viernes, 14 de julio de 2017

El Reino Unido del Brexit y la España de Felipe VI / Luis Alcaide *

Los reyes de España con su re­pre­sen­ta­tiva co­mi­tiva a acom­pañan­tes, in­ten­ta­rán, in­cluido Gibraltar, re­vi­go­rizar las re­la­ciones entre España y RU. El RU es nuestro ter­ce­r-­cuarto com­prador de mer­can­cías y el primer cliente tu­rís­tico. Los vi­si­tantes llegan en tiempo re­vuel­tos, el Brexit, que pa­ra­dó­ji­ca­mente pu­dieran ser pro­pi­cios para las ga­nan­cias de pes­ca­do­res. 

El Brexit: los desencantados nacionalistas en el año 2016 dieron la espalda a las elites cosmopolitas. En 2017 quienes salieron mal parados fueron los conservadores que habían propiciado el Brexit; los sentimientos giraban contra el establecimiento conservador y a favor de la izquierda igualitaria de Corbin. Dos corrientes, la nacionalista y la de la izquierda laborista, contrarias a la UE. Paradoja: mayoría pro-europea en el Parlamento de Westminster.

“A más a más”, que dirían los catalanes antes del Process, el Tesoro británico alerta que el Brexit es económicamente insostenible. La incertidumbre entre la ciudadanía y una primera ministra, Mrs. May, falta de autoridad para imponer disciplina en su agitado gabinete.

May y Corbin, afirma Nick Clegg, el liberal ex-deputy primer ministro, buscan como compatibilizar soluciones sobre el libre movimiento de personas y el acceso británico al mercado único. Clegg recuerda el desarrollo comunitario sobre la libertad de movimientos de personas. Inicialmente estuvo pensado para quienes buscaban trabajo.

A partir de 1990, constituida la Comunidad Económica Europea, se extendió a los pensionistas (ingleses en España), estudiantes (aprendices de la lengua franca en el UK) y a quienes dispusieran de medios propios (franceses de “Little France” en el Kensington londinense).

Después del Tratado de Maastricht y la “ciudadanía europea” la libertad de movimiento se extendió a los familiares de los trabajadores sin que nadie perdiese sobre derechos sociales.
Los movimientos de personas han favorecido el desarrollo de la UE. No obstante, los gobiernos nacionales han dispuesto de bastante discrecionalidad para regularlos. Las autoridades belgas deportaban a quienes carecían de medios económicos y el acceso a los servicios sanitarios exigía un periodo de residencia determinado.

Todo ello sin olvidar que en 2004 y por “imposición británica” se desencadenó una fuerte corriente de ciudadanos del centro y del este de Europa hacia el núcleo de la Unión. El Reino Unido fue el principal animador de esta Europa acogedora.

Los rumanos
Masiva llegada de rumanos a España; recelos franceses por los fontaneros polacos… Clegg comenta que el gobierno británico tendría fórmulas para manejar la llegada de nuevos emigrantes. En definitiva los países miembros de la UE y el propio Reino Unido tienen a su alcance una serie de válvulas de salvaguardias para administrar el flujo migratorio antes de cerrar las puertas sin más.

Efectivamente pintan bastos para los británicos en el horizonte de las negociaciones. Hay que aceptar, por otro lado, la jurisdicción comunitaria para mantener la confianza de los inversores en el Reino Unido. Así mismo la factura por los gastos incurridos cuando el Reino Unido ha sido miembro de la UE no hay otra solución que afrontarlos por mucho que el señor Johnson envíe a los negociadores con viento fresco.

A la pregunta de si: “¿tiene usted garantías de que el gobierno de RU consiga un buen acuerdo en la negociación del Brexit?” menos de un 40% de los británicos entrevistados dice sí frente a un 50% que dice no. Ante la pregunta: “¿Abandonar la UE sin un acuerdo si es una buena o una mala decisión?” un 65% de los encuestados dice ser mala mientras un 25% se pronuncia por el sí (FT 5-7-2017).

España se ha convertido en un inversor en el Reino Unido. Hemos dejado de ser un objeto de estudios para brillantes hispanistas británicos o una tierra de acogida para sus pensionistas. España está presente en el sistema financiero, gestiona aeropuertos; España es un firme socio de la UE que ofrece su mediación para un Brexit inteligente y negociable. España reclama mantener o incrementar su presencia en el RU y el RU se encuentra con un interlocutor al que una buena acogida despertará más entusiasmo que rechazo en los medios comunitarios.

Los intereses económicos no pueden desecharse. Ahora bien todo ello sin subestimar el reclamo emocional-político nacionalista del Brexit reanimado con ese “Go-Whistle” de Boris Johnson de sus negociadores comunitarios; tampoco hay que subestimar la magnífica recepción de la Reina de Inglaterra al Rey de España. Las monarquías juegan sus cartas a la vista de los ciudadanos.


(*) Economista del Estado



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