Teníamos nuestras dudas y preocupación por la presencia del Rey Felipe
VI en la gran manifestación de Barcelona contra el terrorismo pero
creemos que su presencia ha sido importante y un acierto político, en
una cita en la que han participado medio millón de ciudadanos y que ha
discurrido con bastante normalidad, a pesar de los silbidos y abucheos
(mezclados con aplausos) al monarca por parte de los energúmenos
independentistas de la CUP, que han roto el respeto y el homenaje a las
víctimas del terrorismo y que fueron soportados por el Rey de manera
estoica y sin prestarles la menor atención.
El temor de que la CUP y sus bases convirtieran la manifestación en
una gran bronca de discordia política y plataforma para lanzar el
referéndum del 1-O quedó en poca pero ruidosa cosa con broncas, alguna
agresión y varias banderas esteladas. Si se vieron por otra parte
pancartas dirigidas al Rey y a Rajoy pidiendo paz y la suspensión de la
venta de armas a los países árabes del Medio Oriente pero nada más.
A pesar de todo el Rey Felipe VI presidió el cortejo político con la
mayor tranquilidad tras la cabecera de la marcha que, con la pancarta de
‘no tengo miedo’, abrían los Mossos y cooperantes de la sociedad civil
que ayudaron a las víctimas del terror. Y con el Rey Felipe VI dos
mujeres representantes de la comunidad musulmana catalana, los
presidentes Rajoy, Puigdemont, la alcaldesa Colau, y la presencia
destacada de muchos de los gobernantes y dirigentes políticos de toda
España.
Lo que ofreció una buena imagen de unidad política acompañada por
medio millón (según la guardia urbana de Barcelona) de manifestantes.
Puede que bastante menos que durante otra manifestación similar
celebrada en la misma Barcelona el 23 de noviembre del año 2000 tras el
asesinato por la banda terrorista ETA del ex ministro y dirigente
socialista Ernest Lluch. Lo que entonces convocó a más de un millón de
personas en una emocionante concentración en la ciudad condal.
La imagen del Rey Felipe VI y con él la de España ha salido reforzada
muy a pesar de las protestas de la CUP y de la tensión política que
subyace entre los gobiernos de Rajoy y de Puigdemont. Sobre todo después
que el político catalán acusara a Rajoy, en una entrevista en Financial
Times, de poner en riesgo la seguridad de los catalanes haciendo
política, lo que además de una infamia es falso.
Pero ni siquiera esa invectiva ha alterado la aparente normalidad
política en esta manifestación con la que se pone punto final a los
homenajes a las víctimas del terror y a la ciudad de Barcelona. Y a
partir de ahora, o de la semana próxima, vamos a entrar en el preámbulo
del otoño caliente que nos espera y donde el plato fuerte será el
pretendido referéndum del 1-O que pretende Puigdemont y que Rajoy ha
prometido que no se va a celebrar.
Sin embargo la mala nota del día la volvió a dar la CUP que
son los que mandan en Cataluña y los que no van a parar hasta que no
logren en un enfrentamiento total. Lo de la manifestación fue un
breve ensayo de la bronca pública que más adelante pretenderán armar y
que a la postre hará fracasar el referéndum porque la sociedad catalana
lo rechazará.
(*) Periodista
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