Medio millón de personas se han manifestado esta tarde calurosa de
agosto contra el terrorismo islamista radical, que ha cometido en
Cataluña uno de los mayores atentados desde el que tuvo lugar el 11M en
Madrid, en lo que fue el mayor atentado desde el final de la Segunda
Guerra Mundial. En esta ocasión, ha sido el cierre de nueve días de
luto, que se iniciaban con el asesinato de quince personas en las
Ramblas de Barcelona y Cambrils, en uno de los mayores ataques
terroristas en Europa.
La manifestación, que ha tenido un carácter peculiar desde que la CUP
(Candidatura de Unidad Popular), el partido antisistema que es el que
verdaderamente manda en Cataluña, anunció que no asistiría si la
presidian el Rey o el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, acusados
sorprendentemente de ser los culpables indirectos de los atentados. A
partir de ahí, el mundo independentista ha ido reculando y se ha sacado
de la manga una cabecera de la manifestación con los Mossos, policías
locales, policía urbana, servicios de emergencia, personal sanitario,
bomberos y comerciantes que ayudaron a los que estaban en las Ramblas en
aquel nefasto 17 de agosto.
La manifestación ha tenido su lado negativo desde que los
independentistas y los antisistema han querido convertir ese rechazo al
terrorismo y esa solidaridad con las victimas en un acto de
reivindicación independentista y en contra del Jefe del Estado, el
presidente del Gobierno y el propio Partido Popular, en lo que ha
constituido una autentica vergüenza. No se trataba de un ejercicio de
libertad de expresión, como con una gran desvergüenza han defendido
algunos. Ni era el momento, ni era el escenario, ni era el objeto de la
convocatoria. El Rey, sabiendo que todo esto se iba a producir, ha
tenido la valentía de asistir y dar la cara como un ciudadano más, en
segunda fila, respetando incluso un ceremonial improvisado por miedo a
los antisistema y a los independentistas.
Y es que horas antes de la manifestación, tanto Puigdemont,como la
CUP, la Asamblea Nacional de Cataluña (AMC) y Ómnium Cultural (dos de
los movimientos del independentismo) rompían el deteriorado ambiente de
unidad, pidiendo que se llevasen banderas independentistas y camisetas
ya preparadas para el Día de la Diada, el 11 de septiembre, algo que
poco tiene que ver con un acto concebido oficialmente como homenaje a
los asesinados y de repulsa al terrorismo. Pero no, el objetivo para
estos colectivos era convertir la manifestación en un acto de fuerza a
favor del independentismo y como ensayo general de la Diada del 11 de
septiembre, pórtico del inicio de la campaña del referéndum del 1 de
Octubre.
Por si quedara alguna duda, el mismo viernes (ver www.republica.com
“Puigdemont ataca y desafia a Rajoy en vísperas de la gran
manifestación contra el terrorismo”), el presidente de la Generalitat
declara al periódico Financial Times que “el Presidente del Gobierno
ha utilizado políticamente los atentados, y que tiene preparada 6.000
urnas para llevar a cabo el referéndum de octubre. Una autentica
provocación, mucho más cuando el presidente del Gobierno acababa de
hacer unas declaraciones desde el Palacio de la Moncloa que causaban una
gran indignación entre las Fuerzas de Seguridad del Estado al afirmar
que la coordinación de los Mossos con la Policía Nacional y la Guardia
Civil había sido total.
Algo que no responde a la realidad, de acuerdo con los comunicados
que han hecho públicos los sindicatos de la Policía Nacional y de la
Guardia Civil denunciando precisamente la marginación que han sufrido
durante la investigación de los atentados. La realidad es que los Mossos
han tratado, por todos los medios, de acuerdo con instrucciones de la
Consejería de Interior y de la propia Generalitat, transmitir la idea de
que ellos se bastaban y sobraban para hacer frente a una de las
situaciones mas criticas que ha vivido Cataluña desde la transicion.
(Ver www.republica.com “Los Mossos y los independentistas ganaron la
partida”), algo reconocido y espoleado por la gran prensa internacional.
En resumen: por encima de quienes han asistido como gente de paz para
llorar por los muertos y protestar contra el terrorismo, había una
clara intención de movilizar de determinados grupos por convertir la
manifestación en un acto de reivindicación política. Y en parte lo han
conseguido.
(*) Periodista y economista
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