Justo los rasgos más obviamente ausentes en Podemos en general y en su secretario general en particular.
Podemos
no es ni podrá ser jamás unitario porque está concebido como un
mosaico, como un conglomerado de fracciones ideológicas y territoriales
que conservarán una apariencia de cohesión mientras tengan expectativas
razonables de repartir cargos, prebendas, poder. Y, aun así, tampoco es
seguro que el frágil equilibrio que se establezca a raíz del congreso
dure mucho tiempo.
Es ingenuo pensar que en un conflicto como el vivido
por la formación morada, con unos vencedores por avasallamiento y unos
vencidos sin paliativos, las aguas vuelvan a su nunca muy tranquilo
cauce. Es iluso creer que los primeros resistirán la tentación de
perseguir y acabar con los contrarios y que los segundos no soñarán con
la revancha, con torcer las decisiones colectivas o con alzarse por su
cuenta.
Desde
luego, la ingenuidad y la ilusión son rasgos del fanatismo que Podemos
inspira a sus seguidores, fervorosos creyentes en el carisma del jefe,
un curioso retorno a la enajenación y arrebato de los viejos movimientos
milenaristas que se creían desaparecidos. Pero, por muy intensa que sea
la pasión acrítica de los acólitos, la dura realidad de los
comportamiento colectivos oligárquicos de los partidos se acabará
imponiendo.
En
realidad, ya lo ha hecho. La lista de los diez candidatos más votados
refleja el desequilibrio de la formación: ocho son de obediencia ciega y
total a Iglesias, en especial el segundo, Echenique, quien cambió el
espíritu anticapitalista como antes había abandonado el de Ciudadanos,
para situarse a la vera del ganador, criterio de escasa elegancia pero
mucho provecho. Se añaden los tres de más edad o generación veneranda,
Navarro, Julio Rodríguez y Cañamero, los tres ligados por una relación
personal con Iglesias, e Irene Montero, en situación similar, pero más
intensa.
Los únicos con algo de peso y autonomía propia, Mayoral y
Alberto Rodríguez, también son incondicionales del líder. La tendencia
de Errejón (por cierto, desplazado ominosamente al tercer puesto) solo
cuenta con dos cargos: él mismo y Rita Maestre. Ninguno para los
anticapitalistas, que se conforman con dos en lugares muy inferiores de
la lista de elegidos. Y, por supuesto, como cabe esperar del machismo de
Podemos, solo dos mujeres y las dos en relaciones personales pasadas o
presentes con alguno de los siete-machos de los diez primeros puestos de
la direccion. Se le puede llamar como se quiera, dirección, comité,
comisión, círculo, en realidad, es un grupo compacto al servicio del
líder, una máquina de matar, políticamente, se entiende.
La
aplastante victoria de los neocomunistas de Iglesias ya garantiza la
unidad reclamada por las bases, pero no que esa unidad no se haga a
costa de las maltrechas espaldas de los errejonistas y, les guste o no,
de los anticapitalistas, cuya actitud en esta contienda no ha sido
precisamente gallarda.
¿Y
qué decir de la "humildad"? A la vista y oída está luego del discurso
de Iglesias. Vaya por delante que esa táctica de resumir un resultado
electoral beneficioso con una aparente y compungida autocrítica y
propósito de enmienda lo hacen todos los políticos. Es parte de su
oficio. En 1993, Felipe González había "entendido el mensaje": en
realidad, no había entendido nada. En 2004, Zapatero prometió que "no
fallaría": fue lo primero que hizo algobernar, fallar. En 2011, Rajoy
iba a gobernar sin recortes y no paró de hacerlos hasta la fecha. Las
promesas de los políticos al ganar las elecciones (que interpretan
siempre como un cheque en blanco) resisten tanto como las plumas al
viento.
Y, en el caso de Iglesias y la promesa de humildad choca además
con su caracter altanero, ególatra y autoritario, el que le hizo
postularse para la vicepresidencia del gobierno en diciembre de 2016 y
el que le movió a anunciar su dimisión si el congreso no respaldaba sus
pretensiones, en una especie de chantaje sentimental copiado del de
Felipe González en el famoso XXIX Congreso del PSOE.
La consigna de la victoria, unidad/humildad,
apenas durará lo que se tarde en depurar a quienes han tenido la osadía
de oponerse al criterio de la jefatura. Luego llegarán los otros
elementos de la realidad con la que habrá de bregar una organización que
ya se ha definido taxativamente en el panorama político español como el
intento de resurrección del comunismo camuflado en IU. La federación
dirigida por Garzón ahora tendrá que buscarse alguna retorcida excusa
para su habitual bronca interna, cuenta habida de que en Iglesias ha
encontrado alguien más papista que el Papa siendo el Papa, el gran
enemigo del PSOE, Anguita, referente intelectual de Iglesias según propia confesión de este.
La
promesa de humildad abre camino al firme propósito de seguir siendo
útiles a la "mayoría social". Y aquí está el punto vano, si no
directamente delirante, del discurso del vencedor: ¿qué mayoría social?
Todos los analistas coinciden en algo que Palinuro lleva meses, años,
diciendo: si Podemos comete el error de aparecer como los walking dead de IU y del añoso Partido Comunista, retornará a los humildes porcentajes
del voto que cosechaba Anguita en sus mejores momentos. La presunción
ahora -y no es nueva, porque ya se formuló para ir a las fracasadas
elecciones del 26J de 2016- es que, dada la pavorosa crisis del PSOE,
esta vez sí, esta vez se dará el sorpasso y los viejos comunistas
podrán por fin, hacer realidad su sueño de destrozar a la
socialdemocracia que, en el fondo, es su único objetivo.
Dos
breves consideraciones, que ya está alargándose en exceso este post: a)
lo más probable es que esta crisis del PSOE sea pasajera, que el
partido de Pablo Iglesias se recupere y que no haya sorpasso alguno, pero la izquierda quedará dividida y la derecha gobernando; b) si la crisis no es pasajera y se da el sorpasso,
la izquierda seguirá tan dividida como antes y la derecha también
continuará gobernando. Porque el comunismo, aunque se vista de mona
mediática, no gana elecciones democráticas en parte alguna. Pero
posibilita el gobierno del PP, cosa en la que le ha salido un
competidor, el PSOE, que rivaliza con el otro en dar paso a la derecha.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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