La candidatura de Susana Díaz toma
caracteres cada vez más caudillistas. Este unánime cierre de filas en su
apoyo de todos los barones, baronets, cuadros, cargos públicos,
funcionarios del partido y distinguidos jubilados con mayor o menor
veteranía es la prueba más evidente a contrario de que la candidatura de
Sánchez es la de la militancia.
Los de abajo contra los de arriba,
como se predica ahora en círculos de la "nueva política". No la
candidatura del "afuereño", según vienen insinuando todas las instancias
oficiales del partido, sesgadas en favor de su caudilla y en contra de
Sánchez. Dicho en otros términos, se trata de la candidatura de quienes
viven del PSOE frente a la de quienes viven con y para el PSOE.
Desde
luego, estas primarias son decisivas para los socialistas. En las
anteriores elecciones internas hubo momentos de tensión, pero se
producían siempre sobre una acuerdo básico en el modelo de partido y el
modelo político que el partido proponía.
Tal
no es el caso hoy. La discrepancia es profunda. Díaz representa un
proyecto populista, esto es, un discurso de izquierda para una práctica
de derecha. El discurso de Sánchez, en cambio, quiere ser escuetamente
de izquierda en la teoría y la práctica. El primero, el populista, tiene
escaso éxito entre los militantes y es acogido con resignación por la
baronía, un poco asustada por el caudillismo que ella misma ha
propiciado. El segundo, el de izquierda, enciende a la militancia y pone
de los nervios a la baronía que ve peligrar sus canonjías, puestos,
cargos y nóminas.
Pero,
por muchos nervios que haya, se deben contener, sobre todo para no
hacer el ridículo. La parcialidad absoluta de la junta gestora y del
aparato del partido en favor de la candidatura de Díaz especialmente en
Andalucía es abrumadora. Si los escrúpulos no la obligan a rectificar es
porque considera su comportamiento legítimo. Cosa nada de extrañar en
quien comenzó esta peripecia perpetrando un golpe de mano para
defenestrar al SG elegido por la militancia y lleva toda la vida
entregada al medro personal en los complicados vericuetos de un partido
tan identificado con las instituciones que administra desde hace 40 años
en Andalucía que parece un PRI bético.
El
problema es si, al ver que la parcialidad no es suficiente para ganar
las primarias y habiéndole cogido gusto al expeditivo método, los
conjurados deciden defenestrar por segunda vez al exsecretario general
con cualquier pretexto estatutario, cuanta habida de que ni con todo el
aparato a su servicio consigue hacer que la candidatura de la caudilla
levante la mitad de ánimo que la de su rival.
Mientras
tanto, sería bueno que elecciones se celebraran con juego limpio. La
junta gestora debe dar a conocer los gastos de la candidatura de Díaz y
cómo se sufragan, desde el primero de todos, la convocatoria de alcaldes
de Abel Caballero hasta el último, como han hecho los otros candidatos.
No hacerlo debiera descalificarla.
También sería bueno que los barones, paniaguados diversos, cargos institucionales y demás personal incrustado en el organigrama del partido dejaran de cargar directamente o indirectamente contra el ex-secretario general. Quizá les convenga saber que cuanto más abusan de su posición, más inquina despiertan entre las bases que tienen un objetivo encomiable: devolver al defenestrado al puesto que le corresponde y del que fue privado por una maniobra y una triquiñuela harto vergonzosas.
También sería bueno que los barones, paniaguados diversos, cargos institucionales y demás personal incrustado en el organigrama del partido dejaran de cargar directamente o indirectamente contra el ex-secretario general. Quizá les convenga saber que cuanto más abusan de su posición, más inquina despiertan entre las bases que tienen un objetivo encomiable: devolver al defenestrado al puesto que le corresponde y del que fue privado por una maniobra y una triquiñuela harto vergonzosas.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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