El viernes, Mariano Rajoy protagonizó una rueda de prensa en Moncloa
para, presuntamente, realizar el balance del curso político que acaba de
clausurarse.
Digo presuntamente porque, como quedó claro a
quienes la siguieron, el presidente dedicó esa comparecencia a mayor
gloria suya y de su Gobierno, con escasas, escasísimas, dosis de
autocrítica. Lo acostumbrado en este tipo de citaciones, por otro lado.
Pero a Mariano Rajoy no le faltan razones para deslizarse por la autocomplacencia. Al menos desde su propio punto de vista.
Tal
como se decantaron las últimas elecciones generales, y como se
configuró el nuevo Parlamento, nunca habría él imaginado que a estas
alturas las cosas le irían tan a su gusto.
Y es que, se mire como
se mire, sea por mérito o demérito suyo, lo cierto es que a Mariano
Rajoy la legislatura le está saliendo bastante bien. Al margen de
incomodidades menores en el Parlamento, consecuencia de la situación de
minoría de su partido, el presidente apenas ha sufrido apuros serios.
Ha sacado adelante los presupuestos, tiene casi garantizados los siguientes…
Salvo
por lo que atañe a Cataluña, en las grandes cuestiones las cosas están
saliendo a pedir de boca para él. Y hasta en lo relativo al desafío
independentista catalán, su tancredismo, que se ha concretado en la
táctica de confiarlo todo a las normas jurídicas, a los jueces y al
Tribunal Constitucional, él piensa que está ganando el pulso. Y puede
ser que tenga razón.
Por no hablar de la economía, que va como un
tiro, solo a la espera de que esa bonanza se traslade también a los
ciudadanos de a pie, algo que, en principio, tendrá que ocurrir tarde o
temprano.
Se entiende, en fin, que el señor presidente del
Gobierno se fume un buen puro cada uno de estos días, los pasados y los
que están por venir.
Quienes parecen conocerle mejor comentan que,
en esta concreta situación política, Rajoy se encuentra como en la
gloria. Explican que a él nunca le ha gustado tener que tomar
decisiones, y menos aún en cuestiones de gran calado. Y que, como no
tiene mayoría suficiente en el Congreso, el argumento de la falta de
apoyos le permite quedarse quieto, sin adoptar resoluciones.
Las
únicas que puede sacar adelante precisan el apoyo de otras fuerzas
políticas, que por ello se convierten en corresponsables, y el
presidente puede guarecerse en la explicación de que no es cosa suya
solamente, sino de varios más. Con lo que se ahorra sufrir críticas en
solitario, algo que no le place mucho.
Por si fuera poco, Rajoy
observa que sus enemigos no levantan cabeza. El PSOE sigue sin arreglar
la grave crisis que le corroe, Ciudadanos no acaba de tener suficiente
fuste político y no despega, mientras en Podemos Pablo Iglesias ya no
intenta asaltar los cielos y se contenta con pactar algún cargo aquí y
allá, olvidando aquellos tiempos en que imaginó que un día gobernaría
España.
Lo dicho. El presidente se fuma un buen puro cada día. Y, encima, hasta se ha ido de vacaciones.
(*) Periodista y editor de El Confidencial Digital
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