Las
denuncias realizadas por Podemos y por los antisistema de la CUP
contra la presencia de don Felipe VI en la manifestación del
pasado sábado en Barcelona, en recuerdo y apoyo de las víctimas de
los atentados de hace ocho días en Cataluña, eligieron como estigma
de descrédito de su persona la venta de armas españolas a Arabia
Saudí. Sin embargo, no se entiende bien por qué España no podría
vender armamento al reino saudí, un estado internacionalmente
reconocido, con derecho a definir sus designios geopolíticos,
como lo hace cualquier otro país del Golfo.
Y
hay buenas razones para opinar que Arabia Saudí debe mantener un alto
nivel de preparación militar, en una región del mundo de alto valor
estratégico, donde la mayor potencia regional, Irán, tiene ambiciones
geopolíticas contrarias a los intereses de otros países Golfo, y en gran
medida también a los de algunos países occidentales, debido a la
proyección de sus ambiciones militares y políticas sobre la región del
Golfo, y sobre Iraq, Siria y Líbano.
Irán ha estado embarcado hasta hace dos años en un programa de
armamento nuclear, que de llegar a consumarse hubiese desestabilizado no
sólo el Golfo, sino el entero Oriente Medio. Ese programa se halla
temporalmente en suspenso en virtud de un tratado internacional impuesto
al país de los ayatolás por una coalición de grandes potencias.
Irán, por otra parte, proyecta sus políticas mediante una tupida red
internacional de propaganda so capa de información (como hacen, claro
está, todas las potencias que difunden y defienden su ideario político y
cultural). Un brazo de esa red en España es Hispán TV, cadena asociada
al crecimiento de la propaganda de Podemos y plataforma de proyección
audiovisual de un, en su día, inexperto y joven Pablo Iglesias.
Así que siendo uno tan suspicaz, como Podemos y sus amigos de la CUP
lo son respecto a las armas que España vende a Arabia Saudí, podríamos
decir que para ser fieles al ideario internacional de aquella formación
populista, Pablo Iglesias está obligado a defender la legitimidad de los
intereses geopolíticos de una potencia de la que ha obtenido, o sigue
obteniendo directa o indirectamente, tanto y tan sustancial apoyo.
Lejos de ser, como pretenden, adalides de los derechos humanos y del
amor a la paz, Iglesias y Podemos son voceros de un proyecto
geopolítico, de raíz musulmana, tanto o más que el de cualquiera de las
otras potencias del Golfo.
No pareciendo estar muy actualizado en seguridad internacional, a
Iglesias posiblemente se le ha escapado que hace pocas semanas se ha
iniciado un acercamiento entre Riad y Teherán, el primero después de que
Irán rompiera relaciones con Riad por la ejecución de un líder
religioso chiita y no impidiese el incendio de la embajada de Arabia
Saudí en aquel país, en enero de 2016.
Los ministros de Exteriores de los dos países se encontraron
recientemente en la Conferencia de Cooperación Islámica, y acordaron
otorgar visados a sus diplomáticos para visitar sus embajadas y
legaciones. El cálculo de Riad es calmar a Teherán respecto de sus
propios planes para recuperar una presencia económica y política más
intensa en Iraq, que durante muchos años ha estado bajo la sombra
diplomática y militar de Irán.
Todo ello lo podemos atribuir a la necesidad que tiene Riad de
asegurar el futuro del recientemente elegido príncipe real y heredero
del trono, Mohamed bin Salman, para lo que le es necesaria la reducción
de tensiones con una potencia mucho mayor como es Irán, que ha
demostrado ejercer una influencia más desestabilizante que la que pueda
ejercer el reino saudita, al menos en la región geopolítica en que
cohabitan.
La iniciativa rebasa el marco meramente saudí. En ese acercamiento
también están interesados otros estados del Golfo. En su reunión no.
142, de finales de mayo, el consejo ministerial de la Conferencia de
Países del Golfo acordó abrir un diálogo de tipo estratégico con
Teherán. Esos países necesitan calmar sus relaciones con los ayatolás,
si quieren introducir unas reformas urgidas por los cambios previsibles
en sus cálculos económicos para el futuro, debido a la reducción de su
posición preeminente en el control del comercio mundial de hidrocarburos
y al crecimiento vertiginoso de una población joven e impaciente, que
pide reformas.
Por lo tanto, para esta situación en particular, en una región clave
para la estabilidad mundial, las armas pueden tanto servir para avanzar
con confianza y seguridad hacia la paz, o como garantía contra las
asechanzas de otras potencias. Ninguna potencia ajena al área está
obligada a pronunciar un juicio definitivo y final de las intenciones de
las potencias de esa región, las cuales tienen todo el derecho a
defenderse de, o medirse pacíficamente con, otra potencia cualquiera.
No corresponde, pues, al jefe de un estado europeo juzgar y decidir
sobre los derechos de otros países, en otra región del mundo, a proteger
sus intereses con los instrumentos pensados desde siempre para asegurar
esos fines. Sobre todo cuando no han desafiado a la comunidad
internacional, como lo hizo Irán con su programa nuclear. Un programa,
recuérdese, diferido durante unos pocos años, no cancelado para siempre.
Pasar por alto estas consideraciones ponen al descubierto al diletante que hay en el hirsuto y sabelotodo líder de Podemos.
(*) Periodista
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