Si yo estuviera en la cofradía de Díaz o
en la cuadrilla de López empezaría a preocuparme en serio. Con todos
los medios en contra, como todos los barones del partido y los órganos
de este y con un gobierno hostil, la candidatura de Sánchez se robustece
por momentos, levanta expectativas y genera apoyos multitudinarios en
las bases. Díaz hace campaña con cargos institucionales y duda si
presentar su candidatura. López predica su talante conciliador ante
exiguas audiencias. Solo Sánchez reúne apoyos suficientes entre la
militancia para ser un candidato creíble.
La
prueba ayer en el Bellas Artes era determinante: presentarse en Madrid,
villa y corte. La convocatoria fue un éxito de asistencia, el aforo del
teatro Fernando de Rojas y otro tanto que se quedó fuera y siguió el
acto por una gran pantalla. Estuvo bien planificado, pues se trataba de
hacer público el documento base de la candidatura para elaborar una
alternativa a lo que se presente en el congreso. No era un mitin, ni una
celebración de aniversario o una romería, sino una somera presentación
de un texto político-ideológico y propositivo y se había buscado la
asistencia de publicistas en general. Era un modo de medir fuerzas de
antemano. Y se excedió el aforo.
Mucha gente se quedó fuera haciendo
cola, como se ve en la foto de Alberto Blázuqez Sánchez. Esto dio pie al
candidato a prometer un encuentro en breve con la militancia en Madrid;
un mitin, es de suponer.
El
acto evidenció el punto fuerte y el débil de la candidatura de Sánchez.
El fuerte: su apoyo es la militancia y los simpatizantes; los barones
rezongan en off. El débil: la edad media de la asistencia, muy
elevada, lo cual habla mucho de la lealtad de los militantes pero poco
sobre su sentido de innovación. Quizá por ello los oradores -también muy
representativos del corte generacional de la asistencia- insistieron en
que se emplearán a fondo en el empleo de las nuevas tecnologías
(todavía dicen "nuevas tecnologías") con el mensaje subliminal de que
sea un método de rejuvenecer su partido. El digital gap, vamos.
Dos exministras (o casi) y dos cargos institucionales intermedios del
partido, de la generación del Programa 2000, restan crédito a ese firme
propósito de reconstruir, renovar, etc.
El documento, llamado por una nueva socialdemocracia está
condenado a ser conocido como el "programa de Sánchez". Allí se
desgranaron sus puntos fundamentales. Entre la habitual melopea de
conocidas intenciones sobre todo tipo de políticas, fiscales,
medioambientales, de dependencia, de relaciones laborales, dos
propósitos son los de más carga política y los que los medios han
destacado: la alianza de la izquierda y el Estado plurinacional.
La
propuesta de ir a una unión de la izquierda concuerda con la de
Palinuro de articular un Programa Común de la Izquierda. Innecesario
razonar su conveniencia y posibilidad. Y su oportunidad. Tras la
victoria del sector neocomunista en Podemos está claro que vuelven a la
actitud de vender la piel del oso antes de matarlo, lo cual explica por
qué se ha constituido un gobierno en la sombra sin espacio para
algún posible aliado, ni siquiera dentro de UP. Es decir, el fin del
bipartidismo era intentar el cambiazo de un bipartidismo por otro. En
estas circunstancias, la propuesta de aglutinar a la izquierda en torno a
la socialdemocracia presenta perspectivas halagüeñas. Si se puede hacer
en Portugal, ¿por qué no en España? El PSOE, un partido de izquierda,
socialdemócrata, laico y...federal.
A
propósito del federalismo viene la otra llamativa propuesta de admitir
la "plurinacionalidad del Estado". Sin duda es audaz y ahorra perder el
tiempo hablando de la "nación de naciones", pero presenta dos
dificultades: en primer lugar no es una consigna que concite entusiasmo
en la militancia del PSOE y sí mucha inquina en las élites socialistas
más conservadoras y poderosas. En segundo lugar parece claro que la
fórmula federal no satisfará las aspiraciones de algunas de esas
naciones que ven en ella una vuelta al "café para todos" de una
descentralización política siempre precaria y susceptible de ser
limitada o, incluso, suprimida.
Reconocer
la plurinacionalidad del Estado implica postular la reforma del
sacrosanto artículo 2 de la CE, núcleo de la postulada "nación
española". Además se encontrará con una cerrada oposición de toda la
derecha e importantes sectores de la izquierda. Y si ese reconocimiento
no garantiza el derecho de las naciones a decidir si quieren ser Estados
independientes equivale al reconocimiento de un flatus vocis.
Solo el acuerdo de un referéndum pactado podría desbloquear esta
situación que, en cualquiera de sus dos perspectivas conduce a una
espiral de acción/represión/más acción, etc. El reconocimiento de la
naturaleza plurinacional del Estado es un tímido paso en la dirección
correcta. Ahora falta saber a qué derechos da acceso la condición de
nación dentro del Estado español, si a decidir si se sigue siendo parte
de él o no.
Esa habría de ser la pedagogía de una unión de la izquierda.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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