La única noticia fehaciente y fidedigna que hemos recibido de La Zarzuela estos días dramáticos en la vieja y cuarteada España, ha sido que Felipe VI, rey constitucional, ha estado en permanente contacto con el primer ministro. ¡Faltaría más, oiga!
Eso
va de suyo. Me mandan algunos mensajes ciudadanos españoles preocupados
interrogándose si, en estas circunstancias, el jefe del Estado no
hubiera debido pronunciarse abiertamente ante el golpe perpetrado por la feudal caverna secesionista. No tengo ni idea. Si
la cosa sale bien para España, el silencio habrá resultado un éxito;
por contra, si el golpe tiene éxito habrá sido un desastre y la Historia
terminará por demandárselo. Es consciente.
Felipe VI pasa por ser ya el “rey prudente”. Es lo que le salva. ¿Pronunciarse? Hay en la hemeroteca más de cien pronunciamientos,
por lo demás, obvios. Él representa, a tenor de la Constitución, el
símbolo y permanencia del Estado. Punto. Los llamamientos a la unidad
por parte del inquilino de Somontes tabulan más de 200 páginas escritas en multitud de ocasiones y redichas ante las propias narices de los golpistas. Eso sí, con su tono sereno y digno.
Lo que nos faltaba era meter a la Corona en este quilombo.
Felipe VI si algo ha demostrado durante su corto reinado es saber estar
en su sitio y representar con enorme dignidad el sentir de los
españoles de la actual hora. De todos.
Quizá tenga que llegar el
día y la hora en que tendrá que embutirse el uniforme de gala y decir lo
que ahora no puede ni debe decir.
(*) Periodista
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