Pret à Manger
es una cadena británica de restaurantes modernos de comida
rápida que ejemplifica todo lo contrario del Brexit: nombre
francés, comida orgánica y fresca y empleados pertenecientes a
110 nacionalidades en sus 374 locales. O sea, nada que ver con el
proteccionismo, ni el populismo, ni el egoísmo, ni el
ultranacionalismo, ni la xenofobia. Pero sus propietarios
están más que preocupados, y lo acaban de hacer saber con toda
rotundidad en la Cámara de los Lores.
La
comparecencia en la Comisión de Economía de la directora de Recursos
Humanos de Pret à Manger, Andrea Wareham, ha sido tan contundente como
la remontada del Barça. Aunque para determinar el éxito habrá que
esperar todavía a que acabe el partido de las negociaciones y tiras y
aflojas sobre el Brexit. Pero de momento, sus advertencias no dejan
lugar a dudas y sacan los colores a los llamados ‘brexiteers’, que
manipularon a la opinión pública con negros presagios de que los
inmigrantes quitaban puestos de trabajo a los británicos.
Wareham condensó en un dato tan espectacular como el 6-1 del Nou Camp
el drama al que se puede ver abocada su empresa: sólo uno de cada 50
solicitantes de empleo es de nacionalidad británica. Y no es por el
salario, precisó: aunque empiezan por abajo, los nuevos empleados pueden
triplicar su sueldo en pocos años y llegar a unas 45.000 libras
anuales, bastante por encima de la media.
Toda la prensa británica se hace eco este jueves de ese horizonte
sombrío que puede llegar en poco tiempo y ampliarse a otros sectores de
la actividad económica. No sólo porque lo diga Wareham, sino porque se
añade, por ejemplo, a otra comparecencia en otra Comisión parlamentaria:
la de Kevin Green, director de una entidad patronal. Puso un caso-tipo,
tal como lo cuenta Lisa O’Carrol en The Guardian. En una factoría de
alimentación ya se ha intentado aumentar el número de contratos a
británicos, con un desalentador resultado: la dureza del trabajo hace
que ‘en un mes el 75% de esos ciudadanos del Reino Unido ya se habían
ido’.
Un tercer compareciente, Tim Martin, de la cadena de pubs JD
Wetherspooon y que por cierto hizo campaña denodada a favor del Brexit,
ahora dice que el país ‘no se puede permitir el lujo de frenar la
inmigración’. De acuerdo con sus cálculos, de aquí a ’50 años tenemos
que aumentar gradualmente la población si el Reino Unido quiere tener
una economía de éxito’. Solución: un acuerdo tal que facilite la
inmigración de los europeos, aunque tenga que bajar la llegada de
trabajadores extranjeros.
Este razonamiento enlaza con las últimas estadísticas oficiales del
INE británico. Lo contaba hace poco Lucy Meakin en Bloomberg: de hecho,
‘el aumento de población en el Reino Unido se debe principalmente a la
inmigración, según la Oficina de Estadísticas Nacionales’. Sin esa
llegada neta, la población se enfrentaría al mismo problema demográfico
por escasa nataliadad que tienen otros países, como España. Y la fuerza
laboral, peor aún.
Exactamente lo mismo ocurre en EEUU. Con Trump o sin Trump, el país
necesita a los inmigrantes. Lo ratifica un estudio publicado el
miércoles por el think tank Pew Research Center del que se hace eco la
prensa norteamericana este jueves. Dice Pew: ‘El crecimiento de la
población en edad laboral en EEUU de aquí a 2035 al menos será debido a
la inmigración’.
Las proyecciones matemáticas del estudio revelan que en los próximos
decenios habrá un descenso de la población laboral de ciudadanos
norteamericanos. Por lo tanto, para mantener el ritmo de funcionamiento y
crecimiento de la economía y para cubrir los puestos de trabajo
necesarios no habrá más remedio que recurrir a la inmigración. Sin
ellos, la población en edad laboral descendería desde los 183 millones
que se calculan necesarios para 2035 a sólo 166 millones. Serían 18
millones menos de trabajadores, todo un caos y una catástrofe para la
economía.
(*) Periodista
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