El profundo ridículo de la conversación
telefónica entre Trump y Rajoy se reduce con la crudeza de los números a
esa diferencia en cantidad de palabras que cada parte emplea en su
comunicado de prensa: 70 en el caso de los EEUU y 375 en el de España.
El inglés es un idioma más conciso que el castellano y todos los
traductores saben que cualquier texto en la lengua de Shakespeare
vertido al español tiene aproximadamente un veinte por ciento más de
palabras.
Los hispanos suelen ser verbosos, sobre todo cuando no tienen
nada que decir, como es habitualmente el caso de Rajoy, pero no tanto
como para pasar de un veinte por ciento a un 500 por ciento. No han
entendido lo mismo de la conversa o no han dicho lo que dicen que han
dicho, lo cual no es de extrañar pues las carencias del inglés de Rajoy
son chirigota nacional, o todo ha quedado perdido en la traducción. Y no solo perdido, sino confundido. Una sucinta ojeada al contenido de ambos comunicados demuestra que, si hablaron, no se escucharon o no se entendieron porque las dos notas mencionan temas distintos.
La Moncloa dice que Rajoy se ofreció como interlocutor con América Latina y con Europa. Así, sin más, sin complejos.
En el comunicado yanqui, ni sombra de la interlocución. En las redes
circulaba la célebre foto de un Consejo europeo allá por 2014 en la que
se ve a Rajoy solo en una mesa mientras todos los demás asistentes,
detrás de él, están en animadas conversaciones. Un hombre que solo
conversa consigo mismo es difícil mediador. Pero ayer mismo Evo Morales,
presidente de Bolivia, le respondía en un educado tuit que América Latina no requiere de interlocutores.
Apañado va el oferente Rajoy: en un sitio no puede y en el otro no le
dejan. Habrá empleado muchas palabras para explicar por qué ofrece algo
que no tiene.
Pero
eso da igual. En la nota gringa, Trump se interesa por la situación
económica española y esta desgracia que tenemos de presidente sale
fanfarrón afirmando muy orondo que este año crecemos un tres por ciento.
En lugar de echar un llorada, asegurando que estamos en números rojos y
más pobres que las ratas. Porque lo que hizo acto seguido el
estadounidense al ver que nos va tan bien, fue pedir que los europeos y
España en concreto aportemos más a los gastos de la OTAN. Nosotros,
hasta un dos por ciento del PIB. Una burrada. Eso no aparece en la nota
española, pero hay quien dice que el gobierno estaba preparando el
terreno para obedecer las órdenes del jefe transatlántico aprobando un
incremento considerable en el presupuesto de Defensa.
El
diálogo sobre los dineros se daba al tiempo que, según los papeles
hechos públicos también ayer mismo en el proceso de Rodrigo Rato, este
debe de manejar sumas considerables. Entre otras presuntas aventuras que
desafiarían la sagacidad de Rouletabille y Sherlock-Holmes juntos,
parece ser que, según juraba el cargo como vicepresidente del gobierno,
fundaba una sociedad con sus hermanos, llamada COR que
prosperó a través de las más complicadas y alambicadas relaciones entre
políticos y empresarios que, en el caso de Rato se incorporaban en una
sola persona con dos naturalezas, como Cristo aunque seguramente al
revés.
No son la naturaleza humana y la divina, sino la del buen y la
del mal ladrón entendidas en sentido literal: el ladrón que roba bien y
el que roba mal. Pero ladrones los dos. Podían ambos dar algún consejo
al atribulado Rajoy en esta hora de necesidad; al fin y al cabo fue él
quien nombró a la esposa de Rato directora de los Paradores Nacionales,
con un sueldo estratosférico, de esos de 150.000 o 170.000. Y eso que
hay crisis y no queda dinero para los dependientes.
No encontró momento Rajoy en su inglés para empezar a interlocutar
mencionando a Trump el caso de México. Deja el asunto para mejor
momento, la próxima vez que se vean a tomar unas cañas. Coincide este
olvido con los que debieron aquejar al ex-número dos de la Policía,
Eugenio Pino, llamado a declarar por el juez que instruye el caso Pujol a
causa e un misterioso pen drive que acaba de aparecer con información nueva que podría derivar en la anulación de aquella causa. Todo en relación con este pen drive cuyo origen parece ser el propio Pino, aunque este ha intentado encasquetárselo a todos los demás. Lo está investigando Público con unas crónicas impresionantes de Carlos Enrique Bayo, de esas que te enganchan.
En
el fondo, la conversación telefónica estaba patente y patéticamente
desequilibrada. Para Trump, un asunto de puro trámite en el que
probablemente leyó al teléfono las cuestiones que le mostraban en
cartulinas los ayudantes. Para Rajoy fue un paso más en el sendero a la
gloria del estadista. Nada menos que mediador entre los EEUU y América
Latina y Europa y eso pesar de darse ese notorio problema con el idioma,
como dice la prensa yanqui.
Es una pena que la conferencia fuera solo
telefónica cuando podía haber sido una vídeoconferencia en que ambos
interlocutores pudieran verse. Y Rajoy podría tomar clases de
desenfadada gesticulación cuando se padece dificultades con la lengua de
la celebérrima intervención de Ana Botella en la candidatura de los
Juegos Olimpicos.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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