Han asaltado dos veces,
en pocos meses, la casa del Fiscal Anticorrupción de Murcia. Y nos
quedamos tan tranquilos. Debiéramos aceptar, de entrada, que esto no es
normal. La primera vez, durante el verano, mientras Juan Pablo Lozano
disfrutaba de sus vacaciones, le levantaron unos ordenadores en los que
él mismo admitió que trabajaba en los asuntos que todos sabemos, aunque
después nos tranquilizó al asegurar que disponía de copia de los casos
en trámite en lugar seguro, si bien quien se haya apropiado de esos
aparatos conoce todo el argumentario y la documentación de la Fiscalía.
Nunca se supo de los autores de esa sustracción, que indudablemente
tenían que ser ´empleados´ de alguno o algunos de los acusados en los
casos en que se empeña el fiscal, pues de otro modo no se explicaría.
Los ´ladrones´ dejaron claro que iban a lo que iban, es decir, que no
eran los cacos de temporada que aprovechan el mes de agosto para hacer
caja mientras los padres y las madres de familia llevan a los niños a la
playa.
Sin embargo, en el segundo asalto no se ha producido
sustracción alguna; simplemente, han entrado a la casa y se han marchado
sin más, dejando, eso sí, la huella de que han estado allí. ¿Buscaban
algo concreto que no estaba entre esas paredes o querían marcar la señal
de la ´cabeza de caballo´ al estilo El Padrino para dejar constancia de
que la mafia no es solo cosa de películas?
En esta segunda
ocasión hay algo muy mosqueante, y por parte de la Fiscalía. El hecho no
fue denunciado públicamente al instante de haberse producido como
habría correspondido hacer, dada su indudable relevancia. Lo cierto es
que todavía careceríamos de esa información si no fuera por una
confidencia a un medio digital nacional, aprovechando la visita a Murcia
de un gran periodista para un asunto privado. ¿Cómo debiéramos
interpretar esta precaución de la Fiscalía? ¿No consta para ella la
necesidad de la transparencia? ¿Cómo ha permitido que la opinión pública
murciana se entere en febrero de que nada menos que el Fiscal
Anticorrupción vea asaltado su domicilio, por segunda vez, además, a
principios de enero?
Si a la rareza de estos asaltos añadimos que la
Fiscalía, que debiera ser la primera interesada en denunciarlos y que no
puede ni debe mantener a los ciudadanos ajenos a estas circunstancias,
se calla la mayor, se está dando legitimidad a una cierta ´teoría de la
conspiración´ que se genera en los aledaños del PP, consistente en
emitir la sospecha de que estos asaltos son un montaje. No se sabe para
qué, pero un montaje. Nadie en su sano juicio podría suscribir ese
supuesto, pero es irritante que el fiscal general no haya informado
abiertamente a la opinión publica en el momento preciso de la existencia
de estas agresiones a su estamento, y lo haya hecho, él o alguien de
ese entorno, mucho tiempo después, tal vez con la intención de que la
noticia tuviera trascendencia nacional, pues por lo visto los medios
regionales no somos dignos de reproducir informaciones tan importantes,
tal vez porque éstas se quedan aquí.
¿Y qué interés podría tener la
Fiscalía en que esas informaciones trasciendan el ámbito regional? El
ministerio público no debería preocuparse del alcance mediático de lo
que lleva entre manos, sino de cumplir con el trámite esencial de
informar a la opinión pública. Ya se verá después si esas noticias abren
o no abren los telediarios, cosa que, digo, no le debiera importar.
Que
asalten la casa del Fiscal Anticorrupción es gravísimo. Tanto como que
no se informe a la sociedad murciana al instante de que el hecho se
produzca. La impresión que legítimamente se puede tener sobre esa
dilación es que la Fiscalía administra estos hechos a su propia
conveniencia, olvidando de que no es una instancia política. Es muy
meritorio el trabajo de la Fiscalía, y hay que animarla a que prosiga en
sus denuncias e investigaciones, pero a veces hay comportamientos sobre
los que uno no sabe qué debe pensar. Es una lástima que ciertas
estrategias político-fiscales estropeen de manera tan evidente el trabajo
concienzudo de los profesionales y dejen un reguero insoportable de
sospecha sobre posibles intencionalidades.
¿Por qué estamos
hablando de esto cuando lo relevante es que han asaltado dos veces la
casa del fiscal Anticorrupción? Hay que preguntárselo a quien no nos ha
dado esa información y por la razón de que no nos la haya dado.
(*) Columnista
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