La UE no protege adecuadamente la producción citrícola de la Europa meridional, y en especial la española, que ostenta el liderazgo mundial en calidad y garantía fitosanitaria basado en un esmerado cultivo y un excelente y probado control profesional sanitario. La opinión pública ha sido partícipe en los últimos meses de los perniciosos efectos de suscribir un tratado comercial comunitario con países terceros (Comunidad de Estados Sudafricanos), firmado a espalda del sector y sin un informe de impacto previo.
Las destructivas consecuencias para los cítricos europeos vienen dadas por: - el solapamiento de las producciones bilaterales para su venta en fresco o su procesado industrial en zumos, - una competencia desleal de costes de producción, medioambientales y sociales, - unas aplicaciones fiscales desequilibradas, - las nuevas ventajas arancelarias para sus exportadores, y - la ruptura del manido principio de preferencia comunitaria.
No aplicar severamente la regulación comunitaria en materia de control fitosanitario de las importaciones procedentes de países terceros o hacerlo de manera permisiva con algunos Estados miembros importadores, con nula o escasa sensibilidad y carentes de producción que proteger, genera continuos impactos negativos a la industria española.
No aplicar severamente la regulación comunitaria en materia de control fitosanitario de las importaciones procedentes de países terceros o hacerlo de manera permisiva con algunos Estados miembros importadores, con nula o escasa sensibilidad y carentes de producción que proteger, genera continuos impactos negativos a la industria española.
A título de ejemplo, sólo durante el último trimestre, el sector citrícola nacional ha conocido tres nuevas y graves amenazas foráneas, como consecuencia de la laxitud del control sanitario en ciertos puertos de entrada: - en noviembre se confirmó en Mallorca la presencia de una bacteria, la Xylella fastidiosa, que podría ser letal para los cítricos, olivos y otros frutales y que sólo dos meses después ya se considera que está expandida por todo el archipiélago, - en diciembre, se localizó en Alicante otra peligrosa plaga también desconocida en estas latitudes, el llamado 'trip del té', y - recientemente, las autoridades lusas confirmaron a las españolas que el insecto que porta la enfermedad citrícola más devastadora del planeta, el ‘citrus greening’ (que ya ha puesto contra las cuerdas a potencias productoras como Florida, Brasil o China) ha sido detectado en Aveiro (Portugal), a sólo 450 km de las plantaciones citrícolas de Huelva.
Por efecto directo de la globalización de los intercambios comerciales -no debidamente controlados en los puertos de llegada europeos- se estima que cada poco más de un año se introduce en el sector citrícola español una nueva plaga o enfermedad. Cualquiera de las que portan recurrentemente los agrios de Sudáfrica en sus envíos a la UE (como el citado citrus greening, el hongo 'Citrus black spot' o la polilla C. Leucotreta) cuestionaría la viabilidad de nuestra citricultura, un sector que cada año genera un volumen de negocio superior a los 4.000 millones de euros, más de 3.000 de ellos en exportaciones.
Como en toda actividad económica que cubra un consumo necesario y que contribuya al crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) y de la Renta per Cápita (RPC), surge inevitablemente la competitividad altamente agresiva. Si además, el sector no solamente crea riqueza sino que contribuye a mejorar la salud humana y satisfacer la necesidad alimentaria, como es el caso, surge el "plagio destructivo" y la "ambición especulativa desmedida", ilegal y creadora de un dumping que exigiría la indemnización compensatoria jurídicamente indiscutible de una actividad que se desarrolla en una tierra fértil, un clima único y un agricultor técnicamente preparado, amante de su oficio y continuador de las experiencias de sus antepasados; sin olvidar la pérdida de riqueza del Patrimonio Nacional, del consumo y de nuestra balanza exterior.
En septiembre de 2014, ante la amenaza de nuevos rechazos - por razones fitosanitarias o incluso de un nuevo bloqueo de sus exportaciones decidido por Bruselas- , Sudáfrica acordó con las autoridades holandesas cómo flexibilizar los controles en sus puertos. Se pactó con la principal plataforma de importación hortofrutícola de aquel país una inspección previa a la comunitaria (la oficial) y se acordaron, según consta en cartas remitidas por la Citrus Growers Associatión of Southern África (CGA) a importadores europeos, "protocolos y procedimientos creativos y flexibles” con la inspección oficial holandesa (la comunitaria).
Nótese el caso ciertamente cuestionable de Holanda, cuya inspección fitosanitaria oficial es realizada a través de una concesión del Estado por la entidad privada Kwaliteits Controle Bureau (KCB), cuyo consejo de administración está enteramente compuesto por los importadores de frutas y hortalizas holandeses. Se trata pues de un caso inédito con respecto al resto de Europa, donde estos controles son realizados por un cuerpo específico de funcionarios de alta cualificación.
Por efecto directo de la globalización de los intercambios comerciales -no debidamente controlados en los puertos de llegada europeos- se estima que cada poco más de un año se introduce en el sector citrícola español una nueva plaga o enfermedad. Cualquiera de las que portan recurrentemente los agrios de Sudáfrica en sus envíos a la UE (como el citado citrus greening, el hongo 'Citrus black spot' o la polilla C. Leucotreta) cuestionaría la viabilidad de nuestra citricultura, un sector que cada año genera un volumen de negocio superior a los 4.000 millones de euros, más de 3.000 de ellos en exportaciones.
Como en toda actividad económica que cubra un consumo necesario y que contribuya al crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) y de la Renta per Cápita (RPC), surge inevitablemente la competitividad altamente agresiva. Si además, el sector no solamente crea riqueza sino que contribuye a mejorar la salud humana y satisfacer la necesidad alimentaria, como es el caso, surge el "plagio destructivo" y la "ambición especulativa desmedida", ilegal y creadora de un dumping que exigiría la indemnización compensatoria jurídicamente indiscutible de una actividad que se desarrolla en una tierra fértil, un clima único y un agricultor técnicamente preparado, amante de su oficio y continuador de las experiencias de sus antepasados; sin olvidar la pérdida de riqueza del Patrimonio Nacional, del consumo y de nuestra balanza exterior.
En septiembre de 2014, ante la amenaza de nuevos rechazos - por razones fitosanitarias o incluso de un nuevo bloqueo de sus exportaciones decidido por Bruselas- , Sudáfrica acordó con las autoridades holandesas cómo flexibilizar los controles en sus puertos. Se pactó con la principal plataforma de importación hortofrutícola de aquel país una inspección previa a la comunitaria (la oficial) y se acordaron, según consta en cartas remitidas por la Citrus Growers Associatión of Southern África (CGA) a importadores europeos, "protocolos y procedimientos creativos y flexibles” con la inspección oficial holandesa (la comunitaria).
Nótese el caso ciertamente cuestionable de Holanda, cuya inspección fitosanitaria oficial es realizada a través de una concesión del Estado por la entidad privada Kwaliteits Controle Bureau (KCB), cuyo consejo de administración está enteramente compuesto por los importadores de frutas y hortalizas holandeses. Se trata pues de un caso inédito con respecto al resto de Europa, donde estos controles son realizados por un cuerpo específico de funcionarios de alta cualificación.
Es decir, que los exportadores sudafricanos pudieron negociar y lograron efectivamente dulcificar el prescriptivo control de plagas y enfermedades en el principal puerto de entrada europeo con los principales interesados en evitar tales problemas, los importadores de los Países Bajos. La decisión posterior para evitar más problemas fitosanitarios en destino fue sencilla, dirigirse hacia los puertos con controles más laxos: Rotterdam para los envíos en fresco hacia la Europa continental, a los puertos ingleses para los destinados, principalmente, a la transformación en zumos para las islas, o en mucha menor cantidad al país luso para su posterior distribución a los mercados españoles y del sur de Francia.
Gracias a la permisividad de la UE y a la connivencia con la inspección holandesa, británica y posiblemente la portuguesa (que acumularon el 50, el 24 y el 8 por ciento de las importaciones citrícolas europeas de 2016 procedentes de Sudáfrica), sus exportadores han conseguido reducir drásticamente los rechazos fitosanitarios en frontera, pero no el riesgo de poder expandir sus plagas y enfermedades.
No debe olvidarse, además, que gracias al nuevo acuerdo comercial con la UE han logrado eliminar bastantes componentes en sus costos, legitimando una competencia desleal –social y medio ambiental- con la producción europea. Entre otros cabe destacar: el fraude fiscal en origen, los costos sociales y de producción insuficientes, y la eliminación de derechos arancelarios para sus exportaciones a Europa. De seguir así se arrebatarán los beneficios a nuestros agricultores, llevándoles a la ruina de sus fincas agrícolas y a la posible quiebra.
SOLUCIONES
Determinados grupos del sector están reaccionando y estiman la posible necesidad de acudir a la vía judicial internacional que obligue a los tres miembros beneficiarios a someterse a la regulación Comunitaria de control fitosanitario.
Sin embargo, el Comité de Gestión de Cítricos (CGC) propone la siguiente y razonable solución:
1.- Que la CE haga cumplir los reglamentos de control y medidas preventivas fitosanitarias que garanticen la misma cualificación e independencia profesional de forma homogénea en todos los puertos de entrada de la UE para evitar que las importaciones se concentren en los menos rigurosos.
Gracias a la permisividad de la UE y a la connivencia con la inspección holandesa, británica y posiblemente la portuguesa (que acumularon el 50, el 24 y el 8 por ciento de las importaciones citrícolas europeas de 2016 procedentes de Sudáfrica), sus exportadores han conseguido reducir drásticamente los rechazos fitosanitarios en frontera, pero no el riesgo de poder expandir sus plagas y enfermedades.
No debe olvidarse, además, que gracias al nuevo acuerdo comercial con la UE han logrado eliminar bastantes componentes en sus costos, legitimando una competencia desleal –social y medio ambiental- con la producción europea. Entre otros cabe destacar: el fraude fiscal en origen, los costos sociales y de producción insuficientes, y la eliminación de derechos arancelarios para sus exportaciones a Europa. De seguir así se arrebatarán los beneficios a nuestros agricultores, llevándoles a la ruina de sus fincas agrícolas y a la posible quiebra.
SOLUCIONES
Determinados grupos del sector están reaccionando y estiman la posible necesidad de acudir a la vía judicial internacional que obligue a los tres miembros beneficiarios a someterse a la regulación Comunitaria de control fitosanitario.
Sin embargo, el Comité de Gestión de Cítricos (CGC) propone la siguiente y razonable solución:
1.- Que la CE haga cumplir los reglamentos de control y medidas preventivas fitosanitarias que garanticen la misma cualificación e independencia profesional de forma homogénea en todos los puertos de entrada de la UE para evitar que las importaciones se concentren en los menos rigurosos.
2.- Que, siguiendo las recomendaciones científicas de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), imponga controles y medidas preventivas a las importaciones se concentren en los menos rigurosos.
3.- Que, siguiendo las recomendaciones científicas de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), imponga controles y medidas preventivas a las , Australia o Japón.
3.- Que, siguiendo las recomendaciones científicas de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), imponga controles y medidas preventivas a las , Australia o Japón.
(*) Economista y empresario
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