El próximo mes de octubre o noviembre,
según el calendario que se siga, se celebrará el primer centenario de la
Revolución bolchevique, un golpe de Estado con insurrección armada
perpetrado por el soviet de Petrogrado, a las órdenes del Comité Militar
Revolucionario, presidido por Lenin desde el Instituto Smolny.
Así
visto, parece una asonada y lo es; pero una asonada que cambió el mundo e
inauguró una era nueva, la de la esperanza de una sociedad comunista
aquí y ahora. La esperanza y supuesta realidad duró unos 75 años y se
vino abajo hace algo más de un cuarto de siglo de modo bastante
ignominioso.
Cualquiera
diría que el comunismo había fracasado. Allí en donde se implantó
originó tiranías de partido. Que en algunos casos, escasísimos, hayan
sido "desarrollistas" nada quiere decir. También el franquismo quiso
legitimarse vía "modernización". Queda la China, pero ningún comunista
la señala ya como ejemplo de nada. Ni los propios chinos. De hecho, el
comunismo occidental -que nunca había sido boyante desde la segunda
guerra, excepto en el sur de Europa- prácticamente había desaparecido.
En la mayoría de los países, los partidos comunistas cambiaron de
nombre, de símbolos y hasta de ideología. En lugar de hacer frente al
hundimiento del llamado socialismo real con algún intento de
explicación científica, como hubiera exigido el patriarca Marx, en cuyo
nombre se había actuado en la historia, los comunistas se confundieron
con el paisaje.
Es
el caso de IU en España, organización que pivotó siempre en torno al
PCE y que permitía a este concurrir a las elecciones con un nombre no
tan comprometido como el de comunista. El actual Coordinador General de
la formación es Alberto Garzón, militante asimismo del PCE. Si no ando
equivocado, todos los coordinadores generales de IU han sido militantes
del PCE, para asegurar el predominio del partido, camuflado bajo una
inocente denominación.
Ahora,
Garzón, sin duda picado en su juvenil negra honrilla por la acusación
de camuflaje, ha decidido salir a los caminos de España a explicar a la parroquia qué sea eso del comunismo hoy advirtiendo,
de paso, que él es comunista y a mucha honra. El comunismo, como Garzón
lo profesa, no tiene nada que ver con el totalitarismo soviético, así
que el hundimiento del tinglado deja indemne la teoría de Garzón. Es un
punto frecuente en las diversas corrientes del comunismo: lo que se
hundió en la Unión Soviética no fue el comunismo "verdadero", sino otra
cosa y aquí puede el lector aventurar cosas. A alguno tengo oído decir
que lo que allí se hundió, en realidad, fue el fascismo.
En
todo caso, no el comunismo que profesa (y, al parecer, quiere poner en
práctica) Garzón, que viene directamente de Marx, sin aparentes
interpolaciones leninistas. El comunismo del coordinador general es
democrático. En otro lugar leí que, según él, el concepto marxista de
"dictadura del proletariado" (DP), en realidad se refiere a la idea del demos
de la Atenas clásica. Siempre que los románticos querían embellecer
algo lo llevaban a Grecia. Con razón o sin ella, como Garzón en este
caso. De demos ateniense la DP no tiene nada. Además, para un comunista,
ese demos es escuálido: quedaban excluidas las mujeres, los niños, los
esclavos, los libertos y los extranjeros.No sé yo si es un buen comienzo
para una futura sociedad sin clases, pobladas por hombres nuevos.
Así
que si la DP no es esa ilusión del demos, ¿qué podría seer? No hace
falta dárselas de hermeneuta para entender que, al hablar de la DP, un
hombre culto y un jurista del siglo XIX, como Marx, tenía que estar
pensando en la figura del dictador del derecho romano. No había
dictaduras por entonces y la única que hubiera podido pasar por tal, la
de Cromwell en el siglo XVII, se llamaba Commonwealth.
Las
dictaduras como formas de gobierno no sometidas a la ley son cosa del
siglo XX. Así que la DP era una aproximación a una idea, incluso una
metáfora: se trasfería a una colectividad (el proletariado) la
competencia cum imperium que asumía provisionalmente un magistrado nombrado por un cónsul a instancias del Senado y con aprobación de los comitia curiata.
Es decir, un gobierno con plenos poderes pero estrictamente para hacer
aquello para lo que se le había designado, normalmente restauración del
orden republicano, vuelta a la legalidad.
Y
¿qué tendría que hacer el proletariado, cual sería su mandato como
dictador? Evidentemente, eliminar a la burguesía. Hasta ahí,
probablemente, habría un acuerdo entre marxistas. El acuerdo se rompería
al responder a la pregunta ¿y cómo se elimina a la burguesía?
Garzón
parte de un supuesto altamente cuestionable, esto es, que hay una
relación, por así decirlo simbiótica, entre el comunismo y el marxismo,
cosa que muchísimos marxistas vienen negando si por comunismo hemos de
entender lo que el viento de la tundra se llevó. De ahí que el impetuoso
diputado de IU haya salido a predicar (él lo llama "divulgar") el
comunismo de verdad, que no ha quedado mancillado por el desastre del
bloque comunista. Y como prueba añade que tampoco ha quedado mancillado
el marxismo. Una falacia. El hundimiento comunista no afecta al marxismo
(su capacidad explicativa fundamentalmente) porque este no tiene nada
que ver con el comunismo.
Al comunismo el marxismo le fastidia, porque
es otra cosa. Es un criterio de acción autorreferencial y, por tanto,
impenetrable. La verdad no es lo que me dicta la razón, sino el partido
que, al ser la volonté générale, somos todos, como la iglesia, y
tenemos razón por definición. La razón del partido, que es verdad porque
perdura. Como perdura la iglesia, aunque esta lleva alguna ventaja.
Considérese el comunismo renovado de Garzón; sepárese la hojarasca de
Unidos Podemos; disípese la neblina de Izquierda Unida; y ¿qué aparece?
El PCE al final de la matrioschka. La joya en el fondo del cofre, el PCE
de toda la vida, con su gloriosa historia a cuestas, aunque se le hacen
críticas por la Tansición.
Veo
difícil el fondo del asunto, esto es, elaborar un discurso comunista
especifico hoy. Pero en política eso no importa mucho. Basta con decir
que se tiene. La forma, en cambio, es muy interesante. Que Garzón vaya
por los caminos predicando comunismo, en principio, probablemente,
obedece a una necesidad de adquirir visibilidad porque está muy
oscurecido entre la troupe de Podemos.
Visibilidad, imagen,
protagonismo. Todo muy legítimo, pero un problema añadido para Podemos.
Se hace realidad un vaticinio de Palinuro al comienzo de la historia: el
problema de fagocitar a IU era que IU, desde dentro, acabara
fagocitando a Podemos. Y ahora estos tienen que desmarcarse del
sambenito comunista, cosa que no va a añadir certidumbre a su ya de por
sí errática política.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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