jueves, 26 de octubre de 2017

La paradoja catalana / Márius Carol *

La paradoja catalana no es sólo que el país está dividido en dos, los partidarios de la independencia y los que no lo son, sino también los políticos partidarios de la secesión, pues la mitad considera que no ha llegado la hora. 

La jornada de ayer resultó frenética en el Palau de la Generalitat. La imagen ojerosa y sin afeitar de Carles Puigdemont a media mañana era indicativa de que no había dormido bien, pero el resto del día no iba a ser más relajado. Se despertó sabiendo que no iría al Senado, puede que lo soñara como una pesadilla.

A las siete de la tarde se reunió en la sede gótica con su gobierno, el llamado Estado Mayor, y un grupo de consejeros áulicos para intentar establecer el rumbo de la nave a Ítaca, que se acerca peligrosamente a las rocas. El presidente catalán es el que se juega más en el empeño, pues la declaración de independencia comportaría la imputación del delito de rebelión, penado con 30 años. 

Pero Puigdemont sabe que su proclamación avalaría el artículo 155 de la Constitución que quiere aplicar el Gobierno, lo que pondría en peligro las instituciones catalanas. Y es consciente de que el equipo de observadores, encabezado por el diplomático holandés Daan Everts, concluyó su informe advirtiendo que el referéndum no pudo cumplir los estándares internacionales dadas las circunstancias en que se celebró, por mucho que en su misiva a Rajoy asegurara tener un mandato de las urnas el 1-O.


(*) Periodista y director de La Vanguardia


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