Se acabó. El acoso judicial y político al que se ve sometido
desde hace casi dos meses ha podido más que PAS. El presidente de la
Comunidad Autónoma, el mejor CEO que ha pasado por San Esteban, el
político más ambicioso, dimite porque la sombra de siete presuntos
delitos que pesa sobre él (cuatro por el 'caso Auditorio' y tres por la 'Púnica')
era ya insoportable.
Pesaba más que su reconocida capacidad personal de
resistencia, más que el apoyo de su partido, que ha recibido sin fisura
alguna hasta el último minuto, hasta que el juez de la Audiencia
Nacional Eloy Velasco envió ayer al TSJ de Murcia una exposición razonada con 44 indicios delictivos
en un asunto, la trama para lavar con dinero público la imagen
reputacional de políticos en horas bajas, del que no cabe zafarse con la
apelación a "errores administrativos", como en el 'caso Auditorio'. La
'Púnica' es, con independencia de qué suerte merezca al final en el
terreno penal, socialmente más reprochable, algo más feo de lo que
resultan las irregularidades en la adjudicación de un auditorio en
Puerto Lumbreras.
PAS no quería dimitir. Pero se ha quedado sin tiempo,
apremiado por sus dos imputaciones y por la cuenta atrás inapelable de
la moción de censura que el PSOE registró en la Asamblea Regional y que
iba a debatirse mañana. La moción contaba con el apoyo de Ciudadanos e
incluso el de Podemos, por extraño que resulte, según ha asegurado el
presidente en su despedida: "Me voy porque me consta que el tripartito
tenía ya cerrado un acuerdo para gobernar la Región, y eso tendría
nefastas consecuencias para los murcianos".
Quedan muchas dudas por despejar. Quién le sustituirá al
frente de la Comunidad Autónoma, la primera y principal. Y también saber
si Ciudadanos le permitirá, contraviniendo su pacto de investidura con
el PP, mantener su escaño de diputado regional, cuyo abandono le
despojaría de su inmunidad y lo dejaría sin el privilegio del
aforamiento y a merced de un juzgado de instrucción de Lorca y de un
juez de la Audiencia Nacional, Eloy Velasco, resuelto a probar que
Sánchez delinquió para mejorar su imagen, para avanzar hacia arriba en
la cosa pública y para, en definitiva, robustecer su ambición política.
Pero que nadie piense que PAS se va. Abandona hoy la presidencia, donde
no era posible ya resistir el asedio, pero se queda al frente del PP
regional, defendiendo el fuerte, y no se va de la política. No podría
hacerlo. Solo una condena, que en todo caso quedaría muy lejos aún en el
tiempo, sería capaz de sacar a PAS de la política. Una condena o un
tsunami. Ninguna otra circunstancia podría facturarlo definitivamente a
casa.
(*) Columnista
No hay comentarios:
Publicar un comentario