Los tuits los carga el diablo. Este se
entretiene llamando por el móvil a sus relaciones, dejando detrás el
número satánico. Esta vez le ha tocado al de Hazte Oír. Fue necesario
que el diablo en persona se hiciera presente para que el personal tenga
barruntos de que esos del autobús del pene y la vulva no andan bien de
la cabeza. Lo de la "extorsión" es un indicio de que, además de un
complejo de Edipo puede haber otro de Fausto.
Desde
luego, bien de la cabeza no andan. Lo verdaderamente irritante de la
leyenda del autobús a mi entender, no es la incitación al odio, sino la
oscura pulsión fetichista que destila. Bastaba con decir que los niños
son niños y las niñas, niñas que, a los efectos buscados de revelar el
supuesto engaño, es lo mismo.
Pero
tampoco es cosa de escandalizarse por una tan evidente prueba de
enajenación. En el país hay muchas otras que no solamente no suscitan
escándalo sino que son ensalzadas como ejemplo para la colectividad. Que
Satanás le haga una "perdida" a Arsuaga no es menos maravilloso que la
Virgen del Rocío eche una mano a la ministra de Empleo o que Santa
Teresa interceda en los cielos por España según sabe de buena tinta el
ex-ministro del Interior, Fernández Díaz. Claro que estos no lo tuitean.
Pero lo cuentan en los medios, que viene a ser lo mismo.
En
estos días, medio gobierno debe de estar de costalero en esas
procesiones tan populares, tan castizas, tan españolas, tan del siglo
XXI. Y seguro que la ministra de Defensa ya se ha plantado la peineta de
la devoción y pasea su porte de cariátide cristiana por los llanos de La Mancha. Y también podría por los Llanos del Caudillo, el del brazo
incorrupto de Santa Teresa.
¿Qué
tiene de extraño que, ante esta unánime manifestación del espíritu
religioso profundamente español Satanás, desesperado, se ponga a llamar
al de Hazte Oír?
Seguramente para eso, para que se haga oír entre tanto rezo y tanta plegaria.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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