martes, 23 de mayo de 2017

Hay alguien ahí fuera / Ángel Montiel *

Los Tovar, sanchistas de pro, apostaron por Patxi López. Esto en un primer momento, cuando tras el programa de Évole, en que el ex secretario general puso nombre a quienes le habían presionado para que fuera un buen chico, rectificó su impresión sobre Podemos y tomó prestado de Zapatero el concepto de ´nación de naciones´ a propósito del conflicto catalán, se transmitió la impresión general de que Pedro Sánchez, además de defenestrado, estaba muerto, es decir, que tuvo una mala caída desde la ventana de Ferraz desde la que fue arrojado. 

La alternativa era Patxi, aunque finalmente, al ver que el otro resucitaba contra todo pronóstico, Tovar negó la mayor. Nunca fue patxista. Se puso en plan neutral. A cinco minutos del final del partido, claro. Tan neutral se puso que se fue a Suiza, es decir, dijo que renunciaría a seguir en la secretaría general.

Demasiado tarde para su hija, protegida de la guerra en labores de intendencia maternal. A la espera de que escampara a ver si todavía queda alguna posibilidad de apuntarse a caballo ganador, bien por empatía, bien por integración. Tal vez aquel ridículo «me abstengo en la investidura de Rajoy por imperativo» pueda ser recuperado hoy como una contribución simpática al triunfante sanchismo. Tovar padre se hace a un lado para ver si la neutralidad suiza de su hija, que prefirió irse al WAM antes que al mitin murciano de Pedro Sánchez (ojo, cualquiera habría hecho lo mismo, por Dios, no hay color) surte efectos para el futuro de la dinastía, aunque ésta podría haberse consolidado si la ambición personal de papi no se hubiera mezclado en el momento oportuno con la lógica del diseño político necesario, tan claro y evidente a los ojos de todos, dentro y fuera del PSOE. Allá ellos, oye.

Bien. Los Tovar, es decir, un resquicio de aparato restante de esa ambición, estaban con Patxi, aunque, ya digo, al final sólo un poquito o nada. Y la oposición a los Tovar, con Susana. Las alcaldesas estaban con Susana. No les ha ido mal del todo porque, visto cada uno de los feudos, los resultados de la andaluza pueden calificarse de resistentes, aunque fueran insatisfactorios para ella en casi todos los frentes.

Esto, visto en abstracto, produce cierta perplejidad. Porque, veamos: si el aparato está con Patxi o se pone oportunistamente neutral en previsión del fiasco de la precipitada apuesta por el vasco, y la oposición al aparato se hace susanista ¿qué ha pasado aquí? Resulta que Murcia ha calcado los resultados nacionales y el líder triunfante en estos lares ha resultado ser Pedro Sánchez. ¿Quiénes son los padres locales de esa victoria? Si rebuscamos, hallamos a dos, alcaldes por más señas: el de Alhama y el de Calasparra. ¿En serio? No parece posible que sobre las espaldas de estas dos personalidades, de relativo peso en la organización, pueda grabarse la placa conmemorativa del tsunami sanchista. Pongamos que éste se ha producido contra todos, tanto contra el aparato como contra la oposición al aparato. Esto es lo divertido del caso. En Murcia no hay sanchistas que puedan reivindicar la victoria, salvo, claro, los militantes que la han hecho posible voto a voto, es decir, el 50% del censo socialista que no ha obedecido a ninguna de las tendencias locales, protagonizadas por los diversos dirigentes que habían querido instalarse en la ola de las que inicialmente parecían opciones emergentes. Qué chasco. Ya digo: una victoria sin padres. Insólito en la vida política.

Como para hacérselo ver. Resulta que hay alguien hay fuera. Los militantes. Y eso a pesar de que estaban aleccionados y advertidos. Se les ha dicho por activa y por pasiva que debían olvidar sus propias opiniones y ponerse en el lugar de las que se les suponen a los potenciales votantes. Que votante y militante son cosas distintas. Hasta el punto de que algunos de los que pagan cuota han acabado preguntándose: ¿qué hago yo aquí si en vez de expresar mi opinión verdadera debo atenerme a la que tienen supuestamente, según los dirigentes, aquellos que han de votar el partido que yo sostengo? Un contradiós. La cosa ha llegado al punto de que una de las elecciones democráticas más limpias de las que se tienen noticias se empieza a hacer pasar como un disparate irresponsable, sólo porque el resultado debiera haber sido otro. Los demócratas de toda la vida empiezan a tenerle miedo a la democracia. Y es que en Murcia no ha ganado nadie. ¿O es que han perdido todos?


 (*) Columnista



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