martes, 23 de mayo de 2017

La lucha contra la corrupción como bandera de Pedro Sánchez / José Luis Manzanares *

Pedro Sánchez ha regresado a la Secretaría General del PSOE ocho meses después de su forzada dimisión o defenestración, según prefiera el lector, por el Comité Federal del partido el 1 de octubre de 2016. Todo un golpe de mano incruento al decir de muchos comentaristas.

El público y continuado apoyo a la candidatura de Susana Díaz por Felipe González, Rodríguez Zapatero y otras personalidades socialistas de antaño, la escasa neutralidad de la gestora y el indisimulado respaldo de muchos barones territoriales, así como la promoción de la presidenta de la Junta de Andalucía por gran parte de los medios de comunicación y, al parecer, también de las grandes empresas del IBEX, habrían contribuido paradójicamente al triunfo de Pedro Sánchez, muy por encima de Susana Díaz y a gran distancia de Patxi López. La credibilidad de las encuestas ha quedado una vez más en entredicho.

Los pronósticos, interesados o no, erraron y Pedro Sánchez vuelve a revolotear sobre el PSOE como un Ave Fénix que renace de sus cenizas hacia una meta invariable. No importa que tenga que flexibilizar su conducta cotidiana según el escenario partidista en el que haya de moverse. Y aquí es donde procede destacar, frente a sus contradicciones en numerosas materias durante los últimos meses, su promesa de combatir una corrupción de la hace máximo responsable a Mariano Rajoy, presidente del Gobierno de España. Recuérdese el injurioso calificativo que le lanzó cara a cara en una tensa sesión del Congreso de Diputados. El “no es no” continúa siendo la estrella polar de su política.

Claro es que la victoria de Pedro Sánchez se debe a muy diferentes factores, desde la forma poco ejemplar con que se forzó su dimisión, regalándole así la socorrida condición de víctima, hasta la sobreactuación de las viejas glorias del partido a favor de la presidenta andaluza. La réplica de las bases socialistas habría sido, sin embargo, que el rosario de los recientes desastres electorales de Pedro Sánchez no serían culpa suya, sino que responderían, por el contrario, a la falta de adaptación del PSOE a los nuevos tiempos, como si la aparición de Podemos y Ciudadanos en nuestro escenario político hubiera sido una anécdota sin importancia.

Al igual que la sombra del ciprés es alargada según en el título de la conocida novela de Miguel Delibes, también lo es la proyectada por la corrupción. De ahí la ventaja que tienen en este sensible punto de la política nacional los líderes recién llegados al terreno de juego. No hay duda de que desde esa perspectiva Pedro Sánchez se halla en mejor situación para encabezar la lucha contra la corrupción que una Susana Díaz procedente de la comunidad autónoma donde proliferaron los escándalos y multimillonarios chanchullos de los ERES y los centros de formación, por mencionar sólo un par de botones de muestra. El recién nombrado Secretario General del PSOE no arrastra semejante lastre. El, como Pablo Iglesias y Albert Rivera, serían páginas totalmente en blanco.

Por lo demás, el corrimiento del PSOE hacia la izquierda es notorio aunque desconozcamos aún los detalles de su programa. Habrá que contar en todo caso con que ese giro puede provocar tanto una fuga de votos hacia Ciudadanos como, aunque probablemente en número mucho menor, el regreso de viejos seguidores del PSOE tras su paso coyuntural por Podemos.


(*) Consejero Permanente de Estado y magistrado del Tribunal Supremo.


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