Esta semana no ha podido quedar más claro que el retraso del
AVE, el aeropuerto y otras infraestructuras críticas para la
competitividad de la Región nos tienen a todos hasta el gorro. Es
«cabreante», dijo el presidente del CES. Una «tomadura de pelo» que
provoca «hartazgo», añadió días después el presidente de los
empresarios.
Hasta Fernando López Miras, en la asamblea de Croem,
expresó que él es el primer «enfadado» por estas recurrentes demoras.
Aunque la recuperación económica no ha llegado a todos los hogares, este
es el segundo año de crecimiento y esas palancas para nuestra economía
se hacen esperar todavía más, lo que acentúa la brecha con nuestras
comunidades más próximas y provoca cansera social.
El Gobierno regional
sabe que la alta velocidad y Corvera son hitos determinantes para esta
legislatura y que gran parte de sus expectativas electorales en 2019
dependerán del despegue de estos proyectos, junto a una solución
estructural al acuciante problema del agua. Al presidente López Miras se
le ve dispuesto a dar la batalla en Madrid. Hace bien. Personalmente no
tiene nada que perder. La responsabilidad le ha llegado sin haberla
pretendido y hoy no tiene que contemporizar con Génova o La Moncloa para
obtener un puesto en las listas electorales. Sabe que hoy le renta
políticamente más incomodar a la ministra de Agricultura que a los
regantes. A la postre, la mayoría le juzgará por su actitud y no por
logros que iniciaron otros o por las secuelas de una herencia
envenenada.
Culminar la llegada del AVE y la apertura de Corvera, tal y
como están ambos, tampoco es que sean los doce trabajos de Hércules. Más
complicado lo tendrá con la negociación del pacto nacional del agua
porque ahí se multiplicarán los frentes. El auténtico interrogante que
suscita su presidencia es si solo se ocupará de lo evidente y lo urgente
(las infraestructuras y el agua) o tendrá una actitud proactiva para
encarar, con la vista en el medio plazo, otras carencias que nos han
hecho retroceder como ninguna otra comunidad en los índices de
competitividad regional durante los últimos tres años.
Carencias como la
escasa orientación de las empresas murcianas hacia la innovación, el
menguante gasto en I+D+i y una especialización productiva con baja
intensidad en conocimiento, como señala un reciente informe de la
Fundación BBVA. Eliminar el impuesto de sucesiones en enero de 2018 o
avanzar en la simplificación administrativa son medidas positivas, pero
claramente insuficientes. La tecnología, la innovación y la
sostenibilidad son los factores decisivos que confieren fortaleza a los
territorios en este globalizado y digitalizado mundo. Y en esas tres
áreas no andamos precisamente fuertes. Al contrario.
La memoria del CES
señala, atinadamente, cómo el escaso nivel de gasto en I+D y el inferior
nivel educativo respecto a la media española es tanto o más importante
que los déficits en infraestructuras de transporte. De qué sirve,
además, tener tres universidades, dos de ellas públicas, si no existe
política universitaria o acumulamos dos años sin un plan de
investigación y desarrollo. Cómo es posible que tengamos una de las
cuatro únicas politécnicas de España y obtengamos, muy a pesar de la
UPCT, tan poco rédito en el sector productivo de la calidad de sus
docentes y tecnólogos. No parece que la sociedad murciana se esté
beneficiando de la explosión de graduados universitarios en la
proporción que cabría esperar. Fueron estudiantes de Medicina formados
en la Región quienes obtuvieron las mejores notas en las dos últimas
convocatorias de las pruebas del MIR. Y hace pocos días, los tres
proyectos ‘tecnosociales’ que jóvenes de la Región presentaron al ‘Think
Big’ de Telefónica recibieron una beca y la opción de ‘venderse’ ante
decenas de inversores. Hay, en efecto, mucho talento individual, pero
falta mucha masa crítica en materia de excelencia.
Convertirse
en una Región donde, al margen del innovador sector agroalimentario, el
peso de la riqueza radique en el sector servicios y en otros de
insuficiente valor añadido es una opción. Pero la renta media seguirá en
el furgón de cola, continuará la alta temporalidad laboral y la
generación de riqueza por puesto de trabajo será de las más bajas del
país. La Región es ya un lugar excelente para vivir o venir de
vacaciones. Con el AVE y Corvera lo será aún más. Pero aún entonces
seguirá siendo un territorio difícil para trabajar, producir e innovar.
(*) Periodista y director de La Verdad
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