Menos mal que esto del referéndum catalán (el llamado desafío independentista
de la prensa, dada a titulares fuertes) era un asunto que no interesaba
a nadie y del que nadie se preocupaba, salvo dos o tres agoreros; menos
mal que era la periódica pataleta victimista de los catalanes, siempre
tratando de rebañar para casa; que era un asunto de cuatro corruptos del
clan Pujol para tapar sus vergüenzas; una pelea interna entre los
partidos nacionalistas por la hegemonía; una especie de chantaje de las
elites nacionalistas; algo de iluminados y minorías radicales que se
disolvería en el seny. Menos mal que no iba a ninguna parte, estaba condenado al fracaso y no merecía la atención de las personas sensatas.
Sí,
menos mal, porque si llega a estar presente y hacerse ver en la vida
pública española la monopolizaría al extremo de que no se hablaría de
otra cosa.
En realidad, más o menos, así ha acabado sucediendo. El desafío ha
trastornado el conjunto del sistema político, tiene al gobierno
paralizado y a los partidos, singularmente los de la izquierda, sumidos
en el desconcierto y en crisis. La fractura que hay en Podemos entre el
partido español y su pseudópodo catalán, Podem, es una
manifestación más de cómo el referéndum divide a la izquierda española,
entendiendo por tal también el conglomerado de los comuns.
Por
el momento y a reserva de que la nueva mediación de Sánchez dé algún
resultado tangible, tenemos un gobierno inmóvil, comprometido a evitar
la celebración del referéndum, pero sin explicar qué medidas tomará y
con qué medios. Frente a él una Generalitat, tozudamente alzada,
dispuesta a realizar el referéndum el 1º de octubre, a darle carácter
vinculante y actuar en consecuencia.
Con
el "no" descontado del gobierno y a reserva, insisto, de que la
intervención de Sánchez dé algún resultado, son dos las posibilidades:
a) el referéndum no se celebra porque el gobierno central lo impide por
la fuerza; b) el referéndum se celebra en condiciones similares a las
del 9N y el gobierno se apresura a declarar que el resultado carece de
eficacia jurídica.
En
cualquiera de los dos casos, las consecuencias van a agravar y
prolongar el conflicto. Este es el principal motivo por el que lo más
razonable es permitir y organizar la celebración de ese referéndum.
Porque no hay otra propuesta mejor.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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