Hubo un tiempo cercano en que hasta en los mítines del PP y por los
prohombres que aspiraban a gobernar en su nombre se hacía chanza de los
homosexuales, sin complejo alguno, como si lo de Miguel de Molina o lo
de García Lorca, en el horizonte de la Historia democrática que se
recuperaba, hubiera obedecido a gamberradas de exaltados que no hubieran
entendido bien la ironía de los líderes morales que azuzaban
implícitamente la represión desde las tribunas.
En 1995 fui
testigo de cómo Ramón Luis Valcárcel se mofaba de Josep Borrell en un
acto público electoral celebrado en el Royal Place, curiosamente porque
el entonces ministro socialista proponía un plan hidrológico con
múltiples trasvases, entre ellos el del Ebro, justo en el tiempo en que
el aspirante a presidir la Comunidad de Murcia apostaba por la
desalación; esto antes de que se cambiaran las tornas y todo fuera
justamente al revés.
Pero en aquel acto del Royal Place, la burla de
Valcárcel a Borrell se expresaba incluso con gestos como el de ponerse
el dedo índice en el mentón, bailar los ojos y afinar la voz. Un guiño
más o menos sutil, refrendado con grandes carcajadas desde la audiencia
fiel, que apelaba a las noticias de cierta prensa que sugerían una
relación homosexual entre el entonces ministro y el torero Ortega Cano.
El macho alfa que era Valcárcel para el PP podía permitirse el lujo de
amagar con expresiones amariconadas porque se entendía que eran
paródicas, aunque hay que admitir que teatralizaba con mucha convicción.
En la crónica de aquel acto le di para el pelo, pero esto no impidió
que en otro posterior hiciera una parecida representación, esta vez
aludiendo a un alcalde socialista al que tituló de marica, porque
entonces los del PP entendían que esta condición afectaba a todo aquel
que tuviera amigos o colaboradores que se identificaran como tales,
aunque es curioso que pasado el tiempo el staff popular no tuvo reparos
en hacer negocios con quien ya era exalcalde, sin reparar en prejuicios.
También en ese caso denuncié la homofobia del aspirante a presidente de
la Comunidad, por supuesto sin consecuencias prácticas, pues fue
elegido por mayoría.
Muchos años después, en un almuerzo a solas
en el restaurante Pan Ocho, Valcárcel me agradecería aquellos reproches,
dando a entender que le habían sido útiles para contener sus impulsos.
Todo esto antes de que el PP de Rajoy recurriera ante el Tribunal
Constitucional la Ley de Matrimonio Homosexual y de que poco después el
presidente del Gobierno asistiera a la boda de su vicesecretario general
de Acción Sectorial del Partido Popular, Maroto, con un señor con bigote.
(*) Columnista
http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2017/06/30/pp-culo/841669.html
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