Medio minuto de vídeo puede desmoralizar un país. “¡A por
ellos!”, gritaban el lunes unas cuantas decenas de personas congregadas
en Huelva para despedir a unidades de la Guardia Civil destinadas a
Catalunya.
Una escena similar se vivió en Córdoba. Los policías eran
saludados como si formasen parte de un cuerpo expedicionario rumbo a un
peligroso país extranjero. Centenares de miles de personas han visto ese
vídeo en las agitadas redes sociales. Y muchas han quedado
sobrecogidas. Esa no es la España en la que quieren vivir.
La
preocupación, el temor y la angustia eran perceptibles ayer en muchas
conversaciones en Madrid. “¿Qué pasará?”.
La escena de Huelva no es representativa del sentimiento de
la gran mayoría de los españoles, incluidos los andaluces, muchos de
los cuales viven los actuales acontecimientos con una especial tensión y
amargura, que hay que intentar comprender. Andalucía-Catalunya, una
dialéctica compleja que va más allá de los límites de la política y se
adentra en el terreno del psicoanálisis.
Es muy delicada esta cuestión. Tan delicada que cuesta
escribir sobre ella con pincel fino. El Sur tiene miedo a quedar
desprotegido por las nuevas convulsiones sociales, después de haber
ganado una de las batallas morales de los años setenta. La cuestión
meridional: reconocimiento y protección bajo la bandera de la
solidaridad. El Sur está inquieto. En España, en Italia, en Portugal.
En noviembre del año pasado, Milán, capital económica de Italia, ciudad europea a toda vela, mientras Roma se hunde en el mal gobierno, votó a favor de la controvertida reforma de la Constitución de 1948, en aquel desgraciado referéndum que el egocéntrico Matteo Renzi quiso convertir en plebiscito personal.
Pese al mal humor contra el
primer ministro, el 60% de los milaneses dijeron sí a las nuevas
reglas: más poder para el Ejecutivo, menos poder para el Parlamento, más
agilidad, más cambios. Nápoles y Palermo y todas las demás ciudades del
Mezzogiorno dijeron no, con tremenda contundencia. “¡Esos cambios
serán usados en nuestra contra!”.
Los jóvenes del Sur votaron no en
masa. En Portugal, la izquierda consiguió la mayoría en las últimas
elecciones con un notable apoyo del voto meridional. El Sur español teme
que la intensa protesta catalana comporte un cambio de reglas. Su
inquietud es legítima, pero lo peor que puede hacer es escoger malas
metáforas, como la del Frente Único Antijaponés, o alentar la represión.
El vídeo de Huelva es un terrible spot para el inmovilismo
de Mariano Rajoy, sometido anoche a los deslizantes juegos de palabras
de Donald Trump en la Casa Blanca. Los vídeos de Huelva y Córdoba
contienen tanta carga negativa que han puesto en alerta a mucha gente en
toda España.
En estas horas se echa en falta una voz serena y arbitral.
(*) Periodista
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