Si camina como un pato, nada como un pato y grazna como un pato, lo
más probable es que sea un pato». Cuac cuac. Un pato. Es un lema que
desde hace décadas se aplica en la vida política a aquellas encrucijadas
en que se nos quiere hacer pasar gato por liebre, y todo el mundo sabe
que ni gato ni liebre ni perro ni oca, sino pato. También es verdad que
las apariencias engañan. Cualquiera se puede disfrazar de pato y pasar
por pato, aunque no es fácil ni en pleno carnaval. La Policía no es
tonta, salvo cuando se lo hace.
El jefe político de la Policía
en la Región de Murcia, Antonio Sánchez-Solís, no es tonto ni lo parece,
pero dice cosas como que los dos asaltos consecutivos al domicilio del
fiscal Anticorrupción, Juan Pablo Lozano, ´pudieran ser´ actos de
delincuencia común. En eso no se equivoca, desde luego. Quienes entraron
en dos ocasiones a casa del fiscal eran delincuentes comunes (no cabe
pensar que lo hicieran Urdangarin, Bárcenas o Rodrigo Rato, desde
luego), es decir, se trataba de profesionales experimentados en la
mangancia de poca monta, nada que ver con la mafia de cuello blanco que
anida en las estructuras del poder político. Eran chorizos expertos en
entrar a las casas por puertas y ventanas, habilidosos en el robo
manual, no en el que se practica mediante los contratos públicos, el
tráfico de influencias y esas actividades que permiten vivir años sin
mover las propias cuentas corrientes y sin visitar los cajeros. Quiero
decir que quienes entraron a casa del fiscal no han sido nunca
probablemente compañeros de partido de Sánchez Solís. En eso, el
delegado del Gobierno ha estado atinado.
Pero el jefe de la
Policía no debiera quedarse mirando el dedo que señala a la luna. Si
esos delincuentes tan comunes se arriesgan a entrar dos veces
consecutivas a casa del fiscal y sólo se llevan, en la primera de las
visitas, el ordenador del involuntario anfitrión, no practican ningún
registro, prescinden de tomar el dinero, joyas o electrodomésticos que
se distribuyen por la casa y lo dejan todo tan impoluto como si en vez
de ladrones fueran una brigada de limpieza ¿qué podemos pensar? Sobre
todo ¿qué debe pensar el jefe político de la Policía? Ya hemos advertido
que la Policía no es tonta, y su jefe tampoco debiera serlo. Unos
delincuentes comunes que no roban después de haber entrado en las casas
son delincuentes, pero no pueden ser comunes. Lo común es que lo dejen
todo patas arriba y se lleven hasta las camisas.
Las
declaraciones a la SER de Sánchez Solís son inquietantes porque nadie
querría pagar a un jefe político de la Policía cuya capacidad de
deducción consista en que si ve una colilla en el lugar de los hechos
concluya que nadie ha fumado. Hemos puesto nuestra seguridad en manos de
un tipo que no ha aprendido nada de Colombo y que se parece más al
Superagente 86 que a 007. En el fondo, no es de extrañar, pues de sus
responsabilidades anteriores como director general de Transportes nos ha
dejado la herencia del aeropuerto sin aviones, el Ave al ya te veré y
el servicio urbano de autobuses de Ruanda, si bien tuvo la suerte de ser
sustituido por alguien que lo ha hecho bueno. Todo puede empeorar,
aunque parezca imposible.
Ahora bien, como poli, y más como jefe
de la poli, Sánchez Solís necesita urgentemente un cursillo. Primera
lección: lo habitual es que los asaltantes de pisos, después de haber
hecho el esfuerzo, se lleven todo lo que encuentren de valor. Los
ladrones bondadosos están bien para los cuentos infantiles (yo recuerdo
los tebeos de Los Golfos Apandadores), pero a los ciudadanos corrientes
les resultan poco simpáticos cuando son de carne y hueso. La pregunta
que se debe hacer un buen poli es: sí, son delincuentes comunes, pero
¿contratados por quién y para qué? Eso es lo que nos pone los pelos de
punta, porque quien contrata a un delincuente común para asaltar el piso
de un fiscal y robar su ordenador puede dar un paso y pagar para que
enrojezca la crónica de sucesos. El ladrón que no roba usa, en realidad,
el lenguaje revelado por Coppola con aquella cabeza de caballo.
¿Estamos
en buenas manos con Sánchez Solís al frente de la Policía? ¿Cómo es
posible que este hombre vea a un pato que anda como un pato, que nada
como un pato y que dice cuac cuac y no le parezca que sea un pato? Hay,
es cierto, alguna otra posibilidad: que se trate de agentes secretos del
Estado disfrazados de patos, pero esta ya sería ir muy lejos. Aunque no
tanto, desde luego, como suponer que ciertos asaltos de los que se
vienen produciendo en Murcia sean practicados por delincuentes comunes
tan poco comunes como para que, una vez dentro de los domicilios, se
resignen a no robar lo que tienen a mano. Cuac cuac.
(*) Columnista
No hay comentarios:
Publicar un comentario