Rajoy ya está de vacaciones. Exultante. Porque cerró el
curso dándose las notas, y se ha puesto un sobresaliente. Con la
matrícula de honor no se atrevió. Es normal que esté eufórico.
Para un presidente casi alérgico a la política,
esta legislatura es un sueño. El Congreso vive en el guirigay y la
efervescencia, pero está paralizado. Desde que se formó Gobierno, apenas
se han aprobado seis leyes. Ésta va a ser una legislatura estéril.
Y Rajoy, encantado de haberse conocido.
Bueno, estéril para casi todos.
Porque está siendo muy provechosa para nacionalistas canarios y, sobre
todo, vascos. La dentellada que le va a dar el PNV al Gobierno será de Guinnes. Ya ha rentabilizado a base de bien el apoyo a los Presupuestos de este año. Y, en otoño, piensa exigir a Moncloa el traspaso de una treintena de competencias,
incluida la gestión de las prisiones o de la Seguridad Social.
Sí, esa
caja única que nunca se toca, hasta que se toque. Y, oh paradoja, el tonto útil gracias al que el PNV se frota las manos y ve cumplidos sus deseos, es... Ciudadanos. Ay, Albert.
(*) Periodista y politólogo
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