Tomamos nota. Este lenguaje, aparentemente tan poco diplomático, es
el que ha empleado el director para Europa y el G-20 de la Presidencia
del Gobierno español, Álvaro Renedo, en un correo que ha enviado al
embajador de Bélgica en Madrid después de que el primer ministro belga,
Charles Michel, expresara apoyo a Catalunya en un diario del país. Y a
buen seguro que Renedo no faltaba a su palabra y su jefe, el catalán
Jorge Moragas, no muy lejos físicamente de su despacho en La Moncloa,
debe de haber estado encima del correo enviado y de todos los detalles.
El correo tiene otras lindezas que demuestran el nerviosismo creciente
del Gobierno español, como considerar gravemente comprometidas las
relaciones bilaterales entre España y Bélgica. Fuera de esta nota está
también la filtración desde la Moncloa de que España no va a apoyar la
candidatura belga a Europol como represalia.
El caso belga sirve como ejemplo de todo lo que se debe de estar
cociendo en las instituciones comunitarias de puertas adentro y que
España intenta mantener como puede en silencio mediante presiones y
amenazas.
Aquello que el exministro Margallo calificó un día como una
cierta compra de apoyos de otros países para evitar que se posicionaran a
favor de la independencia de Catalunya. "Nadie sabe cuántos favores
debemos a una cantidad de gente por haber conseguido que hicieran las
declaraciones que hicieron", declaró el exjefe de la diplomacia española
el pasado mes de marzo.
Michel no ocupa un papel central en la política
europea, pero tiene dos cosas que hacen especialmente importante su
posición. Su país pertenece al grupo de los seis fundadores de lo que ha
llegado a ser la UE y en Bélgica están las instituciones comunitarias y
el medio de comunicación empleado, Le Soir, es un rotativo histórico, con una difusión importante en todos los despachos oficiales.
Bélgica, Holanda, Luxemburgo y Eslovenia encabezan un grupo de
países defensores de una solución dialogada al conflicto entre Catalunya
y España, distantes de la represión policial del 1 de octubre y
partidarios de empujar en la sombra para que el Gobierno español se
siente a hablar.
En este marco se debe entender la agresiva respuesta de
Renedo y Moragas y el saludo más que frío entre Rajoy y Michel este
jueves en Bruselas. Cuando el gabinete de Rajoy le dice a su homólogo
belga que "solo hemos visto ataques al Gobierno de España", está
planteando mucho más que una protesta diplomática. Está planteando una
confrontación abierta, ya que Madrid sabe lo mucho que se juega si no
consigue aplastar al precio que sea cualquier oposición pequeña o grande
que pueda tener de uno o de varios estados.
Por eso también le quiere
aplicar a Bélgica un 155 especial: humillarla, como si no tuviera
derecho a expresar su opinión, amenazarla con todos los males si se
enfrenta a España e inventarse un relato de derechos y libertades de
ciudadanos que poco tiene que ver con la realidad. Los llamados Países
Bajos españoles hace más de tres siglos que dejaron de serlo.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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