La costumbre democrática, desconocida en
España, de dimitir ante las irregularidades cometidas, tiene la ventaja
de ahorrar a los países la vergüenza de estar gobernados por gente que
gasta más tiempo en las estrategias procesales en su propio provecho que
en las políticas en provecho de la comunidad.
Aquí no dimite nadie. El
resultado es un gobierno al que ahora se le abre un segundo frente
judicial a través de la caja B de Bárcenas. Una situación en que no es
descabellado que alguna parte pida la comparecencia de Mariano Rajoy. Ya
ha sucedido, pero sin resultado de momento.
De
aquí puede salir cualquier cosa. Correa tiene ya una condena de 13 años
y si no acorta lo que se le viene encima, van a darle las uvas del
siglo en la trena. La cuestión es quién cae si Correa habla.
Este
clima general de cuentas judiciales por el gran latrocinio perpetrado
en el país en los últimos años abarca todas las instituciones,
estamentos y partidos. La historia de los procesos Noos, Gürtel, Púnica,
etc., etc., es la historia de la corrupción en España. La corrupción,
el privilegio, la impunidad, la injusticia. Este gobierno, el reino del
clientelismo más desaforado, es seguidor de los anteriores de su partido
que entiende el Estado como un cortijo con el que hace lo que quiere.
Los
tribunales, por otro lado, están empeñados en una batalla politica
(ellos dicen que jurídica) en contra del independentismo catalán. Lo
hacen instigados por este gobierno en el tiempo que le queda después de
comparecer ante los otros tribunales por presuntos delitos comunes.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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