El padrecito Stalin solía invitar a la URSS a los intelectuales
europeos de izquierdas, valga la redundancia, para que constataran con
sus propios ojos las maravillas del paraíso soviético. Con el tiempo, se
supo que el paseo de aquellos turistas revolucionarios se producía por
pueblecitos de cartón piedra expresamente construidos para la mirada
exterior en los que ´vivían´ ciudadanos-actores que interpretaban con
extraordinaria profesionalidad ante las visitas el estado de felicidad
suprema del hombre sobre la tierra.
En la Región de Murcia hemos
empezado a celebrar el centenario de la Revolución Soviética con la
utilización de algunos de sus ardides. Ahí está el paseo en barca, ayer,
del nuevo presidente de la Comunidad, Fernando López Miras, sobre aguas
del Mar Menor para constatar con su mirada una tesis establecida antes
de iniciar la singladura: que el mar es azul. Él ayer lo vio azul. Y se
quedó confortado, pues no hay mejor informe técnico que el de la propia
mirada, con independencia de lo que digan en tortuosos análisis llenos
de cifras, signos y farragosos párrafos los expertos en calidad
ambiental.
La gozosa experiencia presidencial de ayer remite al
método de propaganda stalinista, pero con una variable inquietante: no
era a Stalin a quien paseaban por pueblos artificiales para comprobar
las bondades de su gestión política, sino que era el propio Stalin el
que presentaba aquel falsete a la vista de los demás, con la esperanza
de que, de vuelta a París, la intelectualidad europea cantara las
excelencias soviéticas.
Este es el aspecto que nos debe
preocupar: no es que López Miras pretenda engañarnos sino que alguien
pretende engañar a López Miras. Stalin nunca se creyó lo de sus
pueblecitos, y nunca dijo algo sobre ellos; pretendió que otros
escribieran lo que habían visto, en el inteligente supuesto de que
tendría mayor credibilidad. Sin embargo, López Miras ha dado un paso
más, y ha comprometido su propia mirada al declarar que ve las aguas del
Mar Menor de un azul cristalino. Quien no haya sido asaltado por esa
celestial visión será, sin duda, un antisistema o algo peor.
Si el Mar Menor es azul cuando hace unos meses estaba en verde, ya está todo solucionado. Entonces ¿por qué crear, como ha hecho el nuevo presidente, una dirección general del Mar Menor? Después de transitar sobre las aguas y operar el milagro de la depuración como si se tratara de un Jesucristo que quisiera impresionar a sus apóstoles con sus artes para la milagrería, López Miras debería dar marcha atrás en su intención de dedicar una estructura administrativa a sanear el Mar Menor, pues ya está saneado. ¿O es que le faltan detalles? En principio, le faltan 19 banderas azules, que no es poco.
Tal vez estemos entrando en un fase en que tendremos que aceptar la palabra del presidente como argumento científico y esto antes incluso de que hayamos podido constatar algo más fácilmente demostrable: su credibilidad política. No debiera desperdiciarla con estos numeritos para crédulos.
(*) Columnista
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