Ya dimitió Esperanza Aguirre, tarde y mal. Aznar sigue callado como
un muerto. Rajoy se va a Brasil y Uruguay después de dejar claro que “la
gente del PP no se porta mal nunca”. Ignacio González preso con buena
parte de su familia. Granados esperando el reencuentro entre rejas. La
“puta” y la “zorra” un paso atrás. El príncipe de las tinieblas y el
director locuaz tranquilos y a lo suyo, o sea, todo menos periodismo. El
PP temblando, porque esperan más de un cante en las próximas semanas,
sabedores de que hay mucho cabreado, abandonado, hundido, deprimido y
chuleado. Y el juez Eloy Velasco encantado de haberse conocido.
Ya he dejado escrito en este andén lo que pienso de lo que está
sucediendo, mi opinión sobre el estado del PP, mis consideraciones sobre
Rajoy y mis reflexiones sobre lo que se asemeja cada día más a la
mafia. Dicho lo dicho, escrito lo escrito, y lo que queda, leído al
detalle el auto del juez Eloy Velasco, analizada al por menor la
entrevista a su señoría que publicó ayer Carlos Segovia en El Mundo
y conocido el magistrado por alguna experiencia propia, no me gustaría
caer en sus manos para ser juzgado, y me temo que la Operación Lezo
(para cesar a quien decidió el nombre), puede quedar en menos de lo que
parece y más que probablemente es.
En un Estado de Derecho la presunción de inocencia es esencial. Y las
garantías del procedimiento y el derecho de defensa también. Los 28
folios del auto del juez Velasco no quedarán para la historia de la
precisión acusatoria. La Justicia requiere pruebas. Es cierto que la
suma de muchos indicios puede terminar constituyendo pruebas, pero
Velasco creo que ha ido más allá de lo que se puede probar, con
fundamentos jurídicos discutibles, conocimientos de gestión empresarial
mejorables y dudas reconocidas que pueden conducir a algún fiasco. O en
lo que queda de instrucción se esmera o podemos estar ante un nuevo
fiasco de un juez de la Audiencia Nacional tras una operación
espectacular, con el inefable Baltasar Garzón en la memoria.
Es importante recordar que Eloy Velasco, tras ejercer como juez,
colgó la toga para sumarse a la política en la Comunidad Valenciana, al
servicio de Eduardo Zaplana, como director general de Justicia. Varios
periodistas valencianos me han contado algunas de su señoría, que
gustaba de enmendar la plana a los medios casi tanto como de comparecer
ante ellos a la sombra del jefe. Después anduvo también con Camps. Desde
1995 hasta 2003 disfrutó del poder que tenían los populares en
Valencia. Terminó a leches con algunos altos cargos, especialmente con
su colega Fernando de Rosa. Salió mal de la política, cabreado como una
mona, y reingresó en la carrera judicial. Otra vez Garzón en la memoria.
Otro más que sigue un camino que me parece inadmisible, el de la puerta
giratoria de la judicatura a la política y de nuevo al juzgado. La
experiencia acredita las consecuencias que tiene.
Velasco, en la entrevista de ayer a Segovia, dejó varias perlas:
“…cuando a ciertas empresas les iba bien no repartían beneficios, y
cuando les iba mal les hemos tenido que rescatar con nuestro sueldito lo
pobres…Los jueces tenemos que interpretar la ley conforme al pueblo.
Somos gente del pueblo y el pueblo no perdona apropiaciones económicas o
desfalcos…los jueces tenemos que interpretar las leyes conforme al
contexto actual…” (¿y si se equivocan?, pregunta Segovia) y responde:
“No pasa nada. Hay segunda instancia…Instruir estos casos es muy
complejo. Recuerdo que lleve una trama de información privilegiada de un
banco muy importante y me enseñaron un organigrama que no tenía tiempo
de entender. No tengo tiempo para entender cómo funciona un banco, pero
me tengo que enterar”.
Acojonante. ¿Cómo pueden decirse tantas barbaridades en tan poco
tiempo? ¿Alguien, culpable o inocente, querría ser acusado en un juzgado
por este caballero? ¿Cómo se puede hablar en genérico de las empresas
como si fuera delito obtener beneficios y todas las empresas hayan sido
rescatadas? ¿No sabe Eloy Velasco que la mayoría de las empresas, tras
ser esquilmadas a impuestos por Rajoy y Montoro, reparten dividendos o
reinvierten sus beneficios? ¿Es un delito? ¿Cómo interpreta un juez al
pueblo? ¿Qué locura es esta? Los jueces instruyen respetando la
legislación, después se juzga con todas las garantías y se condena o se
absuelve. ¿Quiere Eloy Velasco instaurar la justicia popular? ¿Cómo que
no pasa nada si un juez se equivoca? ¿Cómo no renuncia a instruir causas
respecto a las cuales le falta el suficiente conocimiento? ¿En que
manos estamos? ¿Qué va a hacer el Consejo General del Poder Judicial,
que es el órgano de Gobierno de los jueces, a la vista de este
disparate?
Leído lo leído, no me extrañaría que la Operación Lezo quede en nada y, una vez más, los responsables de hechos gravísimos se vayan de rositas como consecuencia de una instrucción judicial nefasta. Los jueces han de garantizar el cumplimiento de legislación vigente, la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley y las garantías en los procedimientos. Velasco representa todo lo que no debe ser ni hacer un magistrado. Este juez del pueblo me parece un peligro público. Más de uno de los acusados en sus sumarios debe estar contento.
(*) Periodista
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