que lo de los sobresueldos ya se sabía desde los tiempos de
Bárcenas. Esos papeles cruzados de amarillo chillón con el infamante
"M. Rajoy", llevan años circulando. Por cierto, muy apropiado el color
amarillo, que es el del escándalo. Por eso se habla de la "prensa
amarilla". El amarillo de Los escándalos de Crome, de Aldous Huxley, que se podría convertir en Los escándalos de Gürtel.
Era algo insólito. Nadie decía nada. Y los propios sobresoldados
reputaban legítima y legal la práctica y señalaban que sí, que cobraban
sobresueldos, pero que los declaraban a Hacienda. Y jugaban a
distinguir entre legalidad y moralidad. Es lo que reconoció Rajoy en la
famosa comparecencia del 1 de agosto de 2014 (la del SMS a Bárcenas) al
llamarlos "pluses de productividad, como en cualquier empresa".
Parecían
considerarlos "normales", pero no era así. En aquellos años de los
sobresueldos, con ingresos de unos 20.000 euros al mes, Rajoy se negaba
ante las cámaras a decir a un ciudadano cuál era su sueldo y respondía
que iba justo y tenía que mirar su cuenta todos los meses porque tenía
"los problemas de todos los españoles". Hace falta tener papo. De
normales, nada. Y lo sabía. Por esos lo ocultaba. Por supuesto,
gobernaba Zapatero; desde que gobierna él, los españoles no tienen
problemas. No tienen nada. Ni problemas.
La
sospecha de haber cobrado sobresueldos en B era suficiente motivo de
dimisión en 2012. Sigue siéndolo. Y más, porque la sospecha ha
cristalizado en una acusación formal sostenida por los peritos.
Pero
no haya cuidado. No pasará nada. La preocupación por Cataluña ha
relegado a tercer lugar la preocupación por la corrupción. Y eso que la
autoridad de este gobierno y su partido para imponer legalidad alguna en
Cataluña que no sea la de la Gürtel es 0.
Se trata de ganar
Se trata de ganar. Aquí mi artículo de hoy en elMón.cat, titulado: trampas de todos los colores.
Las
elecciones del 21D son ilegales e ilegítimas, de acuerdo. Pero son.
Fácticamente. Sin duda las ha impuesto la UE porque al partido de la
Gürtel no le convienen. Y Europa apuesta por ellas,
Esto
obliga a participar porque, en primer lugar, si objetamos, podemos
perdernos en galimatías formales de normas vigentes, "suspendidas",
"aplazadas", etc., mientras los otros hacen campaña; en segundo lugar
porque, por muy puros que queramos ponernos, si se predica la
abstención, recuérdese, "el que calla, otorga" y, si el bloque
independentista, muy ofendido, se abstiene, calla y Catalunya será
gobernada por la señora Arrimadas.
Además
de participar, hay que decir cómo. Palinuro es partidario de la lista
única de país por varias razones, todas ellas opinables y discutibles,
por supuesto, excepto una, que es un hecho. El sistema de escrutinio
será el D'Hondt, que perjudica las candidaturas pequeñas y divididas.
Siempre. Cierto que se trata solo de cuatro resultados, uno en cada
provincia y que, en definitiva, la cosa puede afectar a lo mejor a dos
diputados en total. Pero, como están las cosas, dos diputadas pueden ser
decisivas.
En
todo caso, se articulen como se articulen la(s) candidatura(s)
independentista(s), el mensaje tiene que ser claro y rotundo: se elige
el primer gobierno de la República Catalana. Todo lo que sea apartarse
de ahí, será peligroso. Y si, durante las campaña, las candidaturas
independentistas se pelean entre sí, el resultado se resentirá. Esto
recuerda mucho la famosa "polémica del revisionismo" en la
Socialdemocracia alemana de fines del XIX primeros del XX entre
Bernstein y Luxemburg.
Bernstein sostenía que el movimiento (el partido
socialdemócrata) era todo y el fin (el socialismo, la revolución),
nada. Luxemburg, en cambio, defendía que, siendo el movimiento (en este
caso, diríamos, el independentista) muy importante, el fin (la
independencia) es todo.
En
todo caso, repito, se trata de ganar. Es cosa de vida o muerte porque, o
se gana el 21, o la represión del Estado será sin precedentes.
La versión castellana:
Trampas de todos los colores
De
aquí a las elecciones del 21D que el gobierno, en uso de sus facultades
dictatoriales del 155, ha tenido a bien convocar de modo ilegítimo e
ilegal, el camino estará lleno de trampas, minas de todo tipo, insidias,
manipulaciones, amenazas, chantajes y engaños. Habrá un esfuerzo
redoblado y unitario de los nacionalistas españoles para evitar que el
resultado sea una victoria del independentismo.
Es
legítimo dudar de la utilidad de las elecciones desde el momento en que
el gobierno, por boca del inefable Hernando, ya ha dicho que, si gana
de nuevo el independentismo se volverá a aplicar el 155. O, dicho de
otro modo, el propio convocante dice que las elecciones solo valen si
las gana él. Si las gana otro, hay que repetirlas… supuesto que vaya a
haber elecciones. El ánimo de la dictadura es patente.
No
obstante, dadas las circunstancias, hay que ir a esas elecciones. Si
luego, al perderlas, el gobierno quiere anularlas, tendrá que explicarlo
en Europa en donde, por cierto, aun siendo de derechas, empiezan a
estar hasta las narices de los fascistas españoles en el poder. Los
demócratas deben prepararse para una intensificación de las políticas de
provocación de la derecha, los nacionalcatólicos, los franquistas
gobernantes y su sumisa oposición.
Habrá
más vandalismo de las bandas de neonazis por las calles de Cataluña y
de España entera. Se saben impunes gracias a la tolerancia del gobierno y
la supuesta colaboración activa de los cuerpos de seguridad, empezando
por los agentes de paisano que inciten a los tumultos y agredan a
ciudadanos pacíficos, contribuyentes que les pagan el sueldo a estos
sinvergüenzas con sus impuestos.
El
gobierno del partido más corrupto de Europa incrementará las
actividades de sus policías paralelas que organizarán actos de violencia
para justificar la represión, seguirá haciendo guerra sucia, difundirá
calumnias y tratará de impedir las elecciones. Igualmente seguirá
atacando y provocando a las instituciones catalanas, siempre en busca de
un estallido en la respuesta que les permita justificar una ocupación
militar completa y no solo a medias como la que tienen ahora.
La
judicatura, a las órdenes del gobierno, seguirá aplicando el derecho
penal del enemigo a los independentistas, retorciendo los conceptos
legales y persiguiendo judicialmente opciones ideológicas y políticas no
gratas a los gobernantes. Como esa jueza Lamela, que pide a Bélgica la
extradición de Puigdemont por un delito del que no le acusa en España
(corrupción) pero que sí lo es en ese país en donde, sin embargo, no lo
son como motivo de extradición los que cita la jueza. O ese fiscal Maza ,
que see arroga el derecho a meter ciudadanos en la cárcel por razones
estrictamente ideológicas, de si acatan o no la Constitución, como
cuando la Inquisición, obvio referente del fiscal hacía lo mismo con el
dogma católico.
Los
medios públicos y privados, en un solo frente españolista basado en la
ocultación, la manipulación, la censura y el engaño. Los dos periódicos
impresos catalanes están dispuestos a publicar mentiras, bulos o
infundios si perjudican al independentismo. Lo mismo sucede con la
prensa de Madrid, especialmente El País, que está dejando atrás La Razón en punto a su bajísima calidad de pasquín anticatalán.
Igualmente,
los llamados “mercados”, esto es, los capitalistas, los banqueros, los
grandes empresarios, fomentan un clima de miedo y maniobran tratando de
descapitalizar Cataluña o financian las partidas fascistas de la porra
para atemorizar a los ciudadanos independentistas o las falsas
organizaciones sociales españolas, tipo SCC, Dolça Catalunya o DENAES,
todas ellas plagadas de fascistas estilo del viejo somatén.
Los
partidos de la izquierda española –a los que la independencia de
Cataluña ha dejado al descubierto como nacionalistas españoles-han
mostrado una vez más que son antes españoles que de izquierdas. Y
españoles de la única España que sus clases pensantes han sido capaces
de imaginar: la del señorito, el oligarca, el militar, el cura y el
intelectual a sueldo. El nacionalismo supuestamente progre trata de
matizar este asfixiante predominio de la España nacionalcatólica con
gimoteantes referencias a una miserable tradición liberal española
alimentada con cuatro o cinco nombres como Institución Libre de
Enseñanza, la II República, M. Azaña y poco más.
En cuanto el
nacionalismo imperial y cuartelario, sintiéndose amenazado, da unas
voces de manddo, estas izquierdas sin pulso ni espíritu (PSOE, Podemos,
etc) corren a refugiarse bajo el espadón de turno, abominan del odioso e
“insolidario” nacionalismo catalán y apoyan la política represiva del
Estado contra Cataluña: su ocupación militar, la dictadura, el estado de
excepción, la prisión y el exilio para sus dirigentes.
El
independentismo, que ha de estar preparado para todas estas trampas,
solo cuenta consigo mismo, con su propio pueblo y el apoyo exterior.
Este último dependerá de la fortaleza interna del movimiento, su
consistencia, su voluntad. Y todo esto, fortaleza, consistencia,
voluntad del movimiento solo está garantizado por un factor: la unidad.
La unidad, la transversalidad, es la clave de la victoria. Si el frente
anticatalán consigue romperla, no solo caerá el independentismo; caerá
Cataluña. Preservar la unidad es el imperativo categórico para estas
elecciones.
La forma más evidente y clara es una única lista electoral de país, pero el asunto no es dogma de fe y menos en un movimiento democrático. También esto puede debatirse. La unidad puede tener una u otra forma práctica, sin duda. Pero, sea cual sea esta, el espíritu, el ánimo, el fondo de la cuestión, el programa, la acción, debe ser la unidad. Porque el objetivo es único.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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