No conocí a José Castaño como maestro republicano ni con el don. Para nosotros, mi familia y yo, era simplemente Castaño, ese más que discreto y digno empleado de 'Arrosu Radio', en la calle Vara de Rey 7 y, posteriormente en la calle Fuensanta 5, de Murcia, en los años 50, 60 y parte de los 70, cuando no podía ejercer oficialmente su magisterio al ser un represaliado político depurado por el Régimen tras dos años de arresto preventivo en la prisión provincial, hasta 1941, al carecer de antecedentes y cuentas pendientes más allá de su ideología progresista y sentido de la libertad. Todo su delito era haber sido dirigente de la FUE aquí.
Siempre noté cierta desconfianza en su primer trato con la gente y en su mirada que, por mi juventud, yo no llegaba a descifrar pese a que mi padre me había referido alguna vez su forzada y condicionada situación personal y su calidad humana detectada, y verificada a diario al coincidir casi siempre ambos, a media mañana, en el desaparecido café 'El Paraíso', de la misma calle Vara de Rey, junto al cine Rex. Pero esa actitud precavida jamás la mantuvo hacia mis padres sabedor del respeto y consideración que le tenían, y no sólo ellos sino también alguna de sus empleadas, hija del último alcalde accidental republicano del municipio de Murcia.
Además, su protector Arturo Rodríguez Suárez 'Arrosu', un gallego de Santiago de Compostela desaparecido hace ahora treinta años con 80, llegó a Murcia en 1950 como profesor auxiliar universitario con plaza de Física Experimental, Óptica y Electricidad pese a su participación en el bando republicano durante la Guerra Civil. Acabó en el campo de concentración de Albatera, donde once años antes conoció a Castaño y al que por eso después convirtió en su hombre de absoluta confianza en el negocio de eléctrónica para reparación de receptores de radio y televisión con el que él y su esposa, la coruñesa Guadalupe Gutiérrez Moyano, Cuca, se ganaban mejor la vida junto con las clases en la academia que abrieron antes de conseguir ser el marido, ya doctor, profesor adjunto en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Murcia en 1971.
El matrimonio, sin hijos, tenía cierta relación de amistad, trato y mutua simpatía con mis padres, que no albergaban hacia ellos y su empleado Castaño algún tipo de prejuicio por sus circunstancias vitales, ante la enorme clase y nivel que demostraban tener los tres.
El matrimonio, sin hijos, tenía cierta relación de amistad, trato y mutua simpatía con mis padres, que no albergaban hacia ellos y su empleado Castaño algún tipo de prejuicio por sus circunstancias vitales, ante la enorme clase y nivel que demostraban tener los tres.
Arturo Rodríguez 'Arrosu', profesor 'Villafranca' a las órdenes directas de Enríque Líster en el mando de Telecomunicaciones del Ejército de la República en Madrid, era un universitario de clase media perteneciente a la burguesía gallega, diez años mayor que su amigo y luego empleado, y a quien el conflicto civil y bélico de 1936-39 también le cambió, en gran medida, su vida pese a ser licenciado en Ciencias Exactas y haber podido huir de España. Por eso comprendía y protegía a Castaño quien, por otra parte, me saludaba cada vez que nos tropezabamos por las calles de Murcia pese a mi inicial relación profesional ya en 1970 con el diario 'Línea', cabecera de la Prensa del Movimiento en nuestra provincia. También lo solía hacer un hijo suyo de mi edad, a quien hace muchos años le perdí la pista y que era un calco físico de su padre.
Tanto Arturo Rodríguez como Castaño solían acudir en los años 60, en pleno franquismo todavía, juntos a unas tertulias discretas en la rebotica de la farmacia de Moreno Galván, en la plaza de Camachos, junto a otros reputados republicanos de la ciudad. Allí acudían, al menos, el propio boticario, los médicos Huberto Sanz, Antonio de Andrés (abuelo de mi mujer) y el radiólogo Zarandieta (marido de mi prima), junto a algunos otros, hasta que esos encuentros se tuvieron que interrumpir abruptamente todos sabemos bien por qué.
Tanto Arturo Rodríguez como Castaño solían acudir en los años 60, en pleno franquismo todavía, juntos a unas tertulias discretas en la rebotica de la farmacia de Moreno Galván, en la plaza de Camachos, junto a otros reputados republicanos de la ciudad. Allí acudían, al menos, el propio boticario, los médicos Huberto Sanz, Antonio de Andrés (abuelo de mi mujer) y el radiólogo Zarandieta (marido de mi prima), junto a algunos otros, hasta que esos encuentros se tuvieron que interrumpir abruptamente todos sabemos bien por qué.
La imagen que Castaño siempre tuvo en mi familia era la de un hombre profundamente coherente y honesto con quien la vida no se había portado del todo bien al no hacer justicia a su valía y capacidad fácilmente perceptibles a los pocos minutos de conocerlo. Además, era un hombre que se preocupaba de los demás hasta el punto de llegar a preguntarle a mi padre años después por nosotros cuando se enteró que mi hermano y yo nos fuimos a Madrid en 1971 para estudiar en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense, extremo que debía saber por Cuca, por cierto Licenciada en Farmacia aunque siempre sin laboratorio u oficina abierta al público, y la otra gran protectora de Castaño en Murcia.
Lo cierto es que Castaño también debía saber por Arturo Rodríguez 'Arrosu' que mi familia por parte de padre y madre, debido a circunstancias de edad, no había participado en la contienda y, por lo tanto, ni tenía las manos manchadas de sangre ni se alineaba con vencedores o vencidos desde la moderación previa frente a los extremismos y la tolerancia posterior con las ideas democráticas rebeldes como gente centrista, católica y liberal que eran. (Uno de mis abuelos cofundó como socio el diario 'La Verdad' y formó parte de su primer consejo de administración por su importante aportación inicial, como luego hizo con el Club Real Murcia, hasta llegar a presidirlo durante la restauración monárquica en época del general Primo de Rivera).
Lo cierto es que mi padre, a propósito de Castaño, nos inculcó siempre que para nada se justificaba quitarle la vida a una persona, incluso privarle de libertad, por sus ideas políticas, tras su experiencia como adolescente en Murcia de aquella tragedia y la percepción certera que él tenía de aquella España injusta y mísera como detonante de la república y de lo que aconteció luego como reacción totalitaria. Y consideraba, pues, a Castaño una víctima de la sinrazón en un país tan necesitado de profesionales de la enseñanza con su más que demostrada categoría pedagógica entonces gratuitamente desaprovechada al contrario que la de su esposa, que sí ejercía como maestra.
Lo cierto es que Castaño también debía saber por Arturo Rodríguez 'Arrosu' que mi familia por parte de padre y madre, debido a circunstancias de edad, no había participado en la contienda y, por lo tanto, ni tenía las manos manchadas de sangre ni se alineaba con vencedores o vencidos desde la moderación previa frente a los extremismos y la tolerancia posterior con las ideas democráticas rebeldes como gente centrista, católica y liberal que eran. (Uno de mis abuelos cofundó como socio el diario 'La Verdad' y formó parte de su primer consejo de administración por su importante aportación inicial, como luego hizo con el Club Real Murcia, hasta llegar a presidirlo durante la restauración monárquica en época del general Primo de Rivera).
Lo cierto es que mi padre, a propósito de Castaño, nos inculcó siempre que para nada se justificaba quitarle la vida a una persona, incluso privarle de libertad, por sus ideas políticas, tras su experiencia como adolescente en Murcia de aquella tragedia y la percepción certera que él tenía de aquella España injusta y mísera como detonante de la república y de lo que aconteció luego como reacción totalitaria. Y consideraba, pues, a Castaño una víctima de la sinrazón en un país tan necesitado de profesionales de la enseñanza con su más que demostrada categoría pedagógica entonces gratuitamente desaprovechada al contrario que la de su esposa, que sí ejercía como maestra.
Bastantes años después mi hermano me refirió una conversación con Castaño al coincidir ambos en alguna protesta ciudadana y darle recuerdos para mis padres ya jubilados, de quienes se acordaba perfectamente por los detalles que aportó pese a su avanzada edad y el afecto que demostró pese a que había vuelto hacía tiempo a la docencia tras su rehabilitación política y profesional y había dejado ya lejos aquellos años en los que no pudo ser lo que era para dedicarse a otras actividades ajenas a su vocación y profesión, a la que afortunadamente pudo retornar para disfrutarla aún durante veinticinco años de los cien que llegó a cumplir el pasado mes de marzo.
Como siempre, mi mejor recuerdo, admiración y respeto en la hora de su entrada en la Historia con todos los pronunciamientos favorables y los deberes hechos como persona y como profesional de la Enseñanza.
Y recordar que todos los demócratas de la Región quedan en deuda con su ejemplo de trayectoria consecuente y fecunda como referente ético para las nuevas generaciones, tan ayunas y necesitadas de recuperar valores perdidos por los que merezca la pena un sacrificio como el de don José, durante treinta y cinco años alejado a la fuerza de las aulas por mantener un pensamiento propio impermeable al dictado de propagandas oficiales para apuntalar políticamente voluntades frágiles y conciencias laxas hasta la anestesia total.
Como siempre, mi mejor recuerdo, admiración y respeto en la hora de su entrada en la Historia con todos los pronunciamientos favorables y los deberes hechos como persona y como profesional de la Enseñanza.
Y recordar que todos los demócratas de la Región quedan en deuda con su ejemplo de trayectoria consecuente y fecunda como referente ético para las nuevas generaciones, tan ayunas y necesitadas de recuperar valores perdidos por los que merezca la pena un sacrificio como el de don José, durante treinta y cinco años alejado a la fuerza de las aulas por mantener un pensamiento propio impermeable al dictado de propagandas oficiales para apuntalar políticamente voluntades frágiles y conciencias laxas hasta la anestesia total.
(*) Periodista y profesor
fallecido en Murcia el día 29 de junio de 2017, a los 100 años de edad.
Sus hijos, Mª Victoria y Sergio Casas, Martín y María Monteagudo y José Luis; su hermana, Trinidad; sus nietos, Sergio, Laura, Ana, Miguel, Pablo, Javier y Clara; bisnietos, Nilo y Martín siempre le recordarán.
Estará en el tanatorio hasta su traslado para su incineración a las VEINTE horas.
Murcia, 30 de junio de 2017.
Tanatorio Servisa. Sala 3.
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Maestro Nacional del Plan Profesional - 1931.
Titular del «Colegio Público Maestro José Castaño».
Medalla de Oro del Mérito al Trabajo.
Pizarra de Plata de la Comunidad Autónoma de Murcia.
fallecido en Murcia el día 29 de junio de 2017, a los 100 años de edad.
Sus hijos, Mª Victoria y Sergio Casas, Martín y María Monteagudo y José Luis; su hermana, Trinidad; sus nietos, Sergio, Laura, Ana, Miguel, Pablo, Javier y Clara; bisnietos, Nilo y Martín siempre le recordarán.
Estará en el tanatorio hasta su traslado para su incineración a las VEINTE horas.
Murcia, 30 de junio de 2017.
Tanatorio Servisa. Sala 3.
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