MADRID.- El Mar Menor
(en la región de Murcia) está perdiendo las conexiones con el
Mediterráneo de forma acelerada. Usando imágenes por satélite, un grupo
de investigadores ha comprobado que el principal canal natural que
conecta ambos mares se ha cerrado en un 80%. Además, mediante un dron
marino, han medido el fondo de lo que queda abierto. El promedio apenas
llega a los 25 centímetros. Si esta puerta a la renovación del agua se
cierra, la temperatura, salinidad, clorofila y turbidez podrían
comprometer el futuro de la laguna, publica hoy El País.
Además
de localidad turística, La Manga es un cordón litoral que separa el Mar
Menor del mar mayor, el Mediterráneo. La barrera, de entre 100 y 900
metros de ancho, tiene cuatro cortes a lo largo de sus 20 km de largo.
Estos canales o golas mantienen la conexión entre ambos mares, vital
para el mar interior. Gracias a ellas, se regula la salinidad y la
temperatura de la laguna y permiten el intercambio de vida. También
ayudan a reducir los altos niveles de nutrientes que amenazan su
viabilidad ecológica y que cada poco provocan una floración explosiva de
algas.
"Desde 2009, Las Encañizadas, la principal gola del Mar
Menor, ha pasado de un tamaño de entrada de 540 metros a 120 metros",
dice el investigador del Instituto Murciano de Investigación y
Desarrollo Agrario y Alimentario (IMIDA),
Manuel Erena. La mitad del estrechamiento se ha producido en los dos
últimos años. En cuanto a la profundidad del canal, "hemos pasado de un
calado de 70 centímetros a sólo 25", añade.
El cierre de Las Encañizadas podría complicar la delicada
situación del Mar Menor. El avance de la agricultura intensiva en el
circundante campo de Cartagena ha provocado un aumento en el uso de
fertilizantes (nitrógeno y fósforo principalmente). Buena parte de estos
minerales llegan a los acuíferos y, de ahí, al Mar Menor. Tanto
nutriente favorece el crecimiento de algas invasoras como la Caulerpa prolifera y la abundancia de fitoplancton, lo que le da ese tono verdoso a una laguna tradicionalmente cristalina.
Al cóctel hay que añadir las salmueras de las desaladoras y,
en especial, la presión turística de cada verano. Tanta materia
orgánica e inorgánica acaba por enturbiar las aguas, lo que impide que
la luz llegue hasta el lecho vegetal, la base de toda la cadena trófica.
"Todo lo que hay por debajo de 1,5 metros se muere", recuerda el
investigador del Imida.
Entre mayo de 2015 y el mismo mes de este año, Erena y un
grupo de colegas de varias universidades españolas y alemanas, le ha
tomado el pulso a la laguna marina. Mediante una sonda han registrado la
evolución de los niveles de diversos parámetros, como temperatura del
agua, salinidad, oxígeno disuelto, sólidos en suspensión o la
concentración de clorofila. Esta concentración es indicador de las
floraciones de algas y, por tanto, de uno de los factores principales de
la turbidez del agua.
También han realizado por primera vez una completa
batimetría del fondo marino de la gola de Las Encañizadas mediante un
dron. Compararon todos estos datos con las imágenes tomadas por varios
satélites durante las tomas de muestras. Sus cámaras no toman
fotografías convencionales ni ven como lo hace el ojo humano, lo que
recogen son franjas del espectro. Pero al volcar los datos sobre las
imágenes pudieron crear una serie de algoritmos para poder interpretar
tanto las tomadas durante la investigación como las pasadas y las que se
tomen en el futuro. Los resultados de la investigación se presentan en
el congreso anual de la Asociación Española de Teledetección.
"Lo que el estudio de las lagunas costeras y el propio Mar
Menor nos ha enseñado es que su estado ecológico, su complejidad y su
capacidad de defenderse de las agresiones humanas depende completamente
de la conectividad restringida con el mar adyacente", explica el
catedrático de ecología de la Universidad de Murcia y presidente del
comité de asesoramiento científico del Mar Menor, Ángel Pérez-Ruzafa.
"Si la conexión se reduce demasiado las lagunas pierden su productividad
y estructura biológica, pero si la comunicación es excesiva, también se
pierden", añade este experto en humedales marinos.
Sin embargo, Pérez-Ruzafa cree que el Mar Menor puede
salvarse de ser un mar muerto. "Por sus singularidades hidrodinámicas y
ecológicas tiene una gran capacidad de autoregulación y recuperación. Su
mantenimiento depende precisamente de que sus comunicaciones con el mar
Mediterráneo no sean excesivas, pero tampoco se pierdan completamente",
sostiene.
Y añade: "Si se cortan las entradas de nutrientes y no se
hacen dragados o vertidos indiscriminados, se recuperará, como nos
mostró esta primavera y principios de verano, pero si no se toman
medidas urgentes y estructurales para que la gestión de las aguas y de
las actuaciones en la laguna sean las adecuadas, lo perderemos
irremediablemente".
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