Mientras Rajoy era reelegido presidente
del PP por mayoría búlgara, en Valencia caía una cascada de años de
cárcel a algunos de los principales de la Gürtel, Correa, el Bigotes,
una exconsejera del gobierno de Camps, etc., todo galaxia PP, primer
partido en comparecer como acusado en un proceso penal. Y no un partido
cualquiera, sino el partido del gobierno.
El partido del presidente
reelegido por aclamación y cuya comparecencia en otro procedimiento
penal vuelve a solicitarse para que aclare su relación con la caja B de
su organización de la que, supuestamente, cobraba unos sobresueldos,
acusación que no se ha refutado, que yo sepa y que debería haber
supuesto su dimisión fulminante desde que se conoció el cambalache.
La
corrupción generalizada no se reduce a estos casos. Ayer mismo, al
tiempo que el partido, comparecía en la causa la exministra de Rajoy,
Ana Mato, quien trató de hacerlo prácticamente incógnito y
resultó no saber ni recordar nada, como siempre. Hace un par de días,
también, se sabía que Rodrigo Rato, exvicepresidente del gobierno de
Aznar venía al parecer defraudando a Hacienda desde desde 2004 a 2015.
Métanse en un saco, por no hacer el relato interminable los múltiples
casos de otros cargos, cargazos y carguillos del PP que llevan años
deleitando las sobremesas televisivas: Camps y sus trajes; Matas y su
palacete; González y su ático; Fabra y su aeropuerto para peatones;
Granados y la Púnica; Barberá y su Ayuntamiento. Añádanse también sendos
procelosos elencos de otros acusados de corrupción en la rama
valenciana y, sobre todo, la madrileña, poblada de personajes curiosos.
Rancho
aparte ha venido teniendo el increíble caso Bankia, protagonizado por
el no menos increíble amigo de pupitre de Aznar, Blesa, aficionado a los
safaris, como Hemingway. Una estafa de proporciones ciclópeas, con
decenas de miles de afectados, lo que provocó ese rescate de Bankia que
se ha hecho a costa de la hucha de las pensiones. Todo ese Monipodio
celebrado a todo lujo en una francachela a cuenta de las black. Cuando
el asunto fue a parar a la alta inspección del Banco de España y la
Comisión Nacional del Mercado de Valores, el resultado llevó a imputar
no a Bankia sino a los directivos de las dos entidades ya se verá con
qué alcance.
Las
vueltas que da la vida. En tiempos del gobierno de Felipe González, el
gobernador del Banco de España, Mariano Rubio, acabó en la cárcel. Por
entonces se consideró que se había llegado al límite de lo soportable en
materia de corrupción. Que te robe el gobernador del banco central es
como para dudar de la racionalidad y eficacia de los mercados de razón
neoliberal.
La
situación hoy es muchísimo peor. En tiempos de González, este estuvo a
punto de ser llamado en el proceso de los GAL. En estos, Rajoy puede ser
llamado por otro tipo de motivo. La corrupción es estructural y
apabullante. La cuestión es, en efecto, ¿cómo hemos llegado a este
extremo? Se me ocurren varias razones concomitantes: en primer lugar
porque la sociedad tiene una umbral de tolerancia de la corrupción muy
alto y una conciencia ciudadana muy baja. Entretenernos en esto sería
prolijo y también innecesario porque es opinión generalizada.
En segundo
lugar por una llamativa incuria de los partidos de la oposición que
son cualquier cosa menos oposición. Su falta de beligerancia permanente
contra la corrupción del partido del gobierno prácticamente los hace
cómplices. Y, en tercer lugar, unos medios abrumadoramente a favor del
PP. Los audiovisuales públicos son centros de propaganda del gobierno y
su partido. Los privados, pese a algunos escarceos, al servicio de la
derecha, como la prensa de papel. Función de investigación de la
corrupción del poder, cero.
A
todo esto debe añadirse un profundísimo sentido caciquil de la
política, impuesto por el presidente de los sobresueldos que lleva toda
su vida ejerciendo de político profesional gracias a sus pragmáticas
(algunos dirían "cínicas") formas de proceder. Su gobierno ha abolido de
hecho el principio de separación de poderes, desnaturalizado la
democracia, colonizado las instituciones y politizado a su favor la
administración de justicia. Y ha anulado el principio de rendición de
cuentas de los gobernantes. Un verdadero destrozo.
Así es como hemos llegado a esto. Y parece muy difícil remediarlo.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Politica en la UNED
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