Mi simpatía ha estado siempre hacia todo lo catalán. Bien es verdad que esta actitud es hasta cierto punto partidista; mi hija estuvo casada con un barcelonés muy amante de su tierra, casi tanto como yo de la mía, sigue viviendo en Barcelona al lado de las Ramblas, y desde hace veintitres años soy abuelo de un noi molt maco.
En mis periódicas estancias en Cataluña, jamás he tenido el más mínimo conflicto por no ser catalán. Mi actividad la he realizado con la más absoluta normalidad. He podido comprar, comer, ir al cine, leer la prensa, oír misa, charlar, y despachar en centros oficiales, sin sentirme incómodo por foráneo. Creo que esta misma sensación es la que han debido experimentar el resto de habitantes de otras comunidades autónomas cuando visitaban Cataluña, siempre y cuando lo hayan hecho sin prejuicios, con la mente abierta y la mano tendida, aptitudes estas por lo general usuales entre la gente de bien.
A mi entender, hasta hace muy poco tiempo, no ha existido problema alguno de entendimiento entre españoles nacidos en Cataluña o en otras regiones de nuestra querida España.
He disfrutado en el Alt Empordá, en un delicioso pueblecito llamado Ordis, de unas emocionantes cabalgatas de Reyes Magos, con Sus Majestades a lomos de cabalgaduras por los campos catalanes en pos de la Estrella. Me he deleitado viendo bailar la sardana un domingo a las puertas de la Catedral de Barcelona. He saboreado una deliciosa çalsotada en el Hostal del Senglar, en Espluga del Francolí; y he aplaudido, emocionado, viendo a l´anxaneta fer l´aleta en lo más alto del castell. He visto asombrado l´ou com balla, como baila el huevo en el chorro de una fuente cabe la Iglesia. He paseado por Tarragona y Gerona y Lérida, he navegado por la Costa Brava admirando la belleza de sus acantilados
Y resulta que ahora una serie de politicastros pretenden que si quiero disfrutar, como hasta ahora, de un pedazo tan hermoso de mi Patria lo tenga que hacer como extranjero. El guiso envenenado se ha ido cociendo desde hace muchos años. Una educación sectaria y torticera; un saqueo permanente de las instituciones; una necesidad de tapar las vergüenzas de los políticos catalanes con la búsqueda de un enemigo: “Madrit”; más una permisividad patológica de los Gobiernos de España, han conseguido meter tal presión a la olla que la tenemos a punto de explotar.
En unos pocos días se han producido hechos tan lamentables como: la convocatoria de un referéndum ilegal y suicida, y la promulgación en el Parlamento Catalán de una serie de eyes que conducen a la independencia. Cuando estas letras vean la luz, habrán pasado muchas cosas, algunas buenas y otras no; y aunque todo está muy mal confiemos en que se habrá iniciado el largo camino que nos lleve a la vuelta a la normalidad constitucional y convivencial.
El Rey ha hablado, por fin, alto y claro. Ha denunciado las ilegalidades cometidas, ha señalado a sus artífices, ha marcado al cobarde gobierno el camino a seguir, y ha trasmitido confianza
No quiero, ni debo, en este momento, dar mi opinión sobre lo mal que desde el Estado se ha actuado hasta ahora, pero sí quiero señalar que cuando un ciudadano delinque vulnerando la ley debe ser detenido, interrogado y en el plazo legal puesto a disposición judicial. Su Majestad ha señalado con claridad a los delincuentes.
El famoso escritor inglés G.K. Chesterton, en su libro “Por qué soy católico” nos da una razón poderosa del motivo de su conversión . “Lo hice para liberarme de mis pecados gracias al generoso perdón de la Iglesia católica”.
Yo creo que la virtud de perdonar es propia del individuo, y así intentaré practicarla. Pero como español, miembro de una nación muy antigua y noble no puedo perdonar a los villanos, a los delincuentes, a los que por tapar impúdicamente sus vergüenzas trinconas, o por el afán insano de destruir España, nos han llevado a este callejón de tan difícil salida abriendo una profunda herida que tardará mucho en cicatrizar.
No hay perdón El Estado, utilizando su legitimo poder, tiene que salir victorioso de esta pendencia. Nos lo jugamos todo.
(*) Ex presidente de la Autoridad Portuaria de Cartagena
(Publicado hoy en La Verdad)
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