“El ideal de progreso no puede encerrarse en instituciones viejas”
(Nicolás Estévanez)
(*) Diputada de Podemos por Las Palmas
http://blogs.publico.es/otrasmiradas/10174/la-democracia-es-decidir/
(Nicolás Estévanez)
Tal día como hoy, hace ya cuarenta años, una porción significativa de
la sociedad catalana abarrotó el Passeig de Gràcia y la Ronda de Sant
Pere, pidiendo libertad, amnistía y autonomía. Se cumplía un año
exactamente de la pionera celebración de la Diada en Sant Boi tras la
muerte de Franco, y en poco más de un mes sería restablecida la
Generalitat.
Daba así sus primeros pasos la misma Transición sinuosa y
sembrada de incertidumbre que Vázquez Montalbán acertó a describir como
una “correlación de debilidades”.
En la geografía catalana, sin embargo, como en muchos otros rincones
del Estado, no se sentía tanto esa debilidad. Más bien se respiraba
esperanza. Esperanza y un inmenso anhelo colectivo por superar esa
mancha de dolor que había significado la dictadura. Después de todo, fue
esa esperanza convertida en valentía el verdadero motor que hizo
posible que el régimen fascista comenzara por fin a replegarse.
Es un hecho que la ciudadanía que inundó Barcelona en 1977 tenía
la clara intención de reformar las conciencias y las estructuras de una
sociedad a la que le había sido negada sistemáticamente su rostro
plurinacional. Un Estado en el que es verdad que Catalunya actuaba como
termómetro del cambio, pero que, en cualquier caso, no podía desgajarse
de las aspiraciones democráticas que compartía con el resto de países y
regiones que igualmente habían sufrido el acallador centralismo
franquista.
A pesar de esto, la restitución de nuestros derechos se produjo por
fascículos y con grandísimas dificultades. Y, lo que es aún más grave,
provocó que este proceso se viera atajado por ciertos límites, tabúes y
sucesiones forzadas. Las cuales, desde el principio, lastraron el
desarrollo de nuestro modelo de convivencia, impidiéndonos alcanzar
mayores cotas de igualdad social y económica, además de abortar el
necesario debate sobre el diseño político e institucional que mejor se
adaptaba a nuestra pluralidad.
Por esa razón, todavía perduran muchos de aquellos dilemas en la
actualidad, e incluso se repiten algunos de los hitos y dinámicas que se
registraron en aquel momento. Este es el caso particular de la Diada
nacional de Catalunya, que tanto entonces como ahora, puede leerse como
consecuencia de esa Transición inacabada.
Por más que les pese a los herederos del bunker, en
democracia las leyes no se escriben en piedra, y no se puede apelar
insistentemente a los consensos del pasado para tratar de evitar que se
materialicen los progresos que exige el presente. Si los acuerdos del 78
ya no son válidos es porque las “debilidades” que ayer nos impidieron
avanzar como mayoría social, se han transformado ahora en nuestro
patrimonio más valioso: se han convertido en nuestra legitimidad para
transformar un modelo que se ha mostrado bastante ineficaz, demasiado
corruptible e incapaz de acoger nuestras especificidades.
Hoy late con Catalunya el corazón de todas las personas que creemos
en el diálogo como vía para abordar cualquier problema político,
evitando la crispación, procediendo con responsabilidad y garantías para
todas las partes. Late el corazón de quienes hemos venido defendiendo
que la suma solidaria de nuestro carácter plurinacional es la mejor vía
para resolver muchos de los asuntos que quedaron pendientes hace
cuarenta años.
Por eso, la sociedad catalana no va a estar sola, una vez
más, en los festejos que encomian su existencia como pueblo. Sus calles
y plazas volverán a acoger la legítima defensa de su derecho a
pronunciarse sobre su futuro, alentando la posibilidad de impulsar un
nuevo marco estatal en el que sea posible repensarnos de verdad como
sociedad. Y es que, por encima de todo, la democracia es decidir.
(*) Diputada de Podemos por Las Palmas
http://blogs.publico.es/otrasmiradas/10174/la-democracia-es-decidir/
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