Desde el punto de vista humano, las
primarias del PSOE componen un relato sentimental. Mientras la candidata
derrotada, después de dos bufidos y un par de sofocones, se retiró a su
tierra a luchar por su supervivencia, Sánchez, el brillante triunfador
se pasea hoy de plató en plató. Atiende a las reiteradas solicitudes de
unos medios que no más ayer no recordaban ni cómo se llama. Y no solo
los platós. También ocupa toda la pantalla. Triunfaría aunque su campaña
de imagen la llevara Diógenes el cínico.
Las
primarias ganadas por Sánchez han sido un aplastamiento a manos de un
guerrero, convertido en desfacedor de entuertos con mucha presencia
mediática (como dicen en el oficio, "las cámaras lo buscan") y un relato
poderoso que hacía un llamamiento a valores muy arraigados entre la
militancia del PSOE. Frente a eso, la campaña de Díaz disponía de unos
recursos de imagen muy pobres y carecía de discurso. Su derrota se selló
el día mismo que se organizó la felonía del 1º de octubre pero ni ella
ni sus asesores lo sabían.
A
esa legitimidad de origen quiere añadir Sánchez ahora la de ejercicio.
Y, en efecto, a partir del apoyo popular que ha concitado y que rebosaba
el estrictamente partidista, Sánchez ha resultado un líder en la línea
de lo que los especialistas llaman un liderazgo fuerte y transformador.
El aparato del partido, que amenazaba ser una fronda, está pacificado y
el nuevo equipo dirigente tiene un margen considerable de acción
aumentado por el hecho de que, al no estar su victoria prevista, nadie
tenía respuestas preparadas para sus iniciativas. Pues no solo lo buscan
los medios sino también los otros partidos y tanto lo benefician las
solicitudes de Podemos y C's como los bufidos del gobierno y su partido,
que dicen no fiarse de él cuando los necesitados de un voto de
confianza son ellos.
La
iniciativas petrinas han consistido en lo esencial en abrir
conversaciones en todos los horizontes en busca de una mayoría
alternativa a la del PP, con todos sus recovecos y dificultades. En la
medida en que en esas conversaciones incluyen a Podemos, ha comenzado a
funcionar un efecto sifón previsible de votantes de estos de regreso a la casa del padre del PSOE.
Ello plantea un curioso problema de competitividad entre ambos partidos
que ya se verá cómo se resuelve pues hay varias posibilidades abiertas.
Pero
los contactos intraizquierdistas solos no garantizan el gobierno, de
forma que el PSOE tiene dos líneas de acción para conseguirlo
completando esa posible alianza con C´s o con los indepes catalanes. La
primera es impensable, según parece por la radical oposición de Podemos;
la segunda por la parcial oposición del propio PSOE.
El
problema real es este, el de las necesarios votos de los indepes
porque, a su vez, el problema real general de España es el
independentismo catalán y el concreto, el referéndum. La cuestión de la
llamada "ilegalidad" del referéndum es un pretexto insostenible porque
la legalidad o ilegalidad de los actos es una cuestión política, una
cuestión de voluntad política del órgano depositario de la soberanía que
es el Parlamento como legislador, competente por tanto para convertir
lo legal en ilegal y viceversa.
Dicho
lo cual, es incomprensible cómo el PSOE no ve que la opción del
referéndum pactado desbloquea la situación política y está en línea con
lo que la opinión pública internacional espera en España. Es también
incomprensible porque un fracaso del PSOE en esta cuestión, la más
importante hoy en el país, convertirá las mieles del triunfo en las
hieles de la derrota.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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