Los reyes de
España con su representativa comitiva a acompañantes,
intentarán, incluido Gibraltar, revigorizar las relaciones
entre España y RU. El RU es nuestro tercer-cuarto comprador de
mercancías y el primer cliente turístico. Los visitantes llegan en
tiempo revueltos, el Brexit, que paradójicamente pudieran ser
propicios para las ganancias de pescadores.
El
Brexit: los desencantados nacionalistas en el año 2016 dieron la
espalda a las elites cosmopolitas. En 2017 quienes salieron mal parados
fueron los conservadores que habían propiciado el Brexit; los
sentimientos giraban contra el establecimiento conservador y a favor de
la izquierda igualitaria de Corbin. Dos corrientes, la nacionalista y
la de la izquierda laborista, contrarias a la UE. Paradoja: mayoría
pro-europea en el Parlamento de Westminster.
“A más a más”, que dirían los catalanes antes del Process, el Tesoro
británico alerta que el Brexit es económicamente insostenible. La
incertidumbre entre la ciudadanía y una primera ministra, Mrs. May,
falta de autoridad para imponer disciplina en su agitado gabinete.
May y Corbin, afirma Nick Clegg, el liberal ex-deputy primer
ministro, buscan como compatibilizar soluciones sobre el libre
movimiento de personas y el acceso británico al mercado único.
Clegg recuerda el desarrollo comunitario sobre la libertad de
movimientos de personas. Inicialmente estuvo pensado para quienes
buscaban trabajo.
A partir de 1990, constituida la Comunidad Económica Europea, se
extendió a los pensionistas (ingleses en España), estudiantes
(aprendices de la lengua franca en el UK) y a quienes dispusieran de
medios propios (franceses de “Little France” en el Kensington
londinense).
Después del Tratado de Maastricht y la “ciudadanía europea” la
libertad de movimiento se extendió a los familiares de los trabajadores
sin que nadie perdiese sobre derechos sociales.
Los movimientos de personas han favorecido el desarrollo de la UE. No
obstante, los gobiernos nacionales han dispuesto de bastante
discrecionalidad para regularlos. Las autoridades belgas deportaban a
quienes carecían de medios económicos y el acceso a los servicios
sanitarios exigía un periodo de residencia determinado.
Todo ello sin olvidar que en 2004 y por “imposición británica” se
desencadenó una fuerte corriente de ciudadanos del centro y del este de
Europa hacia el núcleo de la Unión. El Reino Unido fue el principal
animador de esta Europa acogedora.
Los rumanos
Masiva llegada de rumanos a España; recelos franceses por los
fontaneros polacos… Clegg comenta que el gobierno británico tendría
fórmulas para manejar la llegada de nuevos emigrantes. En definitiva los
países miembros de la UE y el propio Reino Unido tienen a su alcance
una serie de válvulas de salvaguardias para administrar el flujo
migratorio antes de cerrar las puertas sin más.
Efectivamente pintan bastos para los británicos en el horizonte de
las negociaciones. Hay que aceptar, por otro lado, la jurisdicción
comunitaria para mantener la confianza de los inversores en el Reino
Unido. Así mismo la factura por los gastos incurridos cuando el Reino
Unido ha sido miembro de la UE no hay otra solución que afrontarlos por
mucho que el señor Johnson envíe a los negociadores con viento fresco.
A la pregunta de si: “¿tiene usted garantías de que el gobierno de RU
consiga un buen acuerdo en la negociación del Brexit?” menos de un 40%
de los británicos entrevistados dice sí frente a un 50% que dice no.
Ante la pregunta: “¿Abandonar la UE sin un acuerdo si es una buena o una
mala decisión?” un 65% de los encuestados dice ser mala mientras un 25%
se pronuncia por el sí (FT 5-7-2017).
España se ha convertido en un inversor en el Reino Unido. Hemos
dejado de ser un objeto de estudios para brillantes hispanistas
británicos o una tierra de acogida para sus pensionistas. España está
presente en el sistema financiero, gestiona aeropuertos; España es un
firme socio de la UE que ofrece su mediación para un Brexit inteligente y
negociable. España reclama mantener o incrementar su presencia en el RU
y el RU se encuentra con un interlocutor al que una buena acogida
despertará más entusiasmo que rechazo en los medios comunitarios.
Los intereses económicos no pueden desecharse. Ahora bien todo ello
sin subestimar el reclamo emocional-político nacionalista del Brexit
reanimado con ese “Go-Whistle” de Boris Johnson de sus negociadores
comunitarios; tampoco hay que subestimar la magnífica recepción de la
Reina de Inglaterra al Rey de España. Las monarquías juegan sus cartas a
la vista de los ciudadanos.
(*) Economista del Estado
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